Adolfo Díaz-Ambrona (Badajoz, 1981) es secretario general de la Cámara de Comercio de España y vicepresidente del Centro Español de Mediación, entre otros cargos. Defiende la vigencia de las cámaras a través de su vocación de servicio y, sobre la crisis, alerta de que el tiempo de los créditos blandos ya ha pasado.

¿Qué rol tienen las cámaras de comercio en la mediación?

Son corporaciones de derecho público y por ello tienen entre sus funciones la de velar por los intereses generales de las empresas. La mediación es un servicio que prestamos y que genera una enorme competitividad. Los plazos de un proceso judicial son mucho más largos que en una mediación, quienes recurren a este servicio reducen notablemente los costes.

¿Es un matrimonio con futuro por delante?

En la legislación de cámaras están presentes tanto este servicio como el de arbitraje. Es, por tanto, un matrimonio que viene ya de muy lejos y que esperamos que se mantenga mucho tiempo más.

Le pregunto ahora por el rol que tiene la mediación en la resolución de conflictos entre empresas. ¿Es un papel protagonista o secundario?

Hay que diferenciar el ámbito de las relaciones. En el internacional es casi obligado recurrir a ella en caso de conflicto. Una empresa de, por ejemplo, Singapur no quiere someterse a la jurisdicción de Nueva York, ni viceversa. Ahora, en el plano doméstico la mediación no arranca del todo.

¿Por qué?

Yo entiendo que la mediación debe descansar en el principio clave de la confianza que genera en las empresas que recurren a ella. La Justicia aporta una confianza tremenda a las partes porque, entre otras cosas, tiene unos profesionales muy buenos. Ahora bien, la saturación en los juzgados, y más ahora con la litigiosidad que se va a derivar de esta pandemia, se traduce en plazos muy largos hasta que llega la resolución. Esa mayor rapidez de la mediación es la que aporta la competitividad a la que aludía al inicio.

¿Y cómo se genera esa confianza para atraer empresas? ¿Andando para demostrar el movimiento?

El Instituto de la Mediación está en ello y lo cierto es que aún no ha logrado arrancar. Desde Cámara de Comercio de España, en colaboración con todas las territoriales, con las instituciones y con el Poder Judicial, tenemos que promocionarla y difundirla para darle impulso. La suma de todos estos actores beneficia a cada uno de ellos y a las empresas. Por otro lado, como dice, las instituciones que generamos –Centro Español de Mediación o, en este caso, Servicio de Mediación de la Cámara de Comercio de Gran Canaria– tienen que cumplir con los mejores estándares internacionales para generar la confianza necesaria.

La Cámara de Gran Canaria tiene actualmente un proyecto piloto en marcha. ¿Sabe cómo está funcionando?

Me entrevisté [ayer] con la viceconsejera de Justicia [del Gobierno de Canarias, Carla Vallejo] y lo primero que hice fue darle la enhorabuena por esta iniciativa, que está entre las pioneras en España. Como le dije a ella, es una pica en Flandes, un ejemplo paradigmático de colaboración público-privada; en este caso los juzgados de lo Mercantil derivan casos al Servicio de Mediación de la Cámara. Ella está constatando unos resultados magníficos, hasta el punto de que hemos planteado que si continúan así, el convenio debería extenderse a las cuatro cámaras canarias y que el número de asuntos comience a crecer de manera exponencial. Los datos son muy favorables.

¿Derivar casos hacia la mediación no es perder la tutela judicial efectiva?

Son cuestiones diferentes, hay un Poder Judicial, que es público, y existen mecanismos alternativos para la resolución de conflictos entre los que está la mediación y que forman parte de la esfera privada. Dos empresas deciden libremente si encargan la resolución de sus diferencias a los tribunales o si intentan llegar a un acuerdo entre ellas con la ayuda de un mediador. Faltaría más que en el estado social y democrático de derecho en el que vivimos, en el que rige la autonomía de las partes, las empresas no puedan decidir si resuelven el conflicto ellas por sí mismas.

El Círculo de Empresarios señalaba la semana pasada que hay desconfianza entre lo público y lo privado, y eso puede ser un lastre para salir de esta crisis.

Yo la desconfianza no la veo, pero sí es cierto que falta apostar más por la colaboración público-privada. Más que por desconfianza, ocurre que en España no hacemos el suficiente esfuerzo por que ese tándem cobre fuerza. En la Unión Europea se está impulsando y terminará por calar. No ha ocurrido aún aquí por una cuestión de idiosincrasia y es cierto que en situaciones de crisis tenemos que ir todos juntos.

¿En qué punto está la recomposición de las cámaras de comercio tras la abolición en 2010 de la cuota cameral obligatoria?

Aquello nos obligó a reinventarnos desde el punto de vista de la financiación. Esa reducción tremenda de ingresos conllevó unos ajustes de igual tamaño. Desde mi punto de vista, se generaron entidades mucho más eficientes. Han pasado diez años y en el proceso de adaptación lo que tienen muy claro las cámaras es que su razón de ser va a venir determinada por la vocación de prestar servicios a las empresas. Ya está sucediendo, crece la percepción de que la Cámara les es muy útil para desarrollar su actividad.

Más allá de lo sanitario, ¿en que situación ve a España en la carrera por superar esta crisis?

Cada día que pasa vemos que es muy complicado atender al mismo tiempo la crisis sanitaria y la económica. La primera no está controlada y eso nos obliga a adaptarnos a las restricciones, lo que merma la capacidad de superar la crisis económica. Dicho esto, lo que tenemos claro es que las empresas son pieza clave de nuestra sociedad y del estado de bienestar porque son las que generan empleo, que es lo que crea riqueza, y están muy afectadas.

¿Qué hacer?

Ya no estamos en ese primer momento en el que se ofrecía financiación en condiciones favorables, desde el ICO, por ejemplo. Hay tal apalancamiento, tal endeudamiento, que ya es necesario pasar a las ayudas directas, que es lo que está haciendo Europa, con Alemania como ejemplo. Para las empresas que sean viables, claro. Por lo demás, estamos en manos del funcionamiento de la vacuna.