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Fútbol internacional

Auge y desplome del fútbol chino

La Superliga, hace unos años polo de atracción de estrellas mundiales por sus desorbitadas fichas, ofrece hoy un panorama desolador de clubes históricos desaparecidos, salarios adeudados, estadios vacíos y cracks internacionales en éxodo

El Jiangsu Suning, vigente campeón de la Superliga china.

Al fútbol chino se le derritieron las alas al acercarse al sol. Un lustro atrás pretendía convertirse en la sexta liga del mundo tras los grandes campeonatos europeos y hoy todas sus señales sugieren una crisis estructural: clubes históricos desaparecidos, salarios adeudados, estadios vacíos, estrellas internacionales en éxodo y cerrado el maná del sector inmobiliario. El fútbol, al fin y al cabo, ha sido un verso libre en China. Es la única industria que no ha acompañado el auge nacional de las últimas cuatro décadas, tercamente asentada en el ridículo, y ha sufrido como ninguna los embates del coronavirus en un país que lo atraviesa sin apuros reseñables.  

La disolución del Jiangsu FC en marzo dio la medida del drama. No era un equipo cualquiera. Era el campeón vigente de la Superliga china (SLC) y con fichajes tan rimbombantes en sus días gloriosos como Alex Teixeira o el entrenador Fabio Capello o frustrados en el último minuto como Gareth Bale. Tampoco lo era su principal patrocinador. Suning es un gigante electrónico, con tiendas ubicuas en toda la geografía china. El brasileño Miranda aún litiga para conseguir los 10 millones de dólares que le deben.  

Es el caso más sangrante pero no el único. Doce de los 16 equipos de la SLC adeudan salarios a sus jugadores y apenas permanecen Óscar y Fellaini de la nómina de estrellas extranjeras que años atrás lustraba el campeonato. La gravedad del cuadro empujó a una docena de rutilantes empresarios a reunirse para salvar el campeonato, según el medio chino Sixth Tone. De ahí salió el compromiso de rebajar los salarios porque a aquellos bolsillos sin fondos se les ven ahora las costuras.  

Industria estratégica

El fútbol chino se había desarrollado con el aliento oficial. El presidente, Xi Jinping, lo definió como estratégico, tan hastiado como el resto de la hinchada local de las oprobiosas derrotas de su selección y del subterráneo nivel futbolístico y ético de su campeonato, habitual en las secciones de sucesos por la corrupción y las peleas barriobajeras.

Presentó en 2014 un programa con 50 puntos para una reforma con objetivos de corto, mediano y largo plazos, cuyo cumplimiento debería convertir a China en una potencia futbolística en 2050 y lograr la organización de un Mundial. Los empresarios, especialmente los del boyante sector inmobiliario, entendieron el mensaje.

Siguieron unos años locos, con compras de equipos europeos de rancio abolengo y de jugadores de primer nivel. Ya no llegaban sólo estrellas descatalogadas sino baluartes de equipos punteros. Antonio Conte, entrenador del Chelsea, alertó en 2016 del peligro chino tras perder a Óscar y Ramires. La SLC gastó en aquella ventana de invierno 300 millones de dólares, más que la suma de las cinco grandes ligas europeas. Carlos Tévez cobró 40 millones de dólares por una temporada en el Shanghái Shenhua que calificaría después de “vacaciones”.

La tormenta perfecta

Un argentino ignoto y ni siquiera internacional, Darío Conca, se había convertido dos años antes en el tercer jugador mejor pagado del mundo. Era un modelo hipertrofiado y ajeno a las dinámicas de la oferta y la demanda. Entre el 70 y el 80 % de los 180 millones gastados por los equipos en 2019 se fue en salarios de jugadores y el grueso acabó en las cuentas bancarias de la minoría extranjera.   

"El Gobierno introdujo un impuesto a los traspasos internacionales que hizo muy difícil que la Superliga compitiera por el talento global y las compañías ahora intentan reducir sus gastos para sobrevivir"

Kieran Maguire - Autor de 'The price of football'

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El campeonato ya se esforzaba tres años atrás en encontrar una audiencia suficiente, recuerda Kieran Maguire, profesor de finanzas deportivas en la Universidad de Liverpool y autor del libro 'The price of football'. “Los clubes recibían las subvenciones de las compañías propietarias con la aprobación y el apoyo del Gobierno. Pero este cambió de opinión porque no se sintió cómodo con el gasto exorbitante en salarios y traspasos. Introdujo un impuesto a los traspasos internacionales que hizo muy difícil que la SLC compitiera por el talento global y las compañías ahora intentan reducir sus gastos para sobrevivir”, añade.  

La situación ya era crítica cuando sobrevino la tormenta perfecta. Por un lado, el coronavirus, que suspendió el campeonato primero y recomendó después las gradas vacías. Y, por el otro, la crisis inmobiliaria, sublimada por el gigante Evergrande, propietario del Guangzhou, el equipo dominador en la última década. Trece de los 16 equipos están vinculados al ladrillo. Con un horizonte inquietante, cerrados los créditos que recibía alegremente de la banca estatal y sin aquel entusiasmo oficial, las compañías cerraron el grifo a sus equipos.  

¿Control estatal?

Es seguro que de la travesía en el desierto emergerá una fórmula más sensata. Chen Xuyuan, nuevo presidente de la Asociación de Fútbol de China, ya ha declarado extinto el modelo basado sólo en el dinero. Ha llegado el momento de “respetar las leyes del fútbol y las leyes del mercado, de formar a los jóvenes y de trabajar a largo plazo”, añadió la agencia de noticias oficial Xinhua. 

Persisten las dudas de cómo se resolverá la crisis y muchos apuntan al control estatal de los clubs. El aspecto de la liga, pues, dependerá de las prioridades gubernamentales. “Su progreso estará determinado por la voluntad de organizar un Mundial de fútbol. Si existe, entonces es importante contar con una SLC poderosa con una mezcla de talento nacional y extranjero. Si no es prioritario, el campeonato tendrá problemas para ser dominante ya que muchos aficionados chinos están ya familiarizados con la Liga y la Premier”, añade Maguire. Consiste, en cuentas resumidas, en que el fútbol atienda los criterios que explican el auge del resto de industrias de China. 

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