Philip, haitiano en la diáspora: "La población de Puerto Príncipe está aterrorizada"

A 5.960 kilómetros de su lugar de origen, en Fuerteventura, Philip vive con angustia los últimos acontecimientos que azotan Puerto Príncipe

Philip Stines, un ciudadano haitiano afincado en Fuerteventura.

Philip Stines, un ciudadano haitiano afincado en Fuerteventura. / Carlos de Saá (Efe)

Eloy Vera (Efe)

Philip Stines lleva dos años en Canarias, pero asegura que hasta un árbol que se caiga en su país, Haití, le duele, por lo que no es de extrañar que ahora sufra por las revueltas en Puerto Príncipe, una ciudad atravesada por la violencia donde la familia que dejó atrás y el resto de la población se encuentran "aterrorizados".

A 5.960 kilómetros de su lugar de origen, en Fuerteventura, Philip vive con angustia los últimos acontecimientos que azotan Puerto Príncipe, una ciudad sumida en una guerra contra el hambre sin haberse podido aún reponer del terremoto que en 2010 la dejó en ruinas y con más de 130.000 muertos.

Nació en el departamento de Oeste, en Puerto Príncipe, pero se mudó a Canarias en 2022 "por amor" después de haber conocido a una majorera en redes sociales en plena pandemia por covid-19.

Desde hace semanas, vive enganchado al teléfono y a los medios de comunicación en busca de las novedades que llegan de Puerto Príncipe, espués de que una oleada de violencia obligara a dimitir al primer ministro de Haití, Ariel Henry, al mando del país tras el asesinato del presidente, Jovenel Moïse, en julio de 2021.

La firma del primer ministro, Ariel Henry, y del presidente de Kenia, William Ruto, de un acuerdo para desplegar 1.000 policías kenianos en Haití no gustó a las 'gangas', nombre con el que se llama a las bandas criminales que controlan gran parte del país. Un día después de la firma, las pandillas asaltaron la Penitenciaría Nacional y unos 3.600 presos huyeron sembrando el miedo y la violencia en las calles.

Tras varios días en paradero desconocido, Henry consiguió que su helicóptero aterrizara en San Juan de Puerto Rico. El jefe de las bandas armadas, Jimmy Chérizier, alias 'Barbecue', le amenazó con encaminar un "genocidio" si no dimitía. Finalmente, renunció, abriendo el paso a un Consejo de Transición a la espera de unas elecciones en un país que no se acerca a las urnas desde 2016.

Philip logró, hace algún tiempo, traerse a Fuerteventura a una de sus hijas. El resto de su familia está repartida por distintos lugares del mapa. En Puerto Príncipe tiene a su hijo, de cinco años, además de a su madre, dos hermanas y un hermano.

Un país sometido a saqueos, asaltos y tiroteos

En una entrevista con EFE, explica que Puerto Príncipe está, en estos momentos, frente a una situación crítica donde "hay una inestabilidad política, social, económica y hasta de relaciones diplomáticas internacionales".

Haití da pasos hacia una guerra civil, en medio de un estado de emergencia y el toque de queda en el departamento de Oeste, y su capital vive sumida en una espiral de violencia con saqueos, asaltos y tiroteos.

Las noticias que su familia le transmite por teléfono le quitan el sueño. "Siento miedo por mi hijo, por mi madre y hermanos, pero también por la gente con la que he crecido, por su población, una parte de mí está allí", insiste.

"Mi familia me cuenta el miedo que tienen de pasarse de una zona a otra; temen por si mañana se levantan y no encuentran la casa donde están viviendo o no se encuentran a sí mismos", lamenta.

Philip Stines, un ciudadano haitiano afincado en Fuerteventura.

Philip Stines, un ciudadano haitiano afincado en Fuerteventura. / Carlos de Saá (Efe)

En Puerto Príncipe son las 6.00 de la mañana. La ciudad amanece un día más con la incertidumbre de qué pasará en las próximas horas. En Puerto del Rosario, la capital majorera, son las 10.00. En una de sus cafeterías, Philip explica cómo, ahora mismo, Puerto Príncipe carece de "casi todo, si alguien necesita comprar un pan, pero la tienda está en la otra esquina, tienen miedo de salir por si les pasa algo".

La impotencia de no poder aportar nada

Philip está curtido en la cooperación internacional. Trabajó como traductor de los médicos extranjeros que se acercaron a Haití tras el terremoto; con ACNUR, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, en un proyecto de alfabetización con emigrantes haitianos en República Dominicana y llegó a crear su propio proyecto, Sovoa Inter, encaminado a velar por los derechos de la infancia haitiana.

Desde la diáspora, Philip reconoce que estos días sufre sentimientos encontrados. "Tengo una impotencia brutal ante una situación a la que no puedo aportar gran cosa, tengo una preocupación patriótica al ver el deterioro hacia el que va el país".

Mientras evacúan a los cuerpos diplomáticos, el hombre lamenta que la población se quede en la zona expuesta a un futuro inmediato sin garantías.

Muchos han optado por emigrar a la cercana República Dominicana, pero su familia no se lo plantea a corto plazo. "Ahora mismo, las condiciones no favorecen una migración con seguridad", explica.

Philip Stines, un ciudadano haitiano afincado en Fuerteventura.

Philip Stines, un ciudadano haitiano afincado en Fuerteventura. / Carlos de Saá (Efe)

Las bandas llevan tiempo controlando parte de la ciudad, pero tras los últimos acontecimientos han ganado fuerza "extendiendo su control sobre el territorio, pero también sobre ciertas instituciones gubernamentales", señala, mientras se pregunta cómo, "en pleno siglo XXI, hay cuatro personas que están creando inseguridad y no son controlados".

Antes de poner fin a la conversación, el haitiano denuncia la hipocresía de Estados Unidos y el silencio de los países amigos y de la comunidad internacional.

"Nos están diciendo que Haití está siendo más peligroso que cualquier otro lugar de mundo y creo que es hipocresía", denuncia. "Hay muchos intereses en sus recursos naturales, como en el iridio, pues Haití tiene las segundas reservas más grandes del mundo, y tal vez sea lo que interese", plantea.