A una carta, sin poder hacer efectivo en buena medida el factor cancha -por la obligación de jugar a puerta cerrada- y midiéndose a un rival que llegará crecido y sin nada que perder. Así se jugará el Iberostar Tenerife el próximo martes su clasificación para los cuartos de final de la Champions. Un cara o cruz innecesario pero al que los laguneros se empeñaron a recurrir, de forma gratuita, por culpa de un partido horrible, falto de continuidad y en el que los de Txus Vidorreta mostraron una de sus peores caras en lo que va de curso.

Sufrieron de nuevo los canaristas para cerrar su propio rebote y que no le produjeran debajo del aro (con Desiron a la cabeza), y, sobre todo, se mostraron faltos de ideas para atacar, algo que quedó patente en el 9/27 en tiros de campo con el que llegó al descanso. Solo Shermadini en la pintura, y Díez desde el perímetro, aunque ambos de forma intermitente, sostuvieron a los laguneros, que tras verse 14 abajo (52-38) amagaron con una remontada (59-56) que finalmente no se produjo, toda vez que los isleños llegaron sin aire ni ideas al tramo más importante del choque.

Lejos de hacer valer su teórico fondo de armario superior, los isleños vieron como un aguerrido Oostende redobló esfuerzos desde el banco ante la tempranera lesión del senegalés Amar Sylla, que tuvo que dejar la cancha después de solo tres minutos de juego. Un revés que hizo crecerse a los locales, cuyos reservas se fueron hasta los 46 puntos frente a lo ridículos 15 aportados por los del Iberostar. Ridículos porque los laguneros echaron en falta la excelsa aportación en los días importantes de sus estrellas. Salin hizo 1/6 en triples, White solo aportó a cuentagotas y, especialmente Huertas volvió a dar la sensación de estar incómodo y hasta fuera de sí. Solo Álex López se salvó entre una segunda unidad en la que sigue sin haber noticias de Bogris, ni aquella chispa que recientemente mostraban Lundberg o Konate. Suficiente para que los tinerfeños se complicaran la vida y forzaran un, a todas luces inesperado -y hasta pernicioso para el futuro más próximo-, tercer partido.

De entrada solo Shermadini (y con cierta dificultad en unas continuaciones muy alejadas del aro) mantuvo agarrado al choque a los isleños (6-5). Pese a varias buenas defensas, el Iberostar sufrió con su pobre tiro exterior, ante su ausencia de balance defensivo (13-5) y la incapacidad de detener a Desiron bajo los aros (19-13, 9'), que habitualmente producía tras aprovecharse de rebote ofensivo. Solo alguna acción de garra de López, y los triples de Díez y Salin, dieron un respiro a los de Vidorreta (21-20, 11').

Reacción irreal, ya que el conjunto tinerfeño volvió a mostrarse blando atrás y hasta desquiciado en ataque frente a un rival que apretó todo lo que pudo y más ante la anuencia de unos colegiados que, eso sí, erraron de manera generosa para ambos bandos (30-22, 15'). Solo su presencia en la línea del 4,60 mantuvo a flote a los canaristas, ya que en cinco minutos sobrevivieron con un triple de López y nada menos que 11 libres para el 41-36.

La salida de vestuarios fue la confirmación de que el Iberostar estaba completamente desnortado. Falta de solidez en el 1x1, malas selecciones de tiro y nula transición defensiva. El Oostende se aprovechó de este panorama para anotar en varias ocasiones desde el 6,75 (sin apenas oposición) y disparar a los locales hasta el 52-38. El Canarias había tocado fondo. Solo cuando encontró dentro a Shermadini o atacó con criterio pudieron anotar los laguneros, que gracias a la aportación exterior de Díez y algún que otro minuto bueno de la dupla Huertas-López, llegó con opciones a la manga final (59-54).

Un final para olvidar

Se pusieron incluso a tres los isleños (59-56). Pero lejos de meterle el miedo en el cuerpo al Oostende, el Iberostar volvió a encadenar varios errores, fallando tiros liberados y llegando tarde a las marcas exteriores (68-59). Solo cinco puntos de White y un 2+1 de López abrieron la puerta a la esperanza (71-67, 36') antes de un epílogo caótico y para olvidar en el que el Canarias se empeñó en perder su identidad y regalarle a su adversario la opción de regresar a la Isla en busca de una machada.