Premios Oscar 2024,bajo el signo de los tiempos

La 96ª edición sitúa a Hollywood en un escenario de profundas transformaciones en su anquilosado sistema de producción

Premios Oscar 2024, bajo el signo de los tiempos

Premios Oscar 2024, bajo el signo de los tiempos

El emblemático Dolby Theatre de Los Ángeles, espacio donde viene celebrándose desde hace años la gran cita anual con la industria cinematográfica más influente del paneta, abrirá de nuevo sus puertas hoy -madrugada en España- para albergar en sus suntuosas instalaciones la ceremonia de entrega de la 96ª edición de los Oscar, con la presencia de la popular megaestrella televisiva Jimmy Kimmel como conductor de la gala y en medio de un clima cargado de buenos augurios por el notable perfil medio que muestran en la presente convocatoria la mayoría de los títulos en liza, así como por la expectación inaudita generada tras la calurosa acogida con la que han sido recibidos en los cines de medio mundo en sus respectivos estrenos comerciales.

Es obvio que de la decena de largometrajes que aspiran a hacerse este año con el Oscar a la Mejor Película hay algunos, como Oppenheimer (Oppenheimer), de Christopher Nolan, un retrato radical e inmisericorde del muñidor de la bomba atómica y del propio escenario mediático y político en la que ésta se produjo; Anatomía de una caída (Anatomie d´un chute), un intenso melodrama familiar en la que se abordan asuntos tan actuales como el consentimiento, o por su disección de las capas que envuelven un acto de violencia sexual: el deseo, la curiosidad, la incomodidad, el silencio, el rechazo y el estigma social, así como la necesidad imperiosa de pasar página para poder seguir adelante, trabajo magistralmente pergeñado por la joven cineasta francesa Justine Triet, o Los asesinos de la luna (Killers of the Flower Moon), del italoamericano Martin Scorsese, la reproducción de uno de los sucesos más sombríos que ilustran la historia del genocidio indio en Estado Unidos durante la segunda década del siglo XX.

En resumen, tres portentosos trabajos que parten, por una u otra razón, como los grandes favoritos para alzarse esta madrugada con un puñado de estatuillas, aunque a tenor de la importante repercusión taquillera que ha acompañado la carrera comercial de casi todos estos filmes, la quiniela sigue aún abierta a escasas horas de que conozcamos la decisión adoptada por los más de siete mil miembros que integran la Academia de Cine estadounidense y para que, incluso, pudiera darse alguna que otra sorpresa que desbarataría, lógicamente, muchas de las numerosas predicciones expresadas por los profesionales del medio durante las últimas semanas.

Precisamente, uno de los filmes que podría alterar todas las previsiones sería, caso de que ganase, naturalmente, La zona de interés (The Zone of Interest), un trabajo magistral del británico Jonathan Glazer, Gran Premio del Jurado en la pasada edición del Festival de Cannes y nominada a otros cuatros Oscar, que describe con una naturalidad pasmosa la vida cotidiana de Rudolf Höss, comandante en jefe del campo de exterminio de Auschwitz, y de su familia tras los muros de cuya residencia se perpetra el macabro ejercicio de exterminio cotidiano de millares de judíos en las cámaras de gas. Sus imágenes, innegablemente, escuecen, y nos proporcionan una nueva visión del horror infinito que causó el holocausto.

