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una canaria en el filo del mundo

Daila Ojeda, sola ante la roca

La canaria, de 41 años, es una de las escaladoras más.

reconocidas del mundo P «Me mantiene en el presente

y me. hace sentir bien», asegura.

Daila Ojeda escala una de las paredes del macizo montañoso de Los Dolomitas, en los Alpes italianos. | BERNARDO GIMÉNEZ

«Escalo porque me mantiene en el presente y me hace sentir bien». Daila Ojeda Sánchez (Agüimes, Gran Canaria, 30 de junio de 1981) habla despacio, con una voz dulce y un marcado acento canario. Lo hace por teléfono, desde algún punto de la región italiana de Treviso donde, por momentos, se cuela el canto de un pájaro en la conversación. Debajo de su cuerpo, que en algunos momentos incluso pueda aparentar algo de fragilidad, se esconden unos músculos y unas fibras que la han llevado a convertirse, a sus 41 años, en una de las escaladoras más reconocidas del mundo, lo que la ha llevado a estar patrocinada por marcas tan potentes como Black Diamond y Scarpa. En el mundo, que no en su tierra, donde siempre ha pasado desapercibida, únicamente conocida entre los usuarios más activos de esta actividad deportiva que, como explica, consiste en competir contra uno mismo. Durante una charla que se alarga hasta cerca de una hora, que por causas desconocidas se corta cada 15 minutos, repasa cómo aquella joven lagartera amante del mar conoció por casualidad el mundo de la escalada y se ha convertido con el paso de los años en una referente que trepa por las paredes más difíciles del planeta.

Una actividad organizada por el Ayuntamiento de Agüimes permitió a Daila descubrir el mundo de la escalada. No recuerda la fecha. «Guardaba el póster de esa competición hasta hace poco, pero ahora no lo encuentro». Tenía 18 años. Aquel día «no hacía nada» en especial, pero fue el día que le cambió la vida por completo. Se presentó en el polideportivo municipal para interesarse por aquella actividad prácticamente desconocida y vio a «esa gente subiéndose por ahí», por un rocódromo. «Me gustó todo, sobre todo ver a las chicas, el tipo de movimiento, el tipo de actividad, tan bonita, tan estética». Aquello para Daila no era un deporte, era «otro tipo de vida». Así fue creciendo, introduciéndose en un pequeño mundo que apenas tenía unos cientos de aficionados en el Archipiélago. Fue un flechazo a primera vista. También ayudó que en su municipio se comenzaran a construir infraestructuras para promocionar esta disciplina. «A raíz de otra compe se construyó la primera sala de búlder (pequeñas paredes de hasta ocho metros que se suben sin medidas de seguridad) en Gran Canaria». Vio que no se le daba mal. «Sentía que disfrutaba con lo que hacía, en todos los sentidos».

Su conexión con el deporte la mantuvo durante su etapa universitaria. Llegó a cursar hasta cuarto de INEF (Instituto Nacional de Educación Física) en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). Pero su cabeza estaba centrada en la escalada. Conquistó todos los muros habidos y por haber en Gran Canaria. Hizo lo propio en Tenerife. Como se suele decir, las islas se le hicieron chicas. «Al ser sólo basalto (el tipo de piedra), si quieres progresar y ser una escaladora polivalente, fuera encuentras diferentes tipos de rocas, de estilos, vías largas, de continuidad». Decidió hacer las maletas e irse a vivir a Cataluña. «Es uno de los mejores lugares del mundo para la escalada deportiva». Conoció amigos que fueron los que la animaron a probar una nueva aventura. A intentar nuevas paredes. Decidió abandonar los estudios. «Eso fue difícil. Para mí siempre ha sido difícil tomar decisiones». Intentó después retomarlos en Lleida, donde vivía, pero la cabeza no se lo permitió. «Cuando estudiaba, pensaba que tenía que estar escalando; y cuando escalaba, al revés, que debería estar estudiando». Ese dilema la llevó a tomar la decisión definitiva: «Dije: ‘Ok, lo dejo y a otra cosa, no se puede’. Era una preocupación más que una ocupación».

