Paquetes de pan de molde con menos rebanadas, bolsas de papas que cada vez tienen más aire o envases de embutidos con menos lonchas. Pero todo al mismo precio que antes. Esto es en esencia la reduflación, una estrategia que están llevando a cabo muchas industrias para evitar subir sus productos en los lineales de los supermercados. ¿Cómo lo hacen? En vez de hacer frente a la escalada de los costes provocada por el alza de la energía y las materias primas incrementando el valor final de sus artículos, para mantener sus márgenes de beneficio reducen la cantidad presente en cada embalaje. Lo que hace que los consumidores acaben pagando lo mismo por menos producto. Una práctica que no ha pasado desapercibida entre los clientes que han llenado las redes sociales de ejemplos sacados directamente de los supermercados de todo el país.  

¿En qué consiste la reduflación?

En economía la reduflación es el proceso a través del que las compañías reducen el tamaño o la cantidad de los productos que elaboran manteniendo o incluso aumentando sus precios de venta. El término conjuga el verbo reducir y la palabra inflación y se trata de una práctica que trata de disfrazar las subidas usando trucos para evitar que los consumidores reparen en ello. Algo que provoca que incluso aquellos artículos que no han subido de precio en realidad sí lo hayan hecho al modificar la cantidad del envase y dar menos por el mismo dinero. El objetivo de las marcas al desarrollar esta estrategia es tratar de evitar que debido al encarecimiento de sus productos los consumidores terminen optando por otras alternativas que sean más baratas. Sin embargo, tampoco es bien recibida por los clientes ya que, aunque de diferente forma, también les acaba tocando el bolsillo y muchos se sienten engañados. 

¿Es un fenómeno nuevo?

Aunque el término se haya extendido en las últimas semanas por ser uno de los principales efectos de la escalada de costes provocada por la guerra en Ucrania no se trata de una práctica nueva. El fenómeno procede del Reino Unido donde hace años acuñaron el concepto shrinkflation que señala a aquellos productos que encogen para no tener que reducir su precio. Una tendencia que en aquel país fue especialmente denunciada en 2016 justo después del Brexit, cuando la caída de la libra encareció las importaciones y de esta manera los costes de producción. Uno de los ejemplos más claros en aquel momento fue el de la marca Toblerone cuyas tabletas de chocolate pasaron de pesar 170 gramos a solo 150, reduciendo la cantidad un 10%. Algo que no pasó desapercibido ya que aumentó el espacio entre los famosos triángulos de chocolate de la barra. Pero el primer ejemplo de reduflación es para muchos el que la compañía aérea American Airlines realizó en 1987, cuando ahorró 40.000 dólares al año suprimiendo una de las aceitunas de la ensalada que servía a los pasajeros a bordo. 

¿Está muy extendida?

Con una inflación disparada –Canarias cerró en marzo con un alza del Índice de Precios de Consumo (IPC) del 8,9%– la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ya alerta de que la reduflación está más extendida de lo que parece. En concreto, denuncia que muchos fabricantes de alimentación están reduciendo el contenido de sus envases entre un 5 y un 10% para «despistar» a los consumidores y que no noten la subida de precios de los alimentos, con una cesta de la compra que continúa al alza. Lo que ocurre es que, si bien el cliente se llevará el paquete de pasta por el mismo precio, igual ya no le dará para llenar los platos de todos los miembros de la familia. En un estudio que elaboró el pasado mes de octubre, la OCU detectó que primeras marcas del país ya la estaban aplicando en sus productos. Y la organización denunció también que algunos productos incluso habían aumentado su precio a pesar de haber reducido su cantidad, con lo que el incremento es todavía mayor.  

¿Qué productos son los más afectados?

Los artículos que tienen una mayor probabilidad de sufrir esta práctica son todos aquellos que vienen ya envasados. Paquetes de papas, snack, pasta, bollería, refrescos...pero también artículos de higiene y droguería como papel higiénico, champú, gel o pasta de dientes. Además, son especialmente sensibles aquellos artículos cuyo reclamo está precisamente en su precio al estilo de «tres bollos por un euro». En estos casos, una subida de precio acabaría por completo con el efecto llamada propiciado por el precio, con lo que lo más factible para las marcas es precisamente reducir el tamaño de cada uno de ellos para seguir manteniendo el margen de beneficio.  

¿Se trata de una práctica legal?

A pesar de que muchos clientes al enterarse puedan sentirse estafados, lo cierto es que se trata de un mecanismo totalmente legal porque cada empresa es libre de hacer lo que quiera con sus tamaños y precios. Sin embargo, sí que hay quien la acusa de ser poco ética ya que en la mayoría de los casos las fábricas no modifican el empaquetado y la reducción pasa desapercibida para los clientes, que suelen estar acostumbrados a comprar un producto sin fijarse en que el peso o la cantidad del envase ha variado de un día para otro. Unos consumidores que, por el contrario, sí se habrían percatado de inmediato de que el producto había subido de precio en caso de que se hubiera encarecido. Sin embargo, la extensión del término en las últimas semanas ha provocado que cada vez más compradores presten atención a las cantidades de los productos que adquieren con frecuencia y las redes sociales se han llenado de ejemplos denunciando estas prácticas. Un cliente llegó incluso a dejar una nota en un conocido supermercado quejándose de que además de haber aumentado el precio del paquete de pan de molde familiar, el número de rebanadas había descendido de 28 a 26. 

¿Se puede evitar caer en la trampa?

Al tratarse de un fenómeno muy extendido es difícil huir de él. Aún así, las organizaciones de consumidores han lanzado algunas recomendaciones para tratar de evitar los productos que podrían estar afectados. La primera es huir de los reclamos como las ofertas y promociones especiales, ya que detrás de ellos pueden esconderse casos de reduflación. Además, recomiendan comparar el precio por kilo o por litro o mililitro en el caso de los productos cosméticos, –que están obligados a mostrar los establecimientos comerciales– en lugar del precio por producto o envase. Ya que así es más fácil comparar cuál es la opción más económica. Los expertos aseguran que el alza de los precios se mantendrá al menos hasta final de año, por lo que los consumidores deben aprender a comparar precios si quieren ahorrar algo de dinero en la cesta de la compra.