Sea como fuere, el resto de títulos que aspiran a alzarse con este galardón han gozado igualmente de los parabienes de la crítica, así como de la acogida mayoritaria del público, como ha ocurrido, pongamos por caso, con la hiperpopular Barbie, polémica aunque muy incisiva parodia de la estadounidense Greta Gerwig; con la ingeniosa Pobres criaturas (Poor Things), del realizador griego emergente Yorgos Lanthimos; con el espeso y desorbitado biopic Maestro (Maestro), del también actor Bradley Cooper, centrado en la vida personal del mítico compositor y director de orquesta Leonard Bernstein, o Los que se quedan (The Holdovers), del independiente norteamericano Alexander Payne, el rigor de cuyo planteamiento narrativo, acompañado de un soberbio reparto, encabezado por el gran Paul Giamatti, –otra de las cinco estatuillas a la que aspira esta emotiva y demoledora comedia indie- ha engendrado enormes dosis de empatía entre el amplio espectro de espectadores que la han seguido desde su apoteósico estreno en la pasada edición del Festival de Toronto, donde obtuvo, además, el refrendo unánime de la crítica internacional y el Premio Especial del Público. American Fiction (American Fiction), del debutante Cord Jefferson, muestra, en clave de comedia dramática, las tensiones emocionales que genera en una familia de raza negra la aparición de ciertas fricciones muy difíciles de superar en un contexto social donde el color de la piel y las tendencias sexuales aún siguen ocupando el centro de muchas de sus desavenencias cotidianas. También Vidas pasadas (Past Lives), ópera prima de la directora y guionista norteamericana de origen japonés Celine Song, participa en la amplia terna de títulos que aspiran este año al Oscar al Mejor Largometraje. Se trata de una bellísima y alambicada historia de amor, atravesada por un complejo cruce de culturas, que permite mostrar una mirada inédita sobre la vida sentimental de tres jóvenes personajes cautivos de un pasado que condiciona irremisiblemente sus vidas. Y aunque se aleja considerablemente de los estándares argumentales que suelen prevalecer en las votaciones de los académicos, constituye, sin duda, una de las piezas cinematográficas más complejas que se han registrado durante esta temporada.

El Oscar que premia al mejor director, al que aspiran este año Christopher Nolan por su excelente labor en Oppenheimer; Martin Scorsese por la soberbia Los asesinos de la luna; Yorgos Triet por la innovadora e inquietante Anatomía de una caída y el cineasta británico Jonathan Glazer por la sorprendente mirada que ofrece sobre el holocausto en La zona de interés, no parece tener un claro favorito, aunque este comentarista, gratamente sorprendido por la inteligente propuesta estética que muestra el filme, se inclinaría por el arriesgado trabajo de Glazer en una película que, en cualquier caso, costará mucho tiempo arrancar de nuestras retinas.

En cuanto al apartado interpretativo, tampoco en este caso el premio cuenta con un nombre de amplio consenso, al menos en lo referente al mejor actor. Tanto Cillian Murphy por Oppenheimer, como Paul Giamatti por Los que se quedan, Jeffrey Wright por American Fiction, Colman Domingo por Rustin y Bradley Cooper por Maestro consiguen, sin duda, convencer, con la salvedad de la sobreactuada actuación de este último encarnando a Leonard Bernstein. Quien firma este artículo, sin embargo, defiende, y sin el menor titubeo, la interpretación de Giamatti, plena de matices y de hondura como el profesor que escucha más la voz de su conciencia antes que a su privilegiada autoridad dentro del ámbito escolar en una tonificante comedia dramática en la línea a la que nos tiene acostumbrados el gran Alexander Payne desde su lejano debut como director en 1996.

Otro tanto sucede con el Oscar a la Mejor Actriz, que se disputan Lily Gladstone, por su celebrada actuación como india en Los asesinos de la luna; Emma Stone por la enorme versatilidad que muestra en Pobres criaturas; Sandra Hüller como la desoladora protagonista de Anatomía de una caída; Carey Mulligan por su trabajo en Maestro y la veterana Annette Bening por su magistral intervención en Nyad. Pues bien, sopesando detenidamente el talento inconmensurable que reúnen todas las aspirantes a este galardón, nuestra apuesta, en este caso, se inclina por el trabajo de Hüller, una formidable actriz alemana cuya intervención en la película de Yorgos Triet ha supuesto un feliz descubrimiento para el futuro inmediato del cine europeo.

Entre la británica La zona de interés, la española La sociedad de la nieve, la italiana Yo, capitán (Io, capitano), de Matteo Garrone, la germana Sala de profesores (Das Lehrerzimmer), de Ilker Gatak y la japonesa Perfect Days (Perfect Days), de Wim Wenders, se encuentra la que esta noche recibirá el Oscar a la Mejor Película Internacional, cinco obras de gran nivel que ponen más complicada que nunca la decisión final de los académicos pero que, en opinión de quien suscribe, tendría que recaer, por razones que alargarían innecesariamente este artículo, en el poderoso drama poético que firma el maestro Wenders en la fase otoñal de su prolongada y exitosa carrera.