Necesitaba estabilizar esa cabeza que tan importante es en un deporte en el que, a la mínima falta de concentración, el trabajo de toda una jornada se puede ir al traste. «La parte mental es más importante, pero claro, la parte física juega un papel muy significativo», responde a la pregunta de qué importa más en una actividad como esta, si el cuerpo o la mente. «La escalada es un deporte supercompleto, está la fuerza, la técnica, la flexibilidad, la gestualidad también; pero todo eso, sin una buena cabeza, no sería posible avanzar». «Con una buena cabeza y un físico no tan bueno se podría escalar, una cosa no es sin la otra», continúa, «pero seguro que el aspecto mental es más importante que el físico».

En Cataluña se convirtió en la primera mujer en escalar alguna de las paredes más complicadas. Mind Control (8c) —la dificultad en el sistema francés se mide en números, con el 9 como máximo, y letras, siendo la superior c—, Fish Eye (8c) o China Crisis (8b+) fueron algunos de sus éxitos en la localidad de Oliana, una de las mecas de este deporte a nivel mundial. Y llegó un momento en el que se vio ante el mismo dilema al que se había enfrentado poco más de una década antes en el Archipiélago. «En Cataluña estuve muchos años y ya los muros, que cuando llegué eran prácticamente nuevos y estaban recién equipados, empezaban a no ser tan nuevos para mí y todo lo que podía hacer de mi dificultad máxima ya lo había hecho». A ello se unía su pasión por la aventura, por imponerse nuevos objetivos, conocer nuevos lugares. Puso primero rumbo a los Alpes franceses y después a Los Dolomitas italianos para afrontar nuevos desafíos, agarrada a las vías largas de roca caliza con su característico color blanco. Allí grabó junto a Black Diamond uno de los vídeos más espectaculares que tiene publicada la marca estadounidense en la plataforma YouTube. «Me encanta, esta vía me encanta», declara a cámara en uno de los momentos mientras se la ve prácticamente colgada de la pared Menhir (8b), con un vacío por debajo de varios metros de altura. «Los Dolomitas tienen un ambiente único que las hacen diferentes del resto de montañas, es tridimensional, gigante, siempre rodeados de montañas supergrandes». Esa magia la ha capturado tanto que ahora reside en la región italiana del Veneto, entre Venecia y Austria.

El avance, esa mejora en sus registros durante estos últimos años, la ha llevado a ver la escalada de una forma diferente a cuando comenzó, sobre todo en lo económico. «Nunca he asimilado que sea profesional», apunta, para después desarrollar que siempre ha tenido una «espina» que le impedía reconocer que lo que estaba haciendo era su trabajo. «No me he considerado deportista profesional hasta hace poco, cuando me dije: ‘ok, me dedico a esto, me encanta y me pagan’». Y es que, hasta hace unos años cuando las grandes marcas apostaron decididamente por ella, Daila Ojeda siempre pensó que debería tener «un trabajo normal». «De hecho, aun pudiendo vivir de esto, porque tengo esa suerte, padezco del síntoma del impostor, no te crees lo que te está pasando y quieres buscar algo más normal, como todo el mundo» porque siempre sintió que la escalada era más «una historia personal» que un empleo «con sus horarios y sus días de vacaciones».

Su posición da valor a la presencia de las mujeres en un deporte que se relaciona con la fuerza. Daila admite que en su disciplina predominan los hombres y que la presencia femenina ha sido históricamente minoritaria. Una imagen que se está revirtiendo. «Seguro que hay muchos más hombres que mujeres, pero creo que los últimos años se ha multiplicado el número de mujeres fuertes que han hecho cosas increíbles». A ello, a que las voces femeninas estén cada vez más presentes en las grandes paredes, también ayuda que sea un deporte que está en auge entre el público general por dos motivos. Uno de ellos es la inclusión de la escala deportiva como modalidad olímpica en los pasados juegos de Tokio, donde el español Alberto Ginés se hizo con el oro. La escaladora canaria reconoce que no le motiva la competición. «Me gusta estar fuera, en la naturaleza, los paisajes, el estilo de vida de estar por ahí con la furgoneta, compartiendo con la gente». Pero, añade, admira la capacidad de entrenamiento de los escaladores olímpicos. «Hay mucho trabajo detrás de cada uno de ellos» y «es una manera de reconocer» a quienes practican este deporte.

