Libros

Verónica Murguía: "Lo mejor sería leer lo que uno quiera y mandar los idearios a la basura"

"El día que leí ‘El señor de los anillos’ me dije: esto quiero hacer, esto es lo que soy"

Verónica Murguía.

Verónica Murguía. / El Día

Almudena Cruz

Almudena Cruz

Verónica Murguía ofrecerá una conferencia, el próximo martes día 5 de diciembre a las 18:00 horas, en la sala Pérez Enríquez del antiguo del convento de San Sebastián. Previamente, el director del Festival Internacional del Cuento de Los Silos, Ernesto Rodríguez Abad, habrá dado el pistoletazo de salida a la nueva edición del encuentro, cuya agenda se extenderá hasta el próximo sábado día 9.

Escribir para el público infantil y juvenil es una gran responsabilidad

Sí, escribir para el público infantil y juvenil implica participar, aunque de forma oblicua, digamos, en su educación. En mi infancia y adolescencia hubo libros cuya lectura fue decisiva en la formación de mi carácter. Dicho esto, debo añadir que los libros no domestican a los niños y jóvenes. Están ahí para deleitarlos, mostrarles la vida y la imaginación, convertirlos en personas críticas y, cuando el libro es realmente bueno, contribuir a la formación de su empatía, esa cualidad tan esencial y que los libros nutren. Además, el libro llega a ellos en momentos en los que sería raro que pudieran apartarlos de sí mismos porque no les pareciera el contenido, cosa que un adulto hace sin siquiera pensarlo.

¿Qué le diría a aquellos que consideran a este tipo de literatura un género menor?

Que se fijen en la calidad literaria y en los temas que la literatura infantil y juvenil aborda. Si Oscar Wilde, Rudyard Kipling, el formidable Mark Twain y Salman Rushdie no han desdeñado este tipo de literatura, ¿por qué considerarla un género menor? Los temas son tan viejos como la humanidad y los más densos imaginables. La calidad literaria de los clásicos suele ser buenísima. Les sugeriría, encarecidamente, que leyeran y compararan. Phillip Pullman no tiene nada que pedirle a John De Lillo, por ejemplo. Y eso que no abundo en los cuentos de hadas, ese vasto repositorio de sabiduría humana. Son universales –hay Caperucitas rojas en China y Cenicientas en África– y antiquísimos. Los temas de esos cuentos se cubren de fantasía para no asustar, pero son tremendos y fundamentales. La envidia, la pobreza, el incesto, la fealdad del cuerpo y la belleza del alma, etcétera.

¿Por qué eligió el camino de la literatura infantil?

Pues más bien la literatura infantil me eligió a mí. Adoro los libros en los que se despliega la fantasía porque a veces me aturde la realidad pura y dura. La magia no soluciona las cosas ex machina, pues suele representar nuestros deseos, el deseo de volar, de transformarnos, de hablar con el mundo, de entenderlo de otras formas. El día que leí El señor de los anillos, ya era yo una joven de 18 años que había vivido leyendo pura literatura «para adultos». Desde niña sólo leía novelas de adultos y ante esas páginas me dije, «Esto quiero hacer, esto soy». Un libro que le dio la palabra a los árboles, al agua y que critica el deseo de poder y la pulsión que nos empuja a la guerra. Todo envuelto en la grave belleza de un lenguaje que abrevó en el anglosajón. Y sigo intentándolo. Luego leí a Roald Dahl y el hechizo se completó.

En los últimos años hemos sido testigos de cómo algunos sectores pretenden cambiar clásicos para hacerlos «políticamente correctos». Un ejemplo fue lo que sucedió con Matilda, de Roald Dahl. ¿Qué opina? ¿Estamos subestimando al lector infantil y juvenil y su capacidad crítica? 

Claro que creo que es subestimar al lector. Esta ofensiva de censura, antes proveniente del poder y ahora también desde las trincheras de quienes lo critican, es algo terrible y muy insultante. Ahora mismo en mi país se coloca a la literatura para el pueblo, sea eso lo que sea, sobre la poesía difícil, por ejemplo. Es un desastre muy desdeñoso para «el pueblo». Supone que no puede entender un verso de López Velarde, o escuchar una sinfonía, yo qué sé. En Estados Unidos lo políticamente correcto es tan represivo como los idearios de derecha. Lo mejor sería leer lo que uno quiera y mandar los idearios a la basura. Creer que una mujer no puede leer una novela donde la mujer no esté «empoderada», palabra un poco deshilachada, es subestimarnos y, además, condenar a una tradición humana de milenios al silencio. Yo debo conocer el pasado, para eso sirven los libros, para entender cómo llegamos aquí. Y lo de Dahl es una bobada y le quita su poder subversivo. Hay que escribir más y leer más, no menos.

Viene a la Isla para inaugurar un festival dedicado al cuento, uno de los géneros narrativos más complicados de abordar.

El cuento es muy difícil porque es más breve, debe estar más concentrado, no da lugar a ripios y debe tener, como nos enseñó Quiroga, un final natural y sorprendente. Está muy cerca de la poesía y de la pregunta, ese instrumento de indagación y de conocimiento. Sí, es lo más difícil. Es lo que más me gusta escribir, por eso.

¿En qué proyecto trabaja ahora mismo?

En varias novelas y un libro de cuentos.