Tengo un libro sobre la historia del ciclismo prologado por Lance Armstrong. Es un prólogo extenso, ameno y revelador, escrito en 2004, cuando el tejano sólo había ganado sus cinco primeros Tours. Habla de su infancia, de sus inicios en el ciclismo, de su lucha contra el cáncer y, sobre todo, habla del Tour de Francia, "el evento deportivo más duro sobre la faz de la tierra". Después de detallar el infierno de tres semanas de inhumano pedaleo en condiciones extremas, escribe: "¿Por qué lo hago? La respuesta es simple: porque me encanta montar en bicicleta". Quizás Armstrong debió escribir "porque me encanta ganar" o, como dijo "urbi et orbi" en el programa de Oprah Winfrey, "por mi instinto insaciable de ganar". Que un deportista profesional quiera ganar una competición no tiene nada de malo (de eso se trata, precisamente). Que para conseguirlo recurra al dopaje sistemático ya empieza a estar un poco feo (y no parece muy inteligente: las drogas las carga el diablo). Pero si, para colmo, se dedica a machacar sin piedad a cualquiera que se interponga en su camino, es que no es deportista ni es persona. Así era Armstrong y, a tenor de lo que pudimos escuchar en su confesión televisiva, así sigue siendo. Sólo esgrimió argumentos tan tramposos como sus victorias. La mayor decepción no fue para quienes lo consideraban un mito del ciclismo, sino para los enfermos de cáncer que creyeron encontrar un ejemplo y una esperanza en su lucha contra la enfermedad. Reconoció que no fue el deporte y sus valores los que lo ayudaron a derrotar al cáncer, sino justo al contrario: "Ese proceso me convirtió en una persona capaz de ganar a cualquier precio".

Quizás el mayor error de Armstrong no haya sido doparse ni mentir ni ser un manipulador, un prepotente y un maleducado. Quizás su gran error fue regresar a la competición en el año 2009, tras haberse retirado con siete Tours consecutivos en el bolsillo. Podría haber regresado como un hermoso gesto de apoyo a la lucha contra el cáncer, repartiendo esperanza, regalando sonrisas y firmando autógrafos. Pero quiso hacerlo para ganar un octavo Tour. Si hubiese dejado en paz a la Historia, tal vez la Historia lo hubiese dejado en paz a él. O tal vez no. Pero sí es probable, ahora que lo han pillado, que termine como abanderado del deporte limpio, desde la Agencia Mundial Antidopaje o similar. No hay nada que conmueva tanto a América, es decir, al mundo, como un pecador redimido. El hijo pródigo regresará del lado oscuro para luchar contra el mal. Amén.