No hay en el mundo ninguna otra planta endémica de las islas Canarias tan popular o tan apreciada como la palmera canaria (Phoenix canariensis). El drago (Dracaena draco) puede que sea el árbol más emblemático, pero la palmera canaria es el más comúnmente cultivado”. Así se expresaba Soctt Zona al presentar su ponencia en la I Conferencia Internacional sobre Phoenix canariensis (Gran Canaria, 2009). ¿Por qué se ha hecho tan popular en medio mundo? Este botánico de la Florida International University lo resume así: por ser de fácil y rápido crecimiento; por su majestuosidad y grandeza intrínseca, ideal para grandes espacios; y por ser evocadora de la riqueza y la elegancia en la Costa Azul francesa (donde el glamour de quienes tenían el caviar y el champán como iconos del lujo, se exhibía en jardines y avenidas a la sombra de palmeras canarias).

El primer documento escrito sobre la palmera canaria procede del rey Juba II de Mauritania. Reconocido como uno de los primeros escritores de viajes del Mundo Antiguo, su relato del viaje a la península Arábiga fue todo un éxito, pero fue su descripción de las islas Canarias lo que atrajo la atención de Plinio el Viejo, quien recogió los conocimientos de Juba sobre las islas en el año 77 de nuestra era.

El primer documento que se tiene sobre el cultivo de la palmera canaria fuera del archipiélago procede de Noruega. El botánico noruego Christen Smith (1785-1816) la conoció durante un viaje a las islas Canarias en otoño de 1815 y recolectó semillas que se llevó al jardín botánico de Oslo, donde muchas de ellas germinaron. Fue, pues, el primero en introducir la palmera canaria en la Europa continental. Una de sus palmeras, que se conocía como la Palmera de Smith, creció allí en un invernadero hasta que murió en el año 2000 a la edad de 185 años.

A Estados Unidos llegó durante la llamada Época Dorada (1878-1889), cuando los más acaudalados empresarios empezaron a construir mansiones y hoteles en Florida que requerían grandes proyectos de jardinería y paisajismo. Al oeste de este país llegó tras la Fiebre del Oro de 1849 en California, cuando en el territorio, en plena colonización, se estaban desarrollando grandes proyectos de irrigación y comunicaciones. Phoenix canariensis continúa en la actualidad gozando del aprecio popular en todo el mundo.

California fue protagonista de algo muy curioso. La Phoenix canariensis se convirtió rápidamente en la palmera favorita para poblar avenidas, parques y fincas. Esta situación llevó al escritor E. Braunton a decir: “La palmera más popular entre la gente, que busca combinar gracia y belleza con precios asequibles, es la Phoenix canariensis. En Los Angeles y alrededores se pueden contar por decenas de miles”. La fecha exacta de la llegada de la Phoenix canariensis a California es difícil de precisar. En cualquier caso, no se debió al monje conocido como fray Junípero Serra (1713-1784). Fundador de misiones entre México y San Francisco durante el siglo XVIII, se le atribuye erróneamente haber introducido la Phoenix canariensis en California. Pero no fue él quien lo hizo: en realidad plantó la Phoenix dactylifera, nunca la P. canariensis. ¿Y por qué? Su interés se centraba en ver crecer plantas útiles como olivos, viñedos o frutales. No podía perder el tiempo con una palmera sin fruto comestible. Mientras el buen padre trabajaba en la viña del Señor, no buscó la sombra de la Phoenix canariensis. El vivero Miller y Sievers de San Francisco fue el primero, en 1873, en vender Phoenix canariensis en California. Otro famoso vivero californiano que también la ofrecía en su catálogo de 1893 fue el de R. K. Stevens, que la nombraba de diferentes formas: Phoenix canariensis, P. tenuis y P. reclinata (en todos los casos, refiriéndose siempre a la canariensis).