pleno del parlamento | Cambios en el Régimen Económico y Fiscal

Un trámite, no un pleno

Se trataba solo de aprobar definitivamente dos informes solicitados

por el Congreso de los Diputados en el Parlamento de Canarias

Un momento del pleno del Parlamento de Canarias, ayer.

Un momento del pleno del Parlamento de Canarias, ayer. / María Pisaca

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Un pleno parlamentario rápido. La Cámara se reúne como para tomar un descafeinado en una esquina. Una expresión de fastidio generalizada, apenas compensada por la dietita adosada al sueldo, una dietita que en días como ayer rinde más, porque llegas a Tenerife a las nueve de la mañana y coges la vuelo de regreso a la una de la tarde. En el banco azul solo las presencias del presidente Ángel Víctor Torres, del vicepresidente Román Rodríguez, que palabrea interminablemente sobre la solapa del primero, y de Noemí Santana, que llega ligeramente tarde, porque ahora se pasa el día de entrevistas, tuiteando en defensa de Irene Montero, inaugurando cosas e incluso poniendo primeros toniques en obras inesperadas. Más allá se sienta Sebastián Franquis, con su habitual aspecto de gato irascible que se acaba de levantar de la cama y se pone a dar vueltas porque todavía no se ha bebido su leche. El cuarto jefe del pacto, Casimiro Curbelo, también está presente en su escaño y desde una distancia que no es olvido saludó al presidente Torres con afecto, moviendo el bracito pausadamente, como los gatos dorados de los bazares chinos. No está mal la participación, aunque los diputados presentes no pasan de sesenta.

Se trataba solo de aprobar definitivamente dos informes solicitados por el Congreso de los Diputados en cumplimiento de un mandato constitucional y estatutario: el primero, sobre la ya aprobada ley de presupuestos generales del Estado para 2023, y el segundo, sobre la proposición de ley para el establecimiento de gravámenes temporales energéticos y crediticios (compañías eléctricas y banca) para crear un «impuesto temporal de solidaridad de las grandes fortunas», modificando, por tanto, determinadas normas tributarias. Por supuesto, no se produjo ninguna sorpresa. Siguiendo la breve pero enjundiosa tradición parlamentaria los informes se aprobaron por unanimidad aunque, por supuesto, un resfriado Gustavo Matos tuvo que conducir la sombra de un debate en el que poca gente parecía interesada. Tan poco interesada que, por ejemplo, el grupo mixto no intervino: ni Vidina Espino ni Ricardo Fernández de la Puente se asomaron por el salón de plenos.

–Por el grupo mixto… A ver…– Matos intentó aguzar la vista– No, por el Grupo Mixto no hay nadie. Bueno, por la Agrupación Socialista Gomera tiene la palabra doña Melody Mendoza…

Mendoza hizo una descripción más o menos apañada de los informes a grandes rasgos. Su señoría es básicamente una descriptivista: jamás se le ha escuchado un argumento político. Tampoco parece interesarle mucho. Luego subió, inevitablemente, Manuel Marrero en nombre de Sí Podemos Canarias, último representante de la conciencia del proletariado isleña, que se felicitó, no podría ser de otra forma, por los grandes avances sociales que anidan en los presupuestos generales del próximo año. Fernando Enseñat, el portavoz del PP, siempre está cabreado y ligeramente cabreado, como si sufriera de una hernia discal. Uno siempre sabe lo que va a decir el señor Enseñat. Aunque lo arrancaras de la tribuna, lo subieras a un avión con los ojos vendados y lo tirases en paracaídas sobre el desierto del Gobi, nada más tocar la arena repetiría el mismo discurso de la pasada semana, del mes anterior y del año pasado. Ya se sabe, «las cosas que van mejor no es gracias a ustedes, sino a pesar de ustedes». El cronista tiene un cuadernillo lleno de asteriscos y cada uno de ellos los ha dibujado cuando Enseñat ha soltado su frase. Es ligeramente agotador. Desde su escaño su líder, Manuel Domínguez, lo observaba como escruta una estatua griega alguien a quien no ha interesado nunca el arte griego. El señor Domínguez, como Enseñat, no sonríe jamás. Actúa como si cada pleno parlamentario fuera un velatorio donde solo se pueden y deben decir cosas tristes, indignadas, admonitorias. Esther González, economista de guardia del grupo parlamentario de Nueva Canarias, cumplió con un mínimo compromiso analítico para votar cuanto antes.

La única sustancia, por supuesto, se fraguó en las intervenciones de Coalición Canaria y el PSOE. Rosa Dávila mentó la bicha, es decir, que de lo que se estaba informado era, en realidad, de las enmiendas en el proyecto presupuestario que consiguió introducir CC «gracias al trabajo de nuestras dos diputadas», muy especialmente, la gratuidad del transporte terrestre públicos (guaguas y tranvía) desde el próximo de enero. La diputada llegó asegurar que desde el Gobierno autónomo y varios cabildos y ayuntamientos se estaba intentando boicotear la gratuidad del transporte, «con recomendaciones tan ridículas como que a partir del día 1 no se coja la guagua o el tranvía en horas punta». El portavoz socialista, Iñaki Lavandera, lamentó que Dávila «fuera capaz de decir eso». Pero en contra de su tendencia habitual, el diputado socialista no se lanzó por el camino de la descalificación y estuvo casi fraternal. En la votación final ambos informes fueron avalados por unanimidad del pleno, Matos levantó la sesión para mandarse un frenadol y los diputados huyeron sin demasiados miramientos. Fueran apenas caían cuatro gotas y ni siquiera se notaba un fisco de frío. Estrictamente se había celebrado un trámite, no un pleno. Queda uno antes de fin de año. Después ya no quedará un ápice de parlamentarismo y todo lo devorará con su apetito inextinguible el mítin y la propaganda. Como en el resto de la legislatura, pero más salvaje, aburrida y descarnadamente.

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