Sabotaje al Montaje 'empadrona' a Unamuno en Puerto del Rosario

El escritor y filósofo bilbaíno 'regresa' a Puerto del Rosario a través de un gigantesco mural de Sabotaje al Montaje

Matías Mata (Lanzarote, 1943).

Matías Mata (Lanzarote, 1943). / Carlos de Saá (Efe)

Esta vez viene para quedarse. Miguel de Unamuno ‘vuelve’ a tierras majoreras a través del talento del creador conejero Matías Mata, conocido en el mundo del arte urbano con la firma Sabotaje al Montaje, y en unas dimensiones gigantescas. Ocho días tardó el artista afincado en La Laguna en dar forma a un retrato que vigila el paso de los peatones que atraviesan la céntrica plaza de Puerto del Rosario.

Su mirada vigila en silencio desde hace un par de semanas los andares de los peatones que se mueven por los alrededores del antiguo hotel Fuerteventura. Sobre el mismo suelo en el que se asentó Puerto Cabras y que pisó por primera vez hace ahora un siglo Miguel de Unamuno y Jugo (Bilbao, 1864 - Salamanca, 1936) para cumplir un destierro. Sí. El ostracismo firmado por Primo de Rivera el 20 de febrero de 1924 con el objetivo de que sus críticas no incomodaran ni a él ni al monarca Alfonso XIII, el Africano.

«Este trabajo vale más de lo que he ganado, pero si lo pido igual no me lo dan», cuenta el creador lanzaroteño

El escritor y filósofo vasco estuvo en la Isla hasta que fue indultado y buscó la tranquilidad en tierras francesas. No llegó a conocer la estación de verano al completo, pero en tan solo cuatro meses se hizo una idea muy cercana de un terruño que acarició su alma: «El clima ardiente de Fuerteventura pone en la naturaleza un gesto sediento pero grato y sano. En mi vida he dormido mejor», dejó escrito de una aventura que el artista Matías Mata (Lanzarote, 1973), conocido artísticamente como Sabotaje al Montaje, acaba de inmortalizar sobre una gigantesca pared que linda con la Casa Museo de Unamuno.

Ocho días en la grúa

Unamuno se empadrona en Puerto del Rosario. Ése es el tiempo el artista conejero tardó en acabar una obra que viene para quedarse. «Me hacía mucha ilusión», cuenta Sabotaje al Montaje en relación al encargo que le hizo el Cabildo de Fuerteventura. «Unamuno es un personaje que ha calado en esta tierra», añade sobre una pintura realizada con una escala de grises dominada por una docena de tonalidades. «No he usado el blanco», revela en una fase de la conversación en la que descubre algunas de las claves para trabajar a unos 22 metros de altura.

Lo primero que se buscó fue una grúa con un enorme brazo articulado para salvar la casa de dos alturas que se interponía entre la vía en la que se iba a aparcar el vehículo y el muro asignado para plasmar el rostro de Unamuno. «Hubo que realizar unos trabajos de asentamiento porque el terreno no estaba plano y firme», cuenta Matías de unos preparativos que asumió la institución insular. 

«El que se lleva los méritos soy yo, pero detrás hay un equipo que lo hace posible», agradece el artista afincado en La Laguna

Una vez se resolvió cómo llegar a todos los recovecos de un lienzo de más de un centenar de metros cuadrados el siguiente paso fue calibrar el estado de la superficie. «No era regular, pero estaba para pintar encima... Eso lo resolvimos más o menos fácil», abrevia el licenciado en Bellas Artes [los tres primeros cursos los hizo en la ULLy el último en Cuenca], no sin destacar las manos que hacen falta para sacar adelante una intervención de este calado: «El que se lleva los méritos soy yo, pero detrás hay un equipo que lo hace posible», agradece.

Ocho días necesitó Matías para culminar con éxito una misión que tuvo que sortear la áspera meteorología local: «Además del calor, coincidió que durante varias jornadas se registraron unas fuertes rachas de viento que dificultaron muchísimo los movimientos de la grúa; también la estancia en la caja [él y el operario que maniobraba el brazo] que nos permitía entrar en contacto con la pared», destaca de la labor hecha en el inmueble ubicado en la misma manzana que la vetusta cárcel e iglesia; justo en la casita en la que Miguel de Unamuno tomaba el sol desnudo en la azotea hasta escandalizar al vecindario. «La tierra ensució varias veces el mural [por la acción de la brisa], por lo que decidí cambiar de estrategia: pintar por la mañana y corregir por la tarde», rescata de unas jornadas que se alargaban durante casi ocho horas spray en mano.

Sobre el coste final de esta intervención, Sabotaje al Montaje únicamente revela que «este trabajo vale más de lo que he ganado, pero si lo pido igual no me lo dan», resume en un arranque de sinceridad que acaba con un reparto justo de la factura: «Hay cosas de las que se hizo cargo el Cabildo de Fuerteventura y otras en las que yo corro con los gastos... Éste no es un oficio que te puede hacer millonario, pero debo de admitir que está mejor pagado que hace unos años». Dejar algo suyo, como hace un siglo dejó Unamuno al final de su destierro majorero, es la «mejor recompensa» que se lleva Matías Mata antes de empezar a programar su próximo proyecto urbano en Telde (Gran Canaria. «Ahí voy a hacer una cosa más abstracta», avanza el creador afincado en La Laguna