El segundo de los motivos son los documentales como Free Solo, que se hizo con el Oscar en 2019, o The Dawn Hall, ambos con la mítica pared El Capitán del parque estadounidense de Yosemite como escenario. En este sentido, Ojeda piensa que estos largometrajes pueden servir de motivación para quienes se están iniciando en este mundo. «Tú experimentas lo mismo [que se ve en los documentales] en un rocódromo cuando estás empezando a escalar, la experiencia es la misma». Lo único que espera es que quienes después se animen a salir a la pared natural «sigan las normas éticas de qué es lo que hay que hacer». «Al final en un rocódromo todo está supervisado, pero en la roca tú tienes que gestionar todo, ver por dónde vas, limpiar las vías, asegurarte de que si algo es peligroso informarás a la población local para que se haga algo... es diferente y eso se tiene que educar a través de los rocódromos», apostilla.

Para poner su granito de arena, Daila Ojeda ya prepara junto a un productor canario la grabación de una cinta con la que quieren narrar su vida, su experiencia. «Me lo propusieron durante una presentación que hice en Gran Canaria y en Tenerife. Una de las personas que asistió a una de ellas, que no sabía lo que yo hacía, me propuso hacer una peli». «Puede ser algo bonito, que pueda animar a futuras generaciones» para que la escalada, y la figura de Daila Ojeda, estén reconocidas en el Archipiélago.

Y es que su nombre ha pasado desapercibido en las Islas durante las últimas dos décadas pese a los hitos que ha conseguido. «No sé», contesta a la pregunta de si cumple ese dicho de que nadie es profeta en su tierra. «Es un deporte que no es tan reconocido en Gran Canaria, en las Islas en general; creo que sería interesante prestarle más atención porque incluso se podría atraer un turismo más sano, no sólo de playa, sino que el visitante pueda combinar el trekking con la escalada».

–¿Quizá su figura no sea tan reconocida por la falta de competitividad que existe en la escalada tradicional?

–Igual, como que es más difícil de explicar al público porque no hay un tiempo o un puesto en la clasificación.

Sea como fuere, a esta agüimense no parece preocuparle si es mediática o no. Se centra en seguir su propio modo de vida junto a su amiga inseparable, que tiene un nombre muy canario: su perra labradora Chaxiraxi. «Chaxi», como la llama, «es mi compañera de vida desde hace trece años, es mi familia, es lo que más me acerca a casa cuando no estoy en Gran Canaria». Tanto que apenas se separan. «A veces hago viajes en la furgo, como cuando he ido a Grecia, que sé que puedo ir en avión rápido, y la verdad que me gusta más hacerlo en barco, aunque supone más tiempo y más gastos, para llevármela conmigo».

Daila habla de Gran Canaria. Durante la entrevista menciona a la Isla en varias ocasiones. Isla donde creció más apegada al mar, a los buguis, a la playa de El Cabrón donde le encanta bañarse cada vez que llega para estar con los suyos, que a la montaña que a partir de los 18 años le dio la oportunidad de conocer un nuevo mundo escondido. «Gran Canaria es mi casa, me siento muy apegada a la Isla y la tengo como el lugar donde me siento bien, como si no hubiese pasado el tiempo, segura, en la zona de confort», dice. «Me siento orgullosa de ser de Canarias, me parece un lugar especial», donde ha grabado algunos de sus vídeos para explicar a todos los apasionados de este deporte cuál es su origen. Gran Canaria está ahí. «Siempre que voy me planteo quedarme un poco más, pasar meses,». Pero, como le revela Escribano Andretta (David di Napoli) a Pablo Sandoval (Guillermo Francella) en la película El Secreto de sus Ojos, «una pasión es una pasión». Y la de Daila Ojeda es la escalada.

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