Llega a Tenerife para apoyar el teatro amateur en la clausura de este festival.

Ya he estado en El Sauzal unas cuatro veces y es un placer poder volver a Tenerife. Apoyar iniciativas que permiten a las personas entender la importancia del teatro es fundamental, porque una cosa es formar parte del público y otra cosa es subir al escenario. Implicar a la gente que no es profesional pero que tiene dentro de sí el gusto y la necesidad de subir a un escenario es importantísimo, y más en esta época de coronavirus, que nos ha confinado a todos y que ha roto el contacto humano habitual. Ahora entiendo más la importancia del teatro que el año pasado, por ejemplo. Ahora llego a la conclusión de que todas las cosas que hago las hago con conciencia.

Es una época complicada, pero usted es el vivo ejemplo de que la cultura no para.

Yo vengo del mundo del circo y soy la sexta generación de los Bassi que ha luchado a pie de calle, en las pistas y en contacto directo con la gente. La cultura siempre ha defendido al teatro pero el circo y los artesanos que trabajan en la calle no han tenido esa protección. Somos supervivientes y en marzo, cuando todo se cerró, decidí abrir una cuenta de Instagram y hago espectáculos a través de internet. Ahora ha cambiado radicalmente la situación de los actores en Europa y esta crisis ha dificultado la vida a mucha gente, pero mi tradición y mi pasado de hombre de circo me ayuda mucho y no tengo miedo de los cambios ni de tener que reinventarme.

Yo, Mussolini es una obra pensada para generar optimismo y dar al público que sale del teatro ganas de resistir. Parece un momento idóneo para subirla de nuevo al escenario.

A mí me gustan las contradicciones, evidentemente. Soy optimista y la contradicción es mi fuerte. Mi idea era plasmar uno de los grandes problemas mundiales, que es el auge de la extrema derecha. He visto, en conversaciones con amigos, que además del Covid, otro de los grandes miedos actuales es la ola de extremismo de derecha que se está produciendo en el mundo. Mi objetivo era analizarlo y descubrí que el fascismo no es tan imparable como parece y que Mussolini no era una persona tan segura de sí misma. El fascismo solo funciona cuando la gente le tiene miedo, si no pierde su fuerza. Hay que ver las cosas tal cual son y esa es mi función como payaso: no tener miedo de las situaciones y analizarlo en primera persona para encontrar sus contradicciones. La figura de Mussolini era fascinante, era cocainómano, porque tenía miedo de hablar en público, así que se drogaba para desinhibirse. Pero, como todos los radicales, era alguien superficial y si nos enfrentamos a él y al miedo podemos vencerlos.

Encarna el personaje más emblemático del fascismo en Italia pero, ¿estaría España preparada para esta misma obra protagonizada por Franco?

Yo he hecho este espectáculo en Roma, donde el 30% de la población es fascista, y fue muy peligroso, pero este es mi trabajo y no tengo miedo. Me subo al escenario porque estoy seguro de lo que estoy diciendo. Estoy muy contento con lo que he hecho y puedo decir que he triunfado con Yo, Mussolini en Roma. Con los años, he coleccionado muchos enfrentamientos con la extrema derecha en España. Me pusieron una bomba en el teatro y han quemado mi Iglesia Patólica, pero el problema, más que con Franco, está con los fundamentalistas católicos. Me acusan de no tener valores pero ellos son peores. Nunca han encontrado a los culpables de lo que me han hecho y, por eso, creo que hay una impunidad enorme en este tema. De igual manera que yo puedo hablar de Mussolini en Roma, yo podría hablar de los pederastas de la iglesia católica en España.

Está claro que usted se atreve con todo. El problema está en cómo recibe su mensaje cierta parte de la población.

Yo soy indulgente porque con todo lo que pasa la gente, se hace muy radical. Entiendo que hay que pagar las facturas, hay que cuidar a los hijos y cada uno tiene sus problemas; mientras, los grandes temas, como la libertad de expresión o la tolerancia, pasan a un segundo plano. La mayoría de la gente lucha día a día tan solo para mantener lo que tienen y no tienen ni la fuerza ni el tiempo material para pensar en nada más. Con la edad me he vuelto mucho más benévolo con la población. Yo tengo la fuerza para luchar por lo que yo pienso que es el bien y soy afortunado de tener esa energía.

Usted defiende la inteligencia ante la intolerancia. ¿Falta mucho de la primero y sobra de lo segundo?

La gente es un poco más inteligente de lo que parece pero no tiene ni la fuerza ni el tiempo ni la posibilidad de vivir a la altura de su inteligencia y acepta vivir a un ritmo inferior y más superficial. El trabajo de los artistas es mostrar los ideales de la justicia, del bien y del mal.