“Los primeros pasos del basket femenino en Tenerife”, por Charo Borges (XVI)

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La Primera me sedujo

En cuanto decidí mi retirada deportiva, en el mes de Abril de 1976 y según acabó la temporada para nosotros, comencé a organizar mi vida sin baloncesto. Lo primero, fue completar lo que hacía en cada temporada precedente, desde 1971: el curso escolar, allí donde estuviera dando clase. Este año fue en el Colegio Hispano Inglés, donde permanecí desde el 74 hasta el 79. Después, las merecidas vacaciones y, cuando el curso volviera a rodar, compaginar mi trabajo con la preparación de unas oposiciones para acceder a la enseñanza pública. Pero, como digo en la entrada anterior, se cruzó en mi camino algo que nunca hubiera esperado: la propuesta de formar parte del Asunción Krystal, flamante recién ascendido a la 1ª División femenina y que, a partir de entonces, pasó a llamarse Tenerife Krystal. Voy a contarles lo que ha quedado en mi memoria de cómo ocurrió.
Seguí por la prensa los pasos triunfantes que el Krystal estaba dando en Cuenca, lugar de concentración de todos los campeones de zona, de la 2ª División, para celebrar la Fase de Ascenso. También los de su regreso a la isla y todo el merecido reconocimiento que se hