Entrevista | Carlos Javier Morales Escritor, ensayista y poeta

Carlos Javier Morales: «Cuanto más íntimo es el cuerpo de la persona amada más nos compromete»

«No concibo a un hombre ni a una mujer al margen de su cuerpo», asevera el escritor

Carlos Javier Morales

Carlos Javier Morales / El Día

Guillermo de Jorge

El escritor, ensayista y poeta tinerfeño Carlos Javier Morales presenta su último libro de poemas ‘Cuerpo Humano’, de la Editorial Renacimiento. Una obra que nos adentra en la aspiración de eternidad del ser, en la posibilidad de la vida imperecedera, con un lenguaje cercano a la soledad poblada de misterios, incluso del propio fin, de la búsqueda de la verdad o de la primera causa del Universo.

¿Qué impulso te llevó a escribir Cuerpo Humano?

El primer poema del libro, “Nosotros”, lo escribí en el mes de julio de 2019, aquí, en Tenerife. Hay en él un canto a los distintos materiales de nuestra naturaleza cotidiana, hasta que aparecen los dos cuerpos amantes, que les dan todo su sentido. Al mes siguiente tuve la suerte de pasar tres semanas en Florencia, visitando y revisitando muchas obras de arte donde el cuerpo humano, el cuerpo del hombre y de la mujer, adquieren un valor sublime. En ese mes escribí otro poema y los demás surgieron durante los cuatro años siguientes, siempre con el deseo de celebrar la enorme dicha del cuerpo amado.

Tu libro de poemas es un viaje vertiginoso sobre las galerías más inmutables del ser, donde el amor y la vida son el techo al que un ser puede aspirar, pero, ¿cómo definirás el libro al lector que se adentra por primera vez en tus versos?

Has dicho que mi libro trata sobre el amor. Y, por lo tanto, trata, ante todo, sobre el amor entre los seres humanos, cada uno de los cuales es una persona con cuerpo y alma a la vez. Hablar del amor, para mí, es hablar del cuerpo, porque el cuerpo es la imagen visible de la persona amada, que tiene un valor infinito. Hoy se habla mucho del cuerpo y de sus cuidados, pero se habla muy poco del cuerpo amado: el cuerpo aparece muchas veces como un mero instrumento de usar y tirar, para reciclarlo de nuevo. En esto último hay una conciencia ecológica muy acusada, sí, pero la ecología actual, por desgracia, no habla siempre del amor; es más: el ser humano, incluido su cuerpo, se presenta hoy como un peligro para el medio ambiente.

Tus poemas nos convidan al misticismo de vivir la vida propia, pero ¿por qué escribir sobre el cuerpo del hombre y de la mujer?

El cuerpo humano, sea de hombre o de mujer, forma parte del ser de la persona, de su identidad más íntima. Existen hoy muchas formas de exhibir sin límite el cuerpo de personas concretas, pero cuanto más se lo exhibe totalmente en ámbitos públicos, más deja de ser íntimo. Y una persona sin intimidad no es persona completa. Mi libro trata de representar la intimidad de cada cuerpo como intimidad de una persona, sin caer en el exhibicionismo. No sé si lo he conseguido.

En tus libros de poemas siempre está presente el cuerpo y la sensibilidad corporal del ser humano. Sin embargo, ¿qué aporta de nuevo este libro a esos conceptos poéticos?

No concibo a un hombre ni a una mujer al margen de su cuerpo. Y, puesto que toda mi poesía habla del ser humano y de su condición en este mundo, nunca he podido ni he querido esquivar su dimensión corporal, que no es ningún añadido, sino algo sustantivo de la persona. Cada vez he ido adquiriendo mayor conciencia, en mi poesía y en mi vida, del valor sagrado que encierra el cuerpo de cada ser humano. En este libro, que se desarrolla en el mismo sentido de los precedentes, he intentado transmitir que el cuerpo personal es la imagen más perfecta del tú y del yo.

La metafísica del ser alcanza su cenit poético entre tus versos, porque también eres capaz de explorar las regiones más íntimas, sensuales y sensoriales del ser humano. ¿Este hecho supone la continuación de seguir dotando al ser su más alta cota en su dimensión personal ?

El ser humano y, por tanto, su cuerpo, siempre ha estado presente en mi poesía. Y cuando percibo o expreso el efecto que me produce el cuerpo de la persona amada, trato de percibir y expresar, con el mayor respeto posible, el placer natural y nobilísimo que ese cuerpo ejerce sobre mis sentidos, y esto es lo sensorial. Lo sensual es el efecto erótico, unitivo, que ese cuerpo tiene para el amante, con todo el esplendor que reluce en la intimidad de su relación privada. Lo que pretenden el arte y la poesía es revelar esa profunda intimidad de los cuerpos sin pregonar el goce secreto, personalísimo, de su relación erótica; sin desvelar el misterio de la pareja, que será siempre un misterio para el uno y para el otro. No es pequeño el reto.

