Silencio atronador de la mujer artista

La pintora Manón Ramos Haessig, fallecida el 14 de noviembre, pertenece al círculo de artistas canarias olvidadas que nacieron a principios del siglo pasado

Autorretrato de la artista Manón Ramos Haessig.

Autorretrato de la artista Manón Ramos Haessig. / Manón Ramos

Daniela Marrero

La mujer, ¿es musa o artista? Desde el punto de vista histórico, fue más lo primero que lo segundo. Los recientes avances investigadores, incluyentes en materia de perspectiva de género, ponen en valor la labor oculta de muchas mujeres artistas del Archipiélago. La pintora canaria Manón Ramos Haessig (18 de agosto de 1927-14 de noviembre de 2023) fue una de las voces del siglo pasado que crearon su arte desde la sombra.

Existe una teoría popular en psicología llamada Las patas que sujetan mi mesa. La conjetura establece que en nuestro «tablero mental humano» debemos distribuir el peso del equilibrio emocional en diferentes patas. Al analizar la Historia del Arte de Canarias bajo la lupa de esta teoría, la mesa tiene cojera. Basta con un par de búsquedas sencillas en Internet empleando las palabras adecuadas para zambullirse en un manantial de arte que brota a borbotones. En este proceso se destapan verdaderos diamantes en bruto, que hasta el momento han permanecido ocultos. Entre los miles de resultados de Google, un óleo de mirada melancólica narra la historia de la difunta artista Manón Ramos Haessig (Las Palmas de Gran Canaria, 1927) a la que su contexto social y el devenir de la vida truncaron un futuro profesional prometedor.

Artista eterna, la pintora Manón Ramos Haessig fallecía el pasado 14 de noviembre, y dejaba tras de sí una basta herencia de óleos a cargo de su círculo más cercano. Coetánea a periodos convulsos en la historia de las Islas Canarias como la Guerra Civil y la posterior Segunda Guerra Mundial, estos hechos no la frenaron para acceder a una impecable formación, atribuida gracias a su padre, el escultor aruquense Manuel Ramos. Pintora prolífica y mujer alegadora, su interés plástico se centró en retratos con colores vivos y sombras frías, así como bodegones e interiores con trazo inconfundible. Sus grandes amistades de la juventud, que conoció en la Academia de Bellas Artes San Fernando, fueron la retratista de la familia real española, Alicia Iturrioz, y el artista canario, César Manrique.

Gritos a la sociedad

Existe un silencio atronador naciente de las mujeres artistas, que gritan a la sociedad «¡Estoy aquí!». En este sentido, la periodista del diario El País, Ana Vidal Egea, en una noticia sobre la pintora afroamericana Faith Ringgold publicada el 29 de noviembre, lanzaba la pregunta: ¿Tiene que llegar una mujer a los 93 años para que le reconozcan su trayectoria artística? En el patrimonio canario, existen voces ensordecedoras que se perdieron entre el jaleo social de aquel entonces. Muchas de ellas apenas tuvieron acceso a espacios culturales que acogieran su arte, ni existió interés periodístico que las acercara al ojo público.

Manón Ramos fue gran amiga de Alicia Iturrioz y César Manrique, a los que conoció en Madrid

La doctora en Historia del Arte, Yolanda Peralta, topó por casualidad con la obra de Ramos mientras elaboraba su tesis. Tirando del hilo, Peralta logró conocer en vida, allá por el año 2021, a Manón Ramos, quedando fascinada por su trabajo e historia personal. Peralta explica cómo en el siglo pasado, debido a la «falta de oportunidades para las mujeres», el curso natural del devenir de la vida era dedicar su vida al hogar y a la familia. Los últimos años de la vida de Ramos estuvieron marcados por el reconocimiento incipiente de su trayectoria artística por la comunidad investigadora. La democratización de la información, y unas cuantas búsquedas en Internet comenzaron a retirar del olvido histórico la obra de Manón Ramos Haessig, pero aún queda camino por recorrer. «Hay que reelaborar la Historia del Arte en Canarias, sin hacer guetos a las mujeres», reivindica Peralta.

Nacimiento en París

Ramos nace en un París bullicioso e inquieto artísticamente, fruto del vínculo entre el artista canario Manuel Ramos, y la suiza Marliss Haessing Gross, aunque la fecha que figurará en su carné de identidad sitúa su origen en Las Palmas de Gran Canaria, el 18 de agosto de 1927. La familia no tardará en trasladarse a la isla redonda de Gran Canaria, donde su padre ejercerá una labor más silenciosa como artista, dedicándose sobre todo a la formación de jóvenes aprendices en su taller personal.

Yolanda Peralta: «Hay que reelaborar la Historia del Arte en Canarias, sin hacer guetos a las mujeres»

Desde que Ramos tuvo uso de consciencia, su ropa siempre estuvo impregnada del olor a pintura, madera y barro. El taller de su padre era su fragancia favorita. En este momento, su vida la pasará entre su barrio, Ciudad Jardín, el colegio Viera y Clavijo, y el espacio de trabajo de su padre. Ya desde una edad temprana, a unos escasos diez años, apuntaba excelentes trazos de artista. La dedicación de su padre en la formación de Ramos, motivó que en el año 1945 su familia volviera a trasladar su residencia, esta vez a Madrid. La capital del país se abre para Manón Ramos como un abanico de oportunidades profesionales y decide ingresar en la Escuela de San Fernando de Madrid, donde su padre había estudiado 25 años antes.

Boda en Madrid

En este momento de su vida, conoce como compañeros a los que serán grandes amigos de su vida, como pueden ser César Manrique, Alicia Iturrioz y Francisco José Echauz. En 1950 tras finalizar sus estudios artísticos, fue becada para ir a Santillana del Mar y expuso sus obras en la Sala Proel, en Santander. Durante su estancia en Madrid, contrajo matrimonio con el médico Enrique Sáenz Tapia, trasladando el matrimonio su residencia de Madrid a Tenerife (La Orotava). A partir de ahí, dedica su vida al hogar, sin desvincularse de su pasión por la pintura. Sus cuatro hijos y numerosos nietos la recordarán resguardada en su taller, desde donde les consagró un sinfín de retratos.

Responder a la pregunta «¿Quién eres?», nunca ha sido tarea sencilla. Embotellar la identidad en una breve descripción de uno mismo atraganta hasta a la persona más segura. En esta línea dialogante sobre la autopercepción, Yolanda Peralta, considera que la técnica de autorretratarse es empoderamiento, es verse a sí misma como persona y mujer, más allá de lo que argumente el patriarcado. Manón Ramos se retrataba tal y como ella se percibía, siembre bajo un sello de identidad propio, en el que añadía su impronta artística. Peralta sostiene que su fallecimiento solo es un recordatorio para «localizar, catalogar y estudiar» las obras que creó en vida, para así honrar su memoria.

La dedicatoria de Ramos, escrita para una exposición en honor a su padre, es la mayor síntesis del vínculo inmortal que existía entre ambos artistas. «Envejeciendo, en este muelle de la vida, esperaré el barco de la eternidad. Estarás allí, y entonces serás tú el que, cogiendo mi mano, me conduzcas a ese mundo de fantasía donde los artistas tienen su alma y su paz».