Opinión

Innovación contra el malestar del campo

Radiografía del campo canario.

Radiografía del campo canario. / Adae Santana

José Joaquín Bethencourt

Durante las últimas semanas hemos sido espectadores de un hecho preocupante, pero también justificado. Me refiero a las protestas del sector primario en países de la Unión Europea, con diferente intensidad, calendario y argumentos. En la actualidad, esta queja ha llegado a España y se anuncian también convocatorias en Canarias, atendiendo en este caso a cuestiones específicas del sector primario en nuestras islas.

El escenario general nos dibuja un escenario de incertidumbre respecto a las posibilidades del campo europeo para competir a escala global y sobrevivir en el mercado doméstico. Las políticas de la UE, fundamentales para la supervivencia de la actividad agraria, ganadera y pesquera, aparecen como responsables de algunos de los problemas de estos sectores, aunque también son, bien formuladas, el camino hacia la solución. Me gustaría compartir algunas reflexiones sobre este tema.

En primera instancia, hay que darle al sector primario el valor que tiene realmente, tanto al mensurable en términos económicos (nada desdeñable, por cierto) como al que contempla además otras variables cualitativas de gran relieve. Debemos reconocer al campo su condición multifuncional en el progreso colectivo, algo que es inequívoco; y citaré para ello solo algunos factores: el campo está relacionado con la soberanía alimentaria y el suministro cotidiano a la población; el campo contribuye a la supervivencia del paisaje y es un factor favorable a la conservación ambiental cuando la actividad del sector se produce en términos de equilibrio (algo que en Canarias ocurre sin duda); el campo sostiene la continuidad de la cultura rural, de sus tradiciones y valores endógenos; el campo combate, finalmente, la despoblación de los espacios rurales, al generar desarrollo local, empleo y riqueza en aquellos territorios donde se dan condiciones para su viabilidad.

Como conclusión, podemos afirmar que el campo, la actividad en fincas y granjas, trabaja cada día en favor del interés general. Y si no entendemos esto como presupuesto básico, no hay futuro para el sector y el resultado es la protesta, la crispación y, finalmente, el abandono.

Como quiera que este desenlace no es deseable, y que existe un consenso elevado respecto a la importancia del sector primario en el tejido social, hay que ponerse manos a la obra. De los lamentos hay que pasar a la reflexión, y de ahí a una acción decidida para rescatar la viabilidad de nuestras explotaciones agrarias y ganaderas y nuestra flota pesquera artesanal. Y la respuesta, a mi juicio, se encuentra en la innovación.

Lo primero es eludir los estereotipos sobre esta cuestión, porque la innovación ya está presente en el sector primario, tanto en términos científicos como tecnológicos. Hay muchos ejemplos de ello, también en Canarias, pero debemos incidir en mejorar la viabilidad de nuestras explotaciones mediante el uso de nuevos recursos, como la ciencia de los datos e incluso la Inteligencia Artificial, en refuerzo de otras aplicaciones ya en funcionamiento y que mejoran la eficiencia del sector en su conjunto, así como su contribución a los objetivos globales de sostenibilidad ambiental. A esto debemos añadir la necesidad de dar pasos decididos en la innovación social, entendiendo las inquietudes del medio rural para hacerlo más viable a corto, medio y largo plazo.

Ojo con una cosa: la innovación es la antítesis de la burocracia. De hecho, uno de los argumentos más sólidos de la protesta agraria tiene que ver con la acumulación de trámites, muchos de ellos prescindibles, que se han convertido en una losa para los agricultores y que, además, los presenta como sospechosos permanentes. Esto ha sido un grave error.

La rentabilidad es, al final, uno de los conceptos clave para hacer viable la actividad del sector primario. Sin ella, todos los esfuerzos públicos y privados están condenados al fracaso y a la frustración. Tenemos que encontrar el punto de equilibrio entre la remuneración justa del trabajo en el campo y su competitividad a la hora de acceder a los mercados, tanto próximos como foráneos. En este aspecto se aprecia una fricción entre los intereses de las grandes cadenas de distribución, los supermercados, y los de agricultores y ganaderos, que ven con alarma la descompensación entre su esfuerzo y la recompensa al mismo.

Tenemos que seguir avanzando en la sinergia entre los objetivos de las cadenas de distribución, que pasan por poner en el mercado productos asequibles para sus clientes (que son la población en su conjunto), y los de los trabajadores y trabajadoras del campo, que reclaman una compensación justa. Hay herramientas para hacer compatibles ambos intereses, y personalmente creo mucho en el papel que juega el movimiento cooperativo para lograr acuerdos viables en beneficio del sector primario y el interés general. Hay que incidir por esa vía, creo.

El campo ha alzado la voz con firmeza, y al hacerlo asume la responsabilidad de colaborar en un diagnóstico certero de su propia situación. Hay que comunicar bien porque sabemos que las soluciones son complejas y a cambio existen recetas fáciles que, además de falsas, resultan contraproducentes. No seré yo quien defienda todas las medidas de la Política Agraria Común (PAC) de la UE, porque algunas son incongruentes por engorrosas, pero tengo claro que una PAC bien diseñada y financiada es la cláusula de seguridad para la supervivencia del sector primario europeo, español y canario. No seré yo quien defienda acuerdos de libre comercio desequilibrados que toleran la competencia desleal entre la producción propia y la foránea, pero doy por seguro que la respuesta a esta realidad no es el espíritu del proteccionismo a ultranza que, a base de intentar empobrecer al vecino, termina por empobrecernos a todos. De modo que la receta es, y ahí volvemos al sentido común como hoja de ruta: mercados libres y sin control no; mercados complementarios en igualdad de oportunidades sí. Es lo mejor para los consumidores y también para el sector primario, que en el caso de Canarias precisa además de las compensaciones derivadas de nuestra condición insular. Conozco a los agricultores, ganaderos y pescadores de las Islas y sé de primera mano que no reclaman una solución para todos sus problemas, sino las condiciones adecuadas para competir a través de su ingenio y esfuerzo diarios.

Vivimos en un mundo en cambio y debemos tomar como un hecho que el sector primario tiene que adaptarse a una nueva realidad. Les aseguro que nuestras gentes del campo están deseosas de ponerse en movimiento, y no para protestar en nuestras calles, sino para seguir contribuyendo al progreso colectivo. No les dejemos solos en esa tarea.

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