Victoria para reducir los nervios, que sirve de analgésico, congela debates –ya los había– y borra el cero del casillero blanquiazul de triunfos. Cayó el primero, que hacía falta. El Tenerife sufrió lo indecible para quebrar la igualada frente al Real Racing Club de Santander, rival de buenas prestaciones y que ofreció resistencia hasta que encajó el tanto definitivo de Borja Garcés, incuestionable gran protagonista del día. El melillense había fallado tres ocasiones muy claras y se desquitó a lo grande a la cuarta. El balón que cruzó la línea de meta, besó la red y supo a alivio para el delantero y a felicidad completa para el Heliodoro, que saboreó las mieles de una victoria tres meses y dos días después.

Marcó Garcés y fue como si el equipo se quitase toneladas de presión, como si el envite fuese una final y no una cita de primeros de septiembre. Existía la imperiosa necesidad de convertir el partido en victoria, así que el tanto decisivo fue una liberación, igual que el pitido final y el momento de abrocharse los puntos, imprescindibles. Para el Tenerife, romper su sequía de alegrías es un gran paso adelante. Ahora, podrá trabajar y construir su proyecto con una dosis extra de calma.

El partido no transcurrió conforme al guion deseado, lejos de la partitura que sí tuvo el anterior en casa contra el Lugo. Tardó apenas unos minutos el cuadro de Ramis en comprobar que tendría en el Racing a un hueso duro de roer. El cuadro de Guillermo Fernández Romo no renunció a la posesión del esférico, como tampoco a llegar de vez en cuando con claridad a los dominios de Soriano, que acabó la jornada con su primera puerta a cero. Otra buena noticia.

En el representativo, la semana había comenzado con malas noticias que se confirmaron en la tarde de ayer: la lesión de José León, enésima por problemas musculares. Se han convertido los contratiempos en una plaga, hasta el punto de que tuvo ayer Ramis que improvisar con una pareja de centrales inédita en los partidos anteriores (Sipcic-Carlos Ruiz) y otro tanto hizo en la sala de máquinas (Corredera-Sergio). No obstante, la ausencia que más se notó fue la de Shashoua, al que el equipo necesita como el comer. Sin él, se vuelve previsible. Y fue justo lo que le ocurrió ayer durante largo rato, mientras el gol se resistía y los nervios crecían.

La primera mitad fue de tonos grises. Eso sí, pudo haber cambiado para siempre si el árbitro pita un penalti que parecía claro y reclamó al unísono el cuadro anfitrión por un derribo evidente, el del exblanquiazul Germán sobre Sergio González. Pero no pitó Guzmán Mansilla, tampoco el VAR, a quien esperó el Heliodoro sin que diese señales.

Le costaba al representativo generar peligro, que sí provocó a la contra (18') en una clara opción para el velocista Dauda, que se impuso en la carrera a sus perseguidores y se plantó solo ante el portero Parera, con el que colisionó sin que hubiese disparo. Fue un buen aviso. A renglón seguido intentó combinar Sergio con Waldo, pero la conexión no funcionó; y llegó un disparo cruzado de Garcés (23'), que estrenaba titularidad. Tampoco hubo suerte.

Eran evidentes los problemas blanquiazules en la elaboración y la cocción del partido. Y faltaba la chispa de Shashoua, que siempre ejerce de factor sorpresa. Entretanto, el Racing iba creciéndose. Fue un jugadón el que tejió Íñigo Vicente, que se ganó un sitio para el disparo y probó los reflejos de Soriano, inconmensurable. No obstante, si hay una acción que debió girar el rumbo del partido fue –también a la contra– el servicio preciso de Gallego para Garcés, que perdonó ahí donde parecía más fácil marcar que fallar. Difícil de explicar que fuese a chutar fuera, como también que su siguiente oportunidad clara (34') tampoco acabase entre palos. 

Así finalizó la primera mitad, con la sensación de que hacía falta una marcha más para que el Tenerife pudiera arrimar los puntos a su casillero. No obstante, quien iba a desatascar la contienda ya estaba en el verde: Borja Garcés, que aún no sabía que iba a ser el gran protagonista. Primero por sus fallos; luego por la redención. El centro desde la derecha de Waldo fue exquisito para él y el melillense solo tuvo que rematar, en el corazón del área, con misma dosis de eficacia que de contundencia. Ahí se acabó el partido y también la vida para el Racing. Parecía interpretarlo así el propio equipo cántabro, que ya se conocía este guion. Todas sus derrotas y todos sus goles los había encajado en la segunda mitad, también ayer, cuando su ímpetu se fue apagando hasta quedar reducido a la nada.

Para cuando pensó en reaccionar el Racing ya había extremado las precauciones Ramis, que priorizó guardar el resultado antes que adornarlo. Era crucial firmar la primera portería a cero de la temporada para volver a la tranquilidad perdida, recuperar hábitos felices y recorrer sin sobresaltos el camino hacia la victoria. El caso es que aquellos minutos no fueron solo un trámite; también el escenario perfecto para ver lucirse a algunos de los nuevos refuerzos. Ya lo habían hecho el asistente Waldo o el goleador Garcés, a quien debe valorársele la perseverancia. Pero es que se llevó también el Heliodoro un regusto dulce del coraje de Romero o las pinceladas de Appiah, que apunta alto en su primer día en la oficina. Sin olvidar a la cantera, que ayer tuvo un papel notable con hasta tres tinerfeños (Teto, David e Ibra, todos ellos cumplidores) divirtiéndose a la vez en el jardín de sus sueños.

No fue un Tenerife brillante ni rotundo, pero sí ofreció el equipo de Ramis una primera tarjeta de presentación de lo que puede llegar a ser. Ya con la plantilla completa –aunque faltan los lesionados, que son muchos– tuvieron los nuevos en el Heliodoro una presentación en sociedad que invita a soñar. No es aventurado pronosticar que tiene Ramis un catálogo largo de argumentos y recursos, seguro mayor que el de hace un año por estas fechas; y con la calma que dan resultados como el de ayer, nadie descarta que llegue lejos. Al menos, esa es la idea. El primer paso se dio anoche. Tres puntos justos, una victoria para crecer.