El Tenerife empeora. Cada semana tiene más dificultades para imponer el estilo que propone; no domina el juego con la pelota y no logra ajustar la presión, por eso defiende abierto, en mucho campo, y se hace vulnerable. Contra estos argumentos hay excusas en cascada que tienen un peso indiscutible en la derrota. A saber: el equipo regaló el primer gol, Bermejo incurrió en una segunda amarilla absurda, Bruno Wilson puso en bandeja el contraataque del segundo gol, y Javi Alonso pudo haber evitado su roja... Todo eso es cierto, pero va en una línea paralela al análisis de contenido de este partido, que fue un punto y seguido al de Alcorcón. El Tenerife no funciona. Juega con mucha gente por delante del balón (Aitor muy desprotegido), elabora de forma previsible y gana pocos duelos arriba. La consecuencia es la tendencia al desequilibrio. Ayer, con independencia de la sucesión de accidentes relatados antes, el Mirandés fue mejor, impuso su estilo, sacó la pelota jugada, filtró bien para conectar con Javi Muñoz en la segunda línea y, todavía mejor para encontrar en Iván Martín el enganche de calidad que lo acercó al área. Por más excusas que se puedan esgrimir, la realidad es que ya el 0-1 llega tras una transición de los rojinegros en la que Bruno Wilson evita el gol de milagro y da origen al famoso córner, que deriva en una acción para el anecdotario grotesco del Heliodoro: la falta de entendimiento entre Sipcic y Ortolá. El serbio se agachó para dejarle el balón al portero y golpeó la pelota con la espalda superando a su compañero.

El Tenerife quiso ser vertical, pero no ganó duelos. Sus apariciones cerca de Limones fueron salpicadas, esporádicas, como sucedió con varios disparos con escaso peligro a cargo de Bermejo. Las dificultades del equipo para juntarse en campo contrario terminan deshilvanándolo. Incluso, transmite la errónea sensación de ser un equipo frío, indolente. Todo va en el juego, en sentirse por detrás del adversario. Suele suceder que los partidos planos los rompe un detalle de calidad, una acción diferencial, de esas que aclaran el panorama. Shaq Moore apareció en el 32' y presentó su mejor argumento en medio de la mediocridad: el pie derecho desde el que fluye la mayor cuota de peligro del equipo. Su centro tuvo la dificultad añadida de la distancia. Shaq no puso el balón desde el costado del área, sino desde tres cuartos de campo. Su globo lejano lo cabeceó en plancha Bermejo, por anticipación, para establecer un empate que premiaba el empuje de un Tenerife discontinuo y errático. Es cierto que entre el 0-1 y el descanso, las mejores ocasiones fueron blanquiazules, pero la realidad es que el equipo de Fran Fernández nunca se sintió dueño del partido.

El inicio del segundo período fue prometedor, el bloque pareció dar un paso al frente e iniciar la presión cerca del área rival. Eso permitió que Shaq Moore pudiera hacer más frecuentes sus subidas, aparecer más por tres cuartos de campo y darle un final más productivo a la jugada. Fueron sensaciones. Nada más. En realidad, el primero que pudo desequilibrar otra vez el partido fue el Mirandés, en una acción de Iván Martín, de nuevo indetectable, que dejó a Schutte frente al área. El portugués corrió con el balón y, cuando iba a fusilar a Ortolá, se encontró con la oposición de Shaq, que resultó providencial para evitar algo que acabaría produciéndose.

El segundo momento puntual que marca el desarrollo de esta mitad fue la expulsión de Bermejo, que en el afán de la disputa agarró al rival y, al caer, blocó el balón en el suelo. Una expulsión absurda que puso al equipo al borde del abismo (58'). El Tenerife intentó rearmarse en dos líneas, con Zarfino más a la altura de Aitor, y Apeh por delante. La respuesta de Fran Fernández fue vitalizar el equipo con la entrada de Jacobo por Suso. Los visitantes dieron un paso adelante, subieron sin disimulo a los laterales y rellenaron el campo por dentro. Filtraron pases sin dificultad: tocar y moverse... hasta presentarse en el área por afuera una y otra vez. Eso sí, evidenciaron la falta de un matador. Cuando más controlada parecía la caída local, otro error de un calibre impropio a estos niveles desencadenó la jugada del 1-2. Bruno Wilson quiso jugar hacia detrás, lo apretaron y entregó corta la pelota, el Mirandés armó una contra en superioridad, Iván Martín la acabó solo, Sipcic desvió con el cuerpo al larguero, y el rechace le cayó bandeja a Jirka, que marcó a puerta vacía (75').

En los últimos 15 minutos, los cambios que propuso el entrenador y las decisiones individuales dentro del terreno dieron la sensación de pérdida de papeles. Entraron Javi Alonso y Jorge. Al primero de ellos le pudo el exceso de ímpetu y se fue a la caseta a los 10 minutos por una plancha con el pie en alto, que tuvo que revisar el colegiado en el VAR. Entonces, Fernández metió a Alberto y a Shashoua y dejó al equipo en 3-4-1. El Mirandés empezó a mirar al reloj, dejó de dominar el juego y le dio algo de vida al Tenerife, que en un arreón de coraje estuvo cerca de empatar, en una llegada de Shaq Moore al primer palo y en un disparo de Jacobo desde fuera. En realidad, el déficit nunca estuvo en querer, sino en saber cómo. Tercera jornada, todo por hacer.