La gloria en un segundo. Mariño, que tuvo muy poco protagonismo aunque vivió fases de tensión durante toda la noche, apareció en el último instante para hacerse el héroe salvador de su equipo con una parada impresionante. El Tenerife, lanzado con descaro buscando el segundo gol, cercó a los gijoneses en el tramo final, Shashoua encontró la forma de evitar a Saúl y poner el balón sobre la línea del área pequeña, justo en el centro, por allí apareció Sipcic y martilleó el balón con la frente. Era gol... El premio a los méritos del equipo de Fran Fernández se evaporó esa jugada, en el 94'.

El Tenerife puede agarrarse a este partido para convertirlo en un acto de fe, recogiendo lo que sembró en su notable primera parte jugada en modo ataque organizado, y por su brillante reacción del tramo final, con cambios del suficiente peso ofensivo para inclinar, casi hundir, el campo hacia el ataque. En los dos tramos fue mejor, aunque cuando realmente hizo daño y pudo ganar fue cuando se volcó tras empatar, apretando hasta salir victorioso de cada disputa, con los costados doblados de jugadores de ataque (sobre todo el derecho con Jacobo más Shashoua), con mayor presencia en el balcón del área (Fran Sol más Manu Apeh), con los volantes muy valientes para presionar casi en tres cuartos de campo ofensivo (Zarfino más Ramón Folch)... La necesidad obliga. No siempre se puede jugar así, obviamente.

Fue la respuesta a la que se vio forzado el equipo de Fernández para cerrar el paréntesis que dejó abierto entre sus dos tramos de autoridad en el juego, el que abarcan los primeros 20 minutos de la segunda parte, cuando estuvo más laxo en todo. En especial en una jugada corregible. Pomares ya estaba evolucionado y descubrió todo el sector izquierdo, el Sporting recuperó en el medio, Nacho Méndez buscó ese espacio con su desmarque y por ahí se filtró hasta el área, donde encontró en ventaja a Pedro Díaz, que remató cruzado a la red. Era el minuto 64 y se desnivelaba una balanza que escenificó el pulso entre la transición local y la posesión visitante. Dos maneras de intentar ganar. El Tenerife puso el juego, el Sporting siempre organizado detrás de la pelota con su 4-4-2 de manual, tiró demarques verticales y quiso correr, pareció estar más cómodo así, partiendo de la base de una actitud encomiable para la disputa en todos los sectores. Ser mejor que un equipo así tiene mérito.

La reacción al gol encajado fue progresiva, en la medida en que los locales empezaron a mirar al reloj y a ceder más terreno. El Tenerife se instaló más a arriba y encontró el empate cuando menos claridad tenía en su empuje. Un mal despeje de la defensa lo devolvió al área Pomares, Zarfino apareció por el primer palo y prolongó el balón a la red bombeado por encima de Marino. Faltaban seis minutos, en los que, lejos de aquilatar el punto, el Tenerife se volcó. Total, ya tenía la dinámica. El equipo generó mucho cerca del área, el bloque enteró ganó campo y sometió al rival, entró Shashoua y entre él y Jacobo se adueñaron del costado derecho, por el que llegó el peligro. El propio Jacobo casi sorprende a Mariño, y Apeh no llegó a rematar por milímetros en el 89', pero el equipo siguió buscándolo y al final solo le separó del triunfo un palmo, el de la mano de un Mariño prodigioso.

Antes de que se sucedieran los acontecimientos en las áreas, el Tenerife firmó una primera parte notable. Los últimos fichajes y su adaptación al funcionamiento han ayudado a dar un salto de calidad que llena la vista. El tipo de jugador marca el estilo: el equipo domina el balón porque genera superioridad en zonas interiores, con los escalones cubiertos desde el inicio hacia adelante (Vada alimenta la media punta con nivel). Tener la pelota le permite juntarse, meter por dentro a Suso y Nono, sacar más arriba a los laterales... nada que ver con el recurso del pelotazo de los primeros partidos. El equipo de Fernández fue el dueño de la pelota, hizo ayudas para protegerse y mantenerse muy arriba. Las pocas veces que la perdió con el bloque tan alto, su repliegue fue rápido, aplicado, sin fugas en los costados (algo que solo sucedió más tarde en la acción del gol encajado) y negando los pases locales que buscaban directos a Dujka, siempre bien vigilado. Este desempeño vistoso y autoritario dio como resultado un primer tiempo en el que el equipo de Fernández disfrutó de un 64% de posesión, lanzó tres córners y remató cinco veces a portería, aunque solo una entre los tres palos. Le faltó profundidad para encontrar más veces y con alguna ventaja a Fran Sol, pero delante tenía un equipo en toda la extensión de la palabra. En la balanza del análisis de esta primera parte del encuentro hay que poner, al mismo nivel de importancia y mérito, el hecho que Ortolá no tuviera que intervenir, salvo en una acción de anticipación para abortar un pase largo sobre Cusmic. El Sporting vio a Ortolá desde muy lejos, fue en un disparo de Bogdan que rozó el poste. La pelota se la entregó en bandeja Zarfino, devolviendo la gentileza que había tenido Pedro Díaz con Suso un minuto antes. El tacuense recogió la mala entrega del 8 local y le pegó duro, muy ligeramente por encima del travesaño. Antes, a los 8 minutos, el propio Suso acarició el gol con un disparo de zurda desde fuera del área culminando una conducción en diagonal de fuera a dentro.

El Tenerife sale con un botín importante, en el que lo que menos pesa es el punto. Importa más la manera de conseguirlo.