Èlia Borràs: «El yihadismo está vaciando el campo y llenando las ciudades del Sahel»

La periodista especializada en el Sahel considera que "el Sahel está en ebullición por los golpes de Estado, que cuentan con el apoyo de la población"

Élia Borrás, periodista especializada en el Sahel

Élia Borrás, periodista especializada en el Sahel / Juan Castro

El Sahel es un polvorín inestable en el que la población civil vive su día a día con inseguridad. ¿Cómo es la vida a pie de calle?

Desde fuera se ve como un polvorín inestable, con hambruna y donde casi no se puede ni vivir. Pero, si haces zoom y te acercas a la realidad, el Sahel es una zona donde residen millones de personas que viven su día a día como tú y como yo. Sí es verdad que el contexto de inseguridad está muy presente y no pueden escapar de él. Ante la amenaza terrorista la población no se mueve tanto y hay zonas de conflicto a las que no pueden ir, con lo que hay familias que no se ven en años, pero la gente se adapta. La forma de comerciar también ha cambiado, porque es muy de carretera. Los comerciantes van y vienen de una región a otra, pero ahora se han roto muchas vías de comunicación y no pueden trasladar la mercancía. Por ejemplo, en Burkina Faso ha aumentado mucho el precio de la leche, porque hay conflictos en las zonas en las que viven las comunidades productoras de este producto y ahora no se pueden mover.

¿Y a nivel político?

El Sahel está en ebullición por los golpes de Estado, que cuentan con el apoyo de la población. En el caso de Burkina Faso hubo una tentativa de golpe de Estado hace un mes y la gente empezó enviar mensajes a través de las redes sociales para organizar movilizaciones en las calles. En las principales ciudades de Burkina se montan patrullas ciudadanas, que son grupos de personas que se ponen en las rotondas y en la orilla de las carreteras con las banderas de Burkina, Níger, Malí y Rusia, para vigilar que no haya movimientos extraños. Es una especie de vigilancia que apoya al Gobierno de transición.

Una de las amenazas que preocupa en la región es el avance del yihadismo...

Sí. Además, son grupos que ni se sabe muy bien quiénes son, porque es un tema de guerrillas. Lo que está pasando es que si tú estás en un pueblo y alguien de fuera viene a comprar a tu tienda y tú le vendes, si esa personas resulta formar parte de un grupo terrorista, ya tú eres señalado como cómplice.

¿Qué papel juega el encarecimiento de los alimentos en el incremento de la hambruna?

Ahora hemos pasado la época en la que se cosecha. Es la peor época del año porque se están acabando los alimentos almacenados y en junio se empieza a trabajar en el campo. En ese momento subieron un montón los precios y eso afecta directamente al bolsillo da la población. Además, las familias están acogiendo a familiares desplazados desde otros puntos del país, con lo que donde comían cinco ahora comen diez. A esto se suma que las personas afectadas por los conflictos y que se han visto obligados a abandonar sus tierras, dejan de producir alimentos y tiene que empezar a comprarlos para subsistir. Eso significa que la violencia yihadista está vaciando el campo y llenando las ciudades del Sahel, con lo que hay menos producción agrícola para alimentar a la población.

¿Qué temores podría tener Canarias ante la inestabilidad del Sahel?

Hay que tener claro que entre el 80 y el 90% de los movimientos migratorios africanos se producen dentro del continente. La población de las grandes ciudades, que son más seguras, acoge a sus compatriotas llegados de otras regiones. Países como Costa de Marfil, Benín, Togo o Ghana están siendo zonas de acogida. Si nos fijamos en los datos, vemos que la gente que llega a España no lo hace desde el Sahel. Es algo muy minoritario que no refleja la inestabilidad de la zona.

¿Se siente la presencia de Rusia en Burkina Faso y en el Sahel?

Sí, claramente. La semana hubo una reunión en Moscú de los ministros de Defensa de Rusia y de Burkina y ahora hay militares rusos llegando a Uagadugú, que ya se han visto en un hotel de lujo de la capital burkinesa. Antes no había rusos en el aeropuerto y ahora se están empezando a ver realizando labores de seguridad. Está claro que esta relación no se ha forjado de un día para otro. 

¿Son militares o mercenarios Wagner?

No lo sé. Esa frontera se ha diluido mucho tras la muerte de Prigozhin.

¿Se respira anticolonialismo en las calles?

Sí, mucho. Un ejemplo sencillo y a pie de calle es que cuando me escuchan hablar se alegran, medio en broma, de que mi acento no sea francés. La época colonialista se ha terminado y Francia hasta ha cerrado su embajada en Burkina.

¿Cómo usa Rusia la desinformación la región?

La utiliza para influir y posicionar a la población a su favor y demonizar a Francia. Lanzan mensajes como que Francia les controla, quiere sus recursos, su cooperación es para beneficio propio, hay que echarlos... Por las calles se ven banderas rusas y ven con buenos ojos la alianza con Moscú, que les ofrece cooperación militar y lazos internacionales. Esta es la deriva que está tomando el tridente de Malí, Níger y Burkina Faso que, además cuenta con el apoyo de la población.

¿Los golpes de Estado se contagian? ¿Hay algún país más que esté en la cuerda floja?

Sí. Sí unos lo hacen, los otros ven que es muy fácil y lo repiten. Las democracias africanas son muy jóvenes y son fruto de la época colonial. No tienen los fundamentos que hay en las democracias europeas. La gente en África tiene una forma de vivir muy comunitaria y a la vez muy jerárquica. Las democracias que conozco, sobre todo de África Occidental, funcionan comprando votos en muchos casos. Los sistemas son corruptos por sí mismo. Así que un golpe de Estado aquí no se vive igual que en España, donde lo consideramos algo muy grave. Digamos que si el político no ha llegado al poder de forma limpia, el proceso de salida tampoco es limpio.

Eres una de las dos periodistas europeas que cuenta con autorización del Ejecutivo de Ibrahim Traoré para trabajar en Burkina Faso. ¿Cómo se ejerce la profesión en ese contexto?

Me voy apañando. Allí no es fácil contactar con las autoridades, porque no existen canales de comunicación con ello, y eso dificulta la labor. Hay que tirar de agenda y de hablar con la gente, este no es el canal óptimo, pero no hay otra vía. La gente, en general, te ayuda mucho a conseguir información y a trazar un camino para conseguir lo que necesitas. 

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