El relato vivo de la Momia 8

Su grupo de investigación presenta el libro ‘Biografías en revisión: la momia 8 de El Museo Canario’ mañana | El varón vivió entre los siglos V y VI antes de la Conquista

Radiografía de la Momia número 8 de El Museo Canario en la que se aprecian las múltiples fracturas que identifican el origen, pero no la causa, de su muerte. | | ARCHIVO DE EL MUSEO CANARIO

Radiografía de la Momia número 8 de El Museo Canario en la que se aprecian las múltiples fracturas que identifican el origen, pero no la causa, de su muerte. | | ARCHIVO DE EL MUSEO CANARIO / Carla Rivero

Cuatro lienzos de piel de animal envuelven el cadáver de un aborigen grancanario. No tiene nombre, pero la ciencia lo bautizó como momia número 8 cuando desconsieron el fino hilo de tendones que lo ataba. Las primeras historias fueron, poco a poco, a medida que avanzaba la técnica, descubriendo el significado real de la vida y obra de un joven que, a pesar de ser silencio, ha logrado transmitir la historia de sus antepasados.

Las leyendas existen, pero la ciencia descubre huecos en la historia apasionantes donde la imaginación trata de reconstruir los detalles que ya son imposibles de rescatar. La momia número 8 hace tiempo que dejó de ser Artemi Semidán, aquel héroe aborigen que luchó contra los normandos en el siglo XV, para transformarse en un joven de entre unos 25 y 30 años que, entre pieles, acude al presente para contar su historia en la publicación de Biografías en revisión: la momia 8 de El Museo Canario, cuya presentación es el jueves 15, a las 19.00 horas, en El Museo Canario, lugar en el que descansa desde hace dos siglos.

El monográfico, financiado por el Instituto Canario de Desarrollo Cultural y la Dirección General de Patrimonio, ha sido fruto del trabajo coral de Teresa Delgado, conservadora de El Museo Canario, Fernando Betancor, archivero de la entidad, Veróncia Alberto Barroso, arqueóloga de Tibicena Arqueología y Patrimonio, y Javier Velasco, técnico de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria; parte de un proyecto de investigación más amplio iniciado en el 2015 que recaba toda la información posible de las momias. 

Gracias a las técnicas derivadas del uso del carbono 14, los análisis de ADN y las radiografías, además de los avances en el campo de la bioantropología, y la antropología forense y dental, indica Delgado, han podido conocer un período que les ha sorprendido, "una de las claves ha sido estudiar con perspectiva temporal estas manifestaciones arqueológicas, por lo que hemos descubierto una sociedad que experimentó cambios profundos en los 1400 años que vivieron en la Isla".

Una reliquia mortuoria

"Una sociedad que cada vez se hizo más desigual y jerárquica, complejizando su organización, con forma de vida agropastoriles en la que, después, predominó la agricultura y, más tarde, se produjo la explotación de recursos marinos. Incluso, planteamos a partir de diversas evidencias el aporte puntual de población del norte de África que pudo contribuir a dinamizar esos procesos de cambios", señala. "Estamos hablando de una evidencia arqueológica que nos habla de cómo gestionaban la muerte y, al mismo tiempo, la vida. A su vez, nos habla de la gestión a lo largo de estos siglos y nos permite ver las diferentes revisiones y percepciones que habían y cómo han cambiado". Desde las cuevas habidas en Arguineguín, pertenecientes a las tierras del Conde de la Vega Grande, la momia fue donada al museo a su muerte en un momento crucial en el que la fundación de la entidad transformó la mentalidad de los coleccionistas para considerar esas propiedades como lo que eran: parte del patrimonio público.

Por ello, la Momia 8 no es una desconocida, sino que la investigación ha desvelado que la rica mortaja delata la pertenencia del varón a la élite de su núcleo y, también, que vivió entre los siglos V y VI d.C. Además, las diversas fracturas en cráneo, costillas, piernas y otras partes sin cicatrizar sugieren una caída de gran altura que provocó su muerte, que podrían corresponder a los ritos de honor y honra que realizaban este tipo de figuras destacadas, según reflejan las crónicas posteriores, como el suicidio ritual o la colocación de troncos y piedras en lugares complicados. Un detalle de gran valor es la introducción de un cúbito en el área de la tibia, "el uso de esta reliquia significa la conexión de este grupo humano con antepasados, ya sean reales o ficticios, lo que genera una cohesión como un tipo de mecanismo para construir memoria social".

Este libro supone un paso más en la labor de divulgación de la sociedad centenaria, "sin la difusión, la investigación no tendría sentido", destaca Delgado. "El objetivo era generar una publicación que permitiera compartir y diseminar todo el conocimiento derivado con la sociedad, que es la propietaria de este patrimonio arqueológico que conservamos en Gran Canaria".

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