En relación con tu pregunta te puedo decir que cuanto más íntimo es el cuerpo de la persona amada más nos compromete, más profundo es el vínculo moral que establecemos con ella. El cuerpo humano tiene una dimensión mística, hondamente espiritual, que la pornografía, tan en boga hoy en día, pisotea continuamente.

El mar siempre ha sido un lugar común en tu poesía, donde habitas gran parte de tu hogar ¿Podrías haber escrito este libro si hubieses seguido viviendo en Madrid?

No, desde luego. Un poema surge cuando surge: en un lugar y en un momento muy determinados. Otra cosa es la revisión final —si es que puede finalizar— de cada poema. Pero un poema no es indiferente al lugar y al momento en que ha sido escrito. Hace ya trece años que vivo en Tenerife, desde que volví de Madrid, y el mar no sólo forma parte de mi paisaje cotidiano, sino que se ha convertido en una forma de ver el mundo y la persona. En nuestras acciones cotidianas, tan precipitadas por la falta de tiempo que nos impone la sociedad actual, apenas hay momentos para contemplar la naturaleza, y tampoco para contemplar a las personas en su singularidad. Es en el mar donde el hombre y la mujer están porque quieren, y porque quieren contemplar el mundo y contemplarse el uno al otro tranquilamente. Al menos para mí, el mar es el espacio privilegiado para llegar al yo y al tú esencial.

Tu libro de poemas encierra en su discurso poético una amplitud de amalgamas y texturas que lo hacen único, dentro del panorama poético actual.

Sí, la mía es una poesía bastante abierta y comunicativa, en el sentido más práctico de estos términos (en su sentido más profundo, ¿qué poesía que se precie de serlo no está abierta al lector con el deseo de comunicarse con él?). Lo difícil es que esa sencillez expresiva, que oculta mucho trabajo personal con nuestra lengua castellana, sea tan honda como transparente. Ese es el reto que me he puesto. Por poner el ejemplo de un poeta excelso, creo que Antonio Machado es uno de los autores de nuestra lengua que más íntimamente llegan al corazón del lector, tanto en una primera lectura como en las siguientes. Sin embargo, creo que hay pocos poetas en castellano que empleen un vocabulario tan cotidiano y sencillo como el de don Antonio. Ese para mí es el milagro permanente de su obra.

Tu libro de poemas habla del presente, pero ¿qué es lo que verdaderamente preocupa al niño interior que guía tus poemas?

Es un tema muy curioso y complejo, pero no quiero complicar más mi respuesta. Yo te diría que en Madrid, y en otros territorios que he frecuentado en la Península, la emoción que primariamente me afecta es la del paso del tiempo, la duración limitada de toda vivencia, que es recreada una y otra vez por la memoria. Creo que así ocurre en mi poesía hasta el libro Este amor y este fuego, publicado en 2011. En los dos siguientes, El paisaje total, de 2014, y El corazón y el mar, de 2020, escritos en Tenerife mayoritariamente, la primera emoción que siento no es la del tiempo sucesivo y limitado, sino la del tiempo infinito, la de una suerte de eternidad. Yo veo el mar en Santa Cruz o en mi pueblo, Valle de Guerra, y me parece que soy el mismo niño que hace cincuenta años visitaba ese mismo lugar de la mano de su padre, y se sentía minúsculo ante el inmenso espacio marítimo. Parece que en la isla se me ha borrado el tiempo sucesivo y voy viviendo en una especie de continuo presente. La conciencia del tiempo me viene al pensar en los que ya no están aquí (mi padre y mi madre, en primer lugar), pero, a diferencia de Madrid, aquí, mirando el mar, los siento muy presentes.

¿Cómo influye la insularidad en el poeta?

Me siento muy a gusto en mi tierra. Y, en el plano poético, me siento tan determinado por mi paisaje como puede estarlo un pintor que viva en nuestras islas. Lo que he dicho sobre el tiempo sucesivo y el tiempo continuo es la forma que la insularidad adquiere en mi poesía. Pero no me lo he propuesto previamente ni pienso que deba proponerme un tratamiento insular de los temas de mi poesía. El poema llega aquí y ahora, y aquí está.

Carlos Javier Morales presentó su nuevo libro de poemas, ‘Cuerpo humano’, en la Librería Agapea, en Santa Cruz, el pasado 24 de mayo.