Los futbolistas que pasaron por su camilla lo definen como "algo más que un masajista", un "referente" en tiempos difíciles o un digno portador del ADN del Tenerife. Así recuerdan a Onésimo Díaz, profesional que trabajó en el club durante más de dos décadas, desde 1969 a 1992, y que falleció el pasado domingo.

La historia del representativo en aquellos tiempos, la de los ascensos a Segunda División A en 1971 (entrenado por Javier García Verdugo), 1983 (José Ramón Fuertes) y 1987 (Martín Marrero) y a Primera en 1989 (Benito Joanet), entre otros muchos episodios en clave blanquiazul, incluirá para siempre un espacio dedicado Onésimo, conocido como "El Ciencia" por su habilidad para combatir molestias musculares y lesiones. "Tenía una intuición natural para prevenir lo que le podía pasar a un jugador", recuerda uno de los futbolistas que recibieron sus tratamientos, Quique Medina. "Para mí fue alguien muy especial, porque también estuvo vinculado al CD Alegría, que es el club del que salí en las categorías de alevín e infantil antes de pasar al juvenil del Tenerife", añade el exdefensa blanquiazul. "Mi relación con Onésimo fue mucho más allá, con su familia, él con mi padre... Desde niños estábamos en el barrio de La Alegría, así que él fue más que un masajista para mí, fue como un padre deportivo", confiesa el que fuera posteriormente entrenador y director deportivo de la entidad tinerfeña.

Como si no hubiera pasado tanto tiempo, Medina repasa lo que significó para Onésimo su progresión en el Tenerife. "Se sintió muy orgulloso por ver mi salto al primer equipo; pasamos buenos momentos durante muchos años".

Esa misma conexión entre el Alegría y la etapa de formación del Tenerife, a comienzos de la década de los 80, acercó a Onésimo Díaz al actual preparador del Cádiz, un Álvaro Cervera, que ayer también quiso mostrar sus condolencias por medio de la cuenta de Twitter del club andaluz. "Fue una persona muy allegada a nuestro entrenador", destaca la entidad gaditana.

Señales de luto desde la distancia y muy cercanas, como la del capitán de la plantilla blanquiazul en la campaña del ascenso a Primera de 1989. David Amaral define a Onésimo como un amigo y un profesional con "ADN del Tenerife" por su "dedicación al club durante tantos años y por su aportación en tiempos difíciles", momentos en los que el masajista tenía que asumir la responsabilidad de desempeñar otros cometidos. "Fue una persona entrañable, dentro de las dificultades que tuvimos en ese momento y en las que todos sacábamos el cien por cien para sobrevivir. Era uno de los referentes. Era masajista, pero también hacía las funciones de utillero, de delegado en los viajes... De todo", rememora Amaral, que igualmente pone de relieve el perfil humano de Díaz, un miembro más de la plantilla que "sabía sacar una sonrisa con sus anécdotas".

Sin duda, una figura fundamental en un club cuyos éxitos pasaron antes por la camilla de Onésimo Díaz, el masajista del Tenerife.