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Las trampas evolutivas del Antropoceno

Las trampas evolutivas del Antropoceno

Las trampas evolutivas del Antropoceno

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

En agosto de 2023, en la revista Philosophical Transactions, de la Royal Society, se ha publicado el texto Evolución de la policrisis: Las trampas del Antropoceno que desafían la sostenibilidad global, por Peter Søgaard y colegas, del Centro de Resiliencia de Estocolmo y del Laboratorio del Antropoceno, organismos cuyos nombres ya hacen sospechar de sesgo de confirmación. Manifiestan en el abstract que el Antropoceno se caracteriza por la aceleración del cambio, lo estudian como un problema de policrisis, y buscan lo que el comportamiento humano puede transformar en «una forma de trampa para la humanidad», a la que conceptúan como generadora de «trampas evolutivas», de las que identifican 14, y de las que un 86 %, podrían encontrarse en una fase avanzada «con un alto riesgo de bloqueo difícil de revertir».

Peter Søgaard habla desde la óptica contextual de las ciencias de la sostenibilidad y las ciencias evolutivas, y proclama: «¿Podría ser la actual trayectoria del Antropoceno una trampa a la que las sociedades industrializadas modernas no son ingenuas, no como las aves marinas que se alimentan de plásticos marinos mortales, carentes de la capacidad para distinguirlos del nutritivo plancton marino?”. Los autores proponen, ante ese peligro antropocénico, aprovechar el «potencial evolutivo cultural colectivo para emprender una trayectoria más sostenible». Elaboran el concepto de «desajuste evolutivo», porque tienen claro adónde va la evolución, es decir, tienen claro qué hay que hacer para no desviarse. Irónicamente podríamos afirmar que si llegan a estar en el cretácico hubieran prohibido muchas cosas para que no desaparecieran los dinosaurios ni los pterodáctilos. Si por ellos fuera, impedirían la mismísima evolución, que no tiene otra que el seguir un camino de cambio continuo.

Estos antiantropocénicos plantean que el bien a proteger es una especie de humano bucólico, probablemente Greta Thunbergiano, y eso sí, dirigido por políticas de oscuros intereses que dimanan de una patología de la culpa de origen histórico-religioso. No son observadores neutrales desde el punto de vista de una ciencia arbitral, sino que parten del sesgo de que el humano es el enemigo de la naturaleza y la naturaleza es el objetivo a salvar. Explican: «La inadaptación se manifiesta a través de impactos negativos sobre el bienestar humano, desde incrementales hasta catastróficos. En el caso de las trampas del Antropoceno, nos interesan las tendencias regionales o mundiales a gran escala en las métricas del bienestar».

La delimitación de las trampas del Antropoceno se hizo con un panel de 28 encuestados y 12 ponentes seminaristas, empleados y participantes del Centro de Resiliencia de Estocolmo. Como si una ley de amnistía la redactaran los amnistiables, vaya. Es así que se detectó que «la creciente especialización produce subsistemas vulnerables a las crisis»; que hay «bloqueos institucionales» que perjudican el bienestar; que «el crecimiento material continuado lleva a un rebasamiento de la Tierra»; que «aumenta el riesgo de conflicto internacional»; que «la conectividad mundial aumenta el riesgo de contagio a gran escala, por ejemplo, de enfermedades infecciosas»; que la contaminación química tiene capacidad de “causar daños a largo plazo a las personas y los ecosistemas”; que «las carreras armamentísticas tecnológicas impulsan las armas de destrucción masiva»; que «la confianza en la automatización puede ser contraproducente»; que «la digitalización puede amplificar la difusión de información errónea y desinformación, por ejemplo, desestabilizando las democracias», que colaboran también el cortoplacismo, el consumo excesivo, la desconexión de la biosfera por la separación de los asentamientos humanos. En fin, una serie de obviedades que están cargadas de una ética estructurada en lo que, desde una concepción en la que el nuevo dios es la naturaleza tal y como está, el humano pasa a ser un protector de la misma porque se le preconcibe como el destructor antropocénico, en un estilo, repetimos, Greta Thunbergiano.

El estudio no es descriptivo, sino interpretativo, y maneja relatos sesgados políticamente como «perseguir el crecimiento a costa del bienestar», «extracción continuada de recursos», «riesgo de sobreexplotación ecológica», «la inestabilidad de la selección cultural multinivel para la cooperación a escala global puede conducir a una situación atrapada de conflicto global», «el aumento de la conectividad derivado de la cooperación mundial conlleva el riesgo de contagio, como en el caso de la propagación de pandemias». Trampas evolutivas, bucles de innovación, trampas tecnológicas, desajustes de escala, trampas estructurales, enmascaramiento… ¿Por qué hemos traído este texto absolutamente sesgado y, sin embargo, alineado al adoctrinamiento dimanante del credo agendado para el año 2030 por las políticas globales? Porque ya se hace insana la enorme propaganda que termina en lo que se denomina «evidencia científica», siempre en boca de políticos ignorantes para refrendar sus políticas interesadas. Se puede bordar este texto, pretendidamente científico, con la defensa que hacen los medios denominados de fact checking o comprobación de hechos, que monitorizan los discursos políticos y la información científica para censurarlos. Maldita.es ha ofertado recientemente la negativa a que el manifiesto de que «Más de 1.600 científicos, Nobel incluidos, desmienten la emergencia climática», sea cierto, y opone a ello una cantidad de diez veces más de científicos que para ellos sí producen evidencia.

En la Edad Media la ciencia surgía de proponentes que terminaban quemados en la hoguera por decir que el sol no se movía alrededor de la tierra, ya que quienes gobernaban, en una aplastante mayoría cercana al cien por ciento, obligaban a aceptar la evidencia científica de su época. Las comunidades científicas son las mayores enemigas de la verdad cuando sus evidencias se basan en prohibir, demeritar o ridiculizar ideas contrarias. Y eso es lo único que expelen todas estas pretendidas propuestas Greta-thunbergianas o fast-checkingianas, las mayores enemigas de una verdad que siempre hay que seguir discutiendo, pues la verdad evoluciona infinitamente. Y la ley de la gravedad no se define por consenso.