LOS puntos se pierden en las áreas y el Tenerife ha regalado la ventaja al rival con errores que rayan en lo ridículo y que han subido al marcador. Las tres veces fueron fallos gratuitos, algo así como lo que en tenis se llaman errores no forzados y, desde luego, llegaron en momentos en los que el equipo no estaba por debajo de sus rivales en el juego. Todo lo que viene después de esos regalos está condicionado: entonces los partidos se abren y se asumen riesgos que en condiciones normales son innecesarios. Pero, hay que admitirlo, este tipo de fallos individuales no caen del cielo, los cometen los equipos que tienen jugadores erráticos.

Al Tenerife se le han ido tres partidos (o dos y medio) por accidentes, pero analizando la fase larga de partido en la que el marcador estaba 0-0, dio la sensación de que el equipo es el resultado de una mezcla de estilos. Tal vez sea por la presencia, en algunas fases agigantada, del talento mejicano, o quizás, simplemente por el hecho de jugar tan abiertos con una referencia en cada banda, pero sí pareció que había gestos del fútbol directo del año pasado, otra vez con Aridane por detrás del bajito (Dávila) mezclados con cierta tendencia a jugar por abajo para conectar con Uli. El problema es que entre una idea y la otra, al equipo le costó mucho ajustar el partido en el medio. Casi es normal que sucedan estas cosas en el proceso de conjunción de un equipo, este Tenerife, que en la tercera jornada de Liga aún no ha podido estrenar su once de gala. Creo que lo coherente es darle más tiempo.