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30 años de los jjoo de barcelona 92

Manuel Huerga: «La ceremonia de Barcelona marcó un cambio de rumbo»

Manuel Huerga, cineasta, director artístico de las ceremonias de apertura y clausura de Barcelona 92. | ELISENDA PONS

Usted fue el director artístico de las ceremonias de apertura y clausura de los JJOO de Barcelona 92. ¿Cuál era la consigna que tenía a la hora de prepararlas?

Una de las grandes consignas que tenía Pepo Sol, que fue el auténtico artífice de todo, es que teníamos que hacer una ceremonia que no se pareciera a ninguna otra, romper moldes. Y, sobre todo, que se alejara de ese aire marcial, de desfile y de espectáculo paramilitar, que acostumbraban a tener las ceremonias olímpicas. Debíamos representar a la ciudad, a Cataluña, a España, pero también tenía que haber algo mediterráneo y teníamos que ser europeos. Esos eran los ingredientes con los había que jugar.

¡Y vaya si consiguieron diferenciarse de otras ceremonias!

Barcelona marcó un antes y un después. Todas las ceremonias que vinieron detrás, de alguna manera, bebieron del cambio de rumbo que dio Barcelona. Por ejemplo: para hacer el mar Mediterráneo de La Fura dels Baus, se nos ocurrió cubrir el estadio con una tela azul. Unos años más tarde, Atenas hizo lo mismo, pero con agua de verdad, y en Pekín lo proyectaron. Ese pequeño detalle, que con los años ha ido mejorando gracias a los avances técnicos, fue porque nosotros nos obsesionamos con que fuera un espectáculo diferente, muy visual y pensado para la televisión. Gracias a eso, después las ceremonias se tomaron muchas más libertades de las que se habían tomado hasta entonces.

¿Cómo acabó dirigiendo las ceremonias? Porque en principio esa responsabilidad estaba destinada al cineasta Bigas Luna.

Fui director un poco de rebote. Bigas Luna propuso muchas ideas imaginativas, pero difíciles de llevar a término. Pensó en hacer con los voluntarios una inmensa paella disfrazándolos de granitos de arroz, o soltar un toro en medio del estadio para que una paloma se posara en su cabeza. Esas ideas encontraron muchos inconvenientes y al final dijo que se iba a rodar una película, Jamón, jamón, que acabaría siendo el primer filme de Javier Bardem y Penélope Cruz juntos. Y como yo era el ayudante de Bigas me pusieron a mí a dirigir, con 33 años.

Menuda responsabilidad siendo tan joven.

Nos decían: ‘Atención, que una ceremonia olímpica da la nota de lo que vendrá después. Si es fantástica, el resto de los Juegos irán bien, pero si no, la gente ni los verá’. Así que imagínese la presión. En definitiva me lo pasé bien, dejando de lado algunas anécdotas, como que un mes antes del estreno se cayeron los anillos del escenario.

¡Vaya, qué contratiempo!

Sí. Una obra faraónica y se cae. Por suerte no hirieron a nadie. Para cosas como estas no estás preparado, son imprevistos. Pero luego tuvimos suerte y pudimos hacer la ceremonia que nos imaginamos.

¿Cuántos años necesitaron para que se fraguaran las ceremonias de apertura y de clausura?

Si contamos desde el primer día, seguramente más de dos años y medio. Porque mi hija nació en 1990 y eso ya estaba un poco en marcha. La anécdota es que estábamos en el hospital después del nacimiento y me llamó Pepo Sol para preguntarme qué estaba haciendo. Al decirle que estaba sin trabajo, me dijo que fuera al día siguiente a verle y ya me fichó para el equipo, cuando todavía estaban en la fase de preparar el concurso. Luego, durante el proceso, fueron cayendo muchos proyectos porque eran irrealizables, caros o porque a alguien no le gustaban, y fuimos rectificando cosas sobre la marcha.

¿Qué era lo que más le preocupaba? ¿El encendido del pebetero?

Nos preocuparon muchas cosas, sobre todo las que no puedes prever. Porque, por ejemplo, en el ensayo general, el barco de La Fura dels Baus se atascó y no avanzaba. ¡Quién iba a decir que pasaría eso, cuando había ido bien tantas veces en los ensayos previos! Si eso te pasa el día de la ceremonia, vaya fracaso. Hay un dicho que dice que debes desear que en un ensayo general te pasen todas las cosas malas, porque si todo va perfecto, irá mal en el día del estreno. Y nosotros confiamos en que ese dicho fuese cierto. Aunque había puntos sensibles y sí, uno de ellos era el encendido del pebetero.

La imagen del arquero paralímpico Antonio Rebollo lanzando la flecha es icónica, pero tenía sus riesgos.

Pepo Sol decía: ‘Si no hay riesgo no hay emoción’. ¿Y qué riesgos había? Que la flecha, en vez de ir al pebetero, fuera a un espectador. O que Rebollo no acertara, cuando habíamos ensayado millones de veces y siempre lo hacía. O que no se encendiera el pebetero. Era un punto muy sensible, pero pensábamos que si salía bien, ya teníamos el 90% ganado.

El método de encendido del pebetero era muy innovador.

Era innovador por sencillo, porque todas las ceremonias se complican la vida inventando cosas y este método no podía ser más sencillo. De tan sencillo, daba miedo. Tuvimos suerte, porque también podíamos haber fracasado con esto y lo hubiéramos pagado el resto de nuestra vida.

Pero tendrían un plan B.

La función de la flecha era hacer como de cerilla y cuando pasara por encima del pebetero, el fogón se encendía. El plan B era que si tanto Rebollo acertaba con la flecha como si no, el pebetero prendiera. Seguramente se hubiera encendido aunque se hubiera desviado la flecha. Tienes que intentar asegurar que el espectáculo no falle, así que teníamos unos planes B más o menos apañaditos. Pero si nos ponemos muy frikis, teníamos que haber cubierto a toda la gente que había bajo el pebetero para que la flecha no fuera a parar a un turista. Podríamos haber hecho mil cosas, pero habría sido imposible. Así que teníamos que confiar en que Antonio Rebollo acertara.

El día de la ceremonia de inauguración de los JJOO había previsión de lluvia. ¿Qué hubieran hecho si les hubiera pillado el chaparrón en mitad de la ceremonia?

Teníamos varias opciones, porque hay diferentes grados de lluvia. Si caía una chirimiri no parábamos; si la lluvia era fuerte pero duraba poco tampoco se paraba; pero si caía un chaparrón y la gente comenzaba a irse había que parar. Eso sí, el superchaparrón no se esperaba. La previsión del tiempo la teníamos un año antes y se iba actualizando día a día. Nos la ofrecía hasta la NASA. Pero hasta el mismo día no puedes estar completamente seguro de lo que pasaría. Además, nos decían que estadísticamente el 25 de julio era un día en que no solía llover.

El día de la ceremonia de clausura, con los Manolos en acción, también tuvieron un imprevisto cuando se subieron los atletas al escenario.

Sí, estaban Los Manolos y Peret calentando el ambiente con la rumba y El meu avi y eso y los atletas se fueron subiendo espontáneamente al escenario a bailar. Constantino Romero tuvo que pedirles que se bajaran, porque el escenario no estaba preparado para aguantar a tantas personas encima y, además, dando botes. Por suerte obedecieron y no pasó nada. Porque nosotros vivimos un momento de pánico y ya veíamos los titulares hablando de una auténtica desgracia. Todo el éxito y el prestigio que habíamos consolidado en los 15 días previos podría haber acabado en catástrofe.

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