La figura del Cristo en la cruz se empezó a divisar en las puertas de la Catedral al mismo tiempo que retumbaba el repique de campanas con los acordes del himno nacional de fondo, dando trascendencia al momento previo a su recorrido por las calles de Aguere con escolta militar y miembros de la Esclavitud del Cristo.

Fue uno de los instantes más esperados del día grande de las Fiestas del Cristo de La Laguna, uno de los más simbólicos y emotivos de los programados y que dio pie, nuevamente, a la tradicional procesión para llevar la sagrada imagen a su lugar de exposición, el santuario de la plaza del Cristo.

Y delante de la comitiva, el alcalde de La Laguna, Luis Yeray Gutiérrez, en su papel de representante del Rey, presidía el acto acompañado de autoridades civiles y militares, así como miembros de las corporaciones más importantes de Canarias.

El respeto del grupo se adueñó del lugar durante el recorrido por la calle Juan de Vera. Allí, en esa primera parte del tramo, los fieles y visitantes reflejaban en sus rostros la fe ante una de las imágenes más hermosas de Canarias, "un modelo que es más que una imagen y que no es solo parte de La Laguna, sino también de Tenerife y de Canarias", llegó a decir uno de los asistentes a la procesión.

Y se sucedían los comentarios: "Esa cara transmite tranquilidad, reconforta el alma y recuerda que siempre hay quien vele por nosotros. Da igual que seas creyente o no, pero los corazones se llenan al ver la grandeza de una figura tan querida", explicó Sonia, vecina de El Rosario, para quien "por nada del mundo me perdería este momento".

Esa representación de cuidada tez morena que data del siglo XVI siguió haciéndose fuerte en San Agustín o en Nava y Grimón, donde los fieles y acompañantes, bajo un sol que raja las piedras, no paraban de comentar "la importancia de mantener las tradiciones en unos tiempos poco propicios", tal y como sugirió Juan, un vecino de La Laguna que acudió acompañado por su familia y amigos venidos desde Santa Cruz y que hicieron suyo el comentario, exaltando la figura en la cruz que pasaba frente a ellos.

En Los Remedios, el grupo Peregrinos del Puerto de la Cruz, conformado por unos 50 integrantes, ponía en valor la cita de las Fiestas del Cristo de La Laguna, al igual que las de Tacoronte o Icod de los Vinos, "una auténtica familia cristiana que hacemos nuestras peregrinaciones, incluso, a otros puntos de la Península y de Europa", destacó con alegría una de las componentes. Recordó, como ejemplo, que en noviembre el grupo se va al Cerro de los Ángeles porque se cumple el centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús.

Ese optimismo tiene su contrapeso, explicando que "siempre rendimos respeto a la iglesia, pero vemos que las cosas se están perdiendo porque la sociedad está mucho menos implicada en la palabra de Dios. Y también el respeto al prójimo se va difuminando".

La procesión del Cristo concluyó a las puertas del santuario del mismo nombre, con Luis Yeray Gutiérrez como representante del Rey siendo testigo, junto a otros miembros de la corporación y de otros ayuntamientos y consejeros del Gobierno de Canarias y Cabildo, de un desfile militar que acaparó aplausos entre el público y que cerró la jornada previa a los tradicionales fuegos artificiales, ya por la noche.

Pero la jornada empezó temprano. A las 10:15 horas estaba previsto el comienzo del traslado del pendón desde la Casa Consistorial hasta la Catedral, honores concedidos al edil de Urbanismo lagunero, Santiago Pérez, y la concejal de Deportes santacrucera, Elena Mateo.

Allí, con diez minutos de retraso, el himno nacional acordaba el inicio del acto solemne sin ningún tipo de incidencia. En el recuerdo quedaban los disturbios producidos el 27 de julio de 2006 por las calles de La Laguna con motivo del traslado del pendón fundacional de la ciudad.

Nada que ver. Respeto impresionante que recordó que las manifestaciones ya eran parte del pasado y que han quedado grabadas en la historia. A las puertas de la Catedral, el esclavo mayor del Cristo, Francisco Doblas, hizo entrega al representante del Rey del bastón de plata de la Esclavitud, ante la imponente formación de los soldados frente a la plaza de Los Remedios.

Ya en el interior del templo, el obispo de la Diócesis, Bernardo Álvarez, presidía la eucaristía y la homilía fue asumida por el obispo emérito de Albacete, monseñor Ciriaco Benavente.

Con posterioridad, el protocolo se volvía a cumplir cuando, una vez concluido el acto en el interior de la Catedral, la imagen del Cristo empezó a asomar a las 12:45 horas por sus puertas, tras lo cual fue escoltada por las calles de Aguere hacia su santuario. Más tarde, a las 20:00 horas, nueva procesión por el callejero y vuelta para cerrar el día con los fuegos artificiales tirados desde la ladera de San Roque.

Nuevamente, La Laguna se rendía a su Cristo en el día grande de sus fiestas.