Buenas maneras, pero poco filo del Tenerife en Gijón

El equipo blanquiazul pierde en su visita al Sporting por un gol de Queipo en el arranque del segundo tiempo. Los de Ramis, superiores por momentos, no encuentran el camino del gol.

Corredera y Queipo

Corredera y Queipo / LaLiga

Julio Ruiz

Julio Ruiz

El Tenerife debió sentirse en El Molinón igual que muchos de los equipos que han caído en su trampa. Tuvo más el balón que su oponente y, por momentos, fue mejor, pero se quedó sin pegada y sin suerte –remate al palo de Romero en el alargue– para neutralizar una mínima desventaja. Vamos, que el Sporting ganó al estilo Tenerife.

Y eso que la tarjeta de presentación invitó al optimismo. Porque, quitando el resultado –que quizás es mucho quitar–, los blanquiazules le dieron cierta continuidad a la evolución y madurez de su fútbol. El equipo va compitiendo con un funcionamiento más constante. Después de un tramo inicial de la temporada irregular en todo, en juego y en resultados, ahora hace lo que se espera que haga bajo la supervisión de Ramis, y eso se supone que no es malo. Ya le sirvió la temporada pasada para rozar el ascenso. Por ejemplo, ya no es noticia que el primer paso en cada partido sea suyo. Que salga con decisión, con las ideas claras, siendo ambicioso. Es un equipo que no se lo piensa dos veces a la hora de morder en los arranques. No lo deja para más adelante, por si acaso, por si hay suerte y se encuentra con un gol tempranero que le facilite las cosas. Esa es su intención de entrada, ya sea en el Heliodoro o en otro estadio, como El Molinón. Otra cosa es que ese plan salga bien. Perosi no, sigue adelante sin titubeos. En un minuto ya había forzado una tarjeta amarilla y había generado una ocasión clara en forma de falta cercana al área. El origen estuvo en una veloz incursión de un eléctrico Iván Romero. Lanzado hacia la portería, el sevillano fue derribado y el árbitro pitó. Nacho fijó el punto de mira en el lanzamiento y puso en aprietos a Cuéllar, que hizo lo que pudo para desviar el disparo a córner. Había sido un primer aviso de un Tenerife aterrizado en el partido con personalidad y con las novedades en el once de Buñuel, el debutante Salas y Alexandre Corredera. Al final, Ramis optó por el catalán para completar el frente ofensivo –tuvo las bajas de Waldo, Elady y Dauda–. Álex se situó por delante de Aitor y Jurado, con Teto y Romero en los extremos.

Mientras tanto, el Sporting iba creciendo poco a poco, teniendo la pelota, ganando metros. Pero eso algo que también forma parte de modelo de juego del Tenerife de Ramis;eso de ir modulando la presión a su conveniencia para sacarse de la manga el factor sorpresa en cualquier momento. En este caso, el peligro podía estar en la inspiración de los jugadores ofensivos de un Sporting necesitado de puntos para alejarse de los puestos de peligro. Y cuando la necesidad se mezcla con el talento, ya hay mucho terreno ganado. En esa faceta, el tinerfeño Cristo ejerció de imán, de referencia, con Djurdjevic apareciendo desde su condición de goleador contrastado —pero con malos números esta temporada– y la potencia de Juan Otero, que armó el primer remate gijonés en el 16’. Escorado y fuera.

La respuesta llevó el nombre de Gallego con un desenlace similar a la acción de Djuka. Acto seguido, el ariete blanquiazul tuvo motivos para pensar que había sido objeto de penalti por un encontronazo con Cuéllar, a la caza de un balón aéreo, que el árbitro no castigó.

Con el primer tiempo avanzado, el partido iba teniendo un claro aspecto de igualado, de tender a desarrollarse con un dominio alterno, de estar sujeto a un golpe de acierto en medio del intercambio para desatascarse, porque la idea compartida era la de ganar. Nada de reservas innecesarias.

Y en esa dinámica, el Tenerife fue haciéndose con el control. Seguro con el balón, aunque quizás falto de profundidad, de conectar el último pase. Pero ya era una buena señal que el balón circulara más por el campo local, que las sensaciones fueran respaldando la propuesta tinerfeña –y apagando las gijonesas–. La grada lo notó y no tardaron en sonar los silbidos a un Sporting que empezaba a perderse en el camino, a sentirse impotente ante el amago de superioridad tinerfeña, no tanto por su pegada, pero sí por la solidez defensiva, la presencia en el medio y la movilidad de sus atacantes.

De ahí al descanso, lo más interesante sucedió en el área del Sporting. Primero con un gesto de alta escuela de Iván Romero:control en el área, giro y centro del delantero cortado por la defensa. La jugada continuó con una caída de Buñuel en la esquina del área, dentro, que se quedó en nada.

Los cimientos estaban puestos. Quedaba levantar el triunfo. Pero fue el Sporting el que entró mejor en el segundo tiempo. Una pérdida de Aitor propició un contragolpe de Queipo que acabó con un remate de Cristo desviado a córner. Los rojiblancos aprovecharon ese momento para ir a más, de nuevo con Queipo como protagonista, esta vez para conducir y encontrar una rendija para colar el balón en la portería y poner el 1-0 en el 49’. ¿Respuesta fría de la defensa? Salas y Nacho trataron de tapar al goleador, pero no impidieron su maniobra, le dejaron su espacio, suficiente para que armara el remate.

El empate pudo llegar –debió llegar– en el 54’, en un cuatro contra dos tras una pérdida de Marsá, la gestión de Jurado y la finalización fallida de Corredera. La cuestión es que el equipo había superado la crisis y volvía a tener pulso.

Y Ramis intentó acelerarlo con un par de cambios en el 66’, Mellot por Buñuel y Garcés por Teto. A esas alturas, los blanquiazules seguían progresando, mostrando buenas maneras, pero sin el filo suficiente para acercarse al empate. La producción en ese tramo se había reducido a un tímido chut de Corredera (65’) tras una acción de Teto. Luego, por alto, Sipcic insistió con un remate que salió fuera. La posesión estaba siendo tinerfeña, pero en zonas de baja influencia. El papel que tantas veces había interpretado, el de aferrarse a su ventaja y sufrir en defensa, estaba ahora en las manos del rival, un Sporting ordenado atrás –puede que demasiado– y renunciando a desprotegerse, aunque sin perder de vista un segundo gol; eso sí, a base de contragolpes, como el que culminó Queipo sin la puntería necesaria para batir a Soriano.

Por probar suerte, viendo que el Tenerife estaba cada vez más espeso en la creación, Ramis hizo tres cambios de una tacada. Puso a León y a Durmisi, pero también a Shashoua, que en su primera intervención le puso un centro a Enric que no acabó en gol por poco.

No fue la única que tuvo el equipo. Ya en el alargue, Romero remató al palo. Si no había entrado esa, no iba a entrar ninguna. En definitiva, paso en falso de un Tenerife con más pinta de media tabla que de aspirante a la promoción.

Suscríbete para seguir leyendo