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Consumo | Sube el coste de vida

Las familias canarias encaran la cuesta de septiembre más cara en 20 años

El precio de los alimentos se ha incrementado un 36% en las dos últimas

décadas | La enseñanza se ha encarecido un 63% y el transporte, un 49%

Un hombre hace la compra de frutas, verduras y hortalizas en un supermercado de las Islas. CARSTEN W. LAURITSEN

Aunque a menor ritmo que en España, Canarias también experimenta una mayor inflación con la incipiente recuperación económica, el repunte del consumo y el restablecimiento de la actividad comercial. Esta subida de los precios –del 1,8% en julio, la mayor desde octubre de 2018, hace casi tres años– deja a los isleños ante la cuesta de septiembre más cara de las dos últimas décadas. No solo se trata del extraordinario incremento del recibo de la luz, sino que la inflación alcanza también a los precios de los alimentos, las bebidas, el transporte o la enseñanza, con lo que la vuelta al colegio de los más pequeños de la casa supone este año un especial esfuerzo para los hogares de la región.

El coste de la luz, el gas y otros combustibles se ha incrementado la friolera de un 85,6% desde septiembre de 2002 tras dispararse un 24,4% en el último año.

Llenar el carrito de la compra en el Archipiélago es hoy un 35,8% más caro que en 2002, según el Índice de Precios de Consumo (IPC) del Instituto Nacional de Estadística. Tanto la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la FAO, como incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) vienen avisando que los precios de los alimentos aún no han llegado a su tope. Un fenómeno global detrás del cual hay factores coyunturales, como la reapertura económica tras lo peor de la pandemia –lo que ha disparado la demanda de los países–, y también estructurales o menos recientes, como el acaparamiento de cereales de China, el encarecimiento del transporte marítimo de mercancías o la cada vez mayor demanda mundial de biocombustibles. La economía canaria es un ejemplo de las consecuencias de ese cóctel en el comportamiento de los precios de los alimentos, que han aumentado un 7% en el último lustro y un 1,7% desde febrero de 2020, el último mes antes del estallido de la pandemia en España.

Llenar el carrito de la compra en el Archipiélago es hoy un 35,8% más caro que en 2002

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El coste de la enseñanza es otro que cada septiembre, con el inicio del nuevo curso, las familias miran con lupa. Los precios de las matrículas, las tasas o las cuotas de los centros educativos se han disparado la friolera de un 63,3% en los últimos 20 años. Y a esta notable subida hay que añadir un también sensible incremento del precio de los libros, que cada septiembre se llevan un buen bocado del presupuesto familiar y que hoy cuestan un 46% más que en 2002.

Con el progresivo encarecimiento del barril de petróleo –en realidad se trata de un encarecimiento generalizado de las materias primas–, no sorprende que también los servicios de transportes sean mucho más caros que hace 20 años, tanto como un 49% más, según los datos del Instituto Canario de Estadística (Istac).

Ropa y calzado

Uno de los pocos gastos habituales en los que los hogares de la Comunidad Autónoma pueden encontrar un alivio es en la ropa y el calzado. Comprarse un traje, un vestido o unos zapatos es de media un 5,1% más barato que dos décadas atrás. Solo la vestimenta –por el notable crecimiento de la oferta–, el mobiliario del hogar y el ocio y la cultura cuestan menos, de entre los grandes capítulos de gasto de las familias, que en 2002. Pero ocurre que los muebles, que se han abaratado desde entonces un 0,9%, no son una compra tan recurrente, al tratarse de bienes duraderos, mientras el ocio y la cultura –la entrada del cine, la butaca del teatro, un disco– han bajado un considerable 13,2%, aunque no son gastos perentorios.

En estos momentos es el recibo de la luz el que está pulverizando todos los récords casi a diario. No en vano, el precio de la electricidad se ha duplicado en el mercado mayorista desde 2008. Dicho de otro modo: se ha duplicado en los años transcurridos entre la crisis financiera y la crisis del coronavirus. Es verdad que la evolución del coste de la electricidad en el mercado mayorista no puede extrapolarse directamente al mercado minorista –las familias y las empresas, es decir, los consumidores–, pero sí sirve como indicador, ya que si sube en el primero también subirá, en mayor o menor medida, en el segundo. La estadística del Istac muestra cómo el precio medio de la electricidad y el gas en el mercado minorista se ha incrementado en las Islas un 24,4% solo en el último año, una subida sin parangón con la experimentada por ningún otro bien o servicio. En definitiva, una abrupta, reciente y tan extraordinaria subida que explica en gran medida por qué el coste medio de la luz y el gas ya es en el Archipiélago un 85,6% superior al de 2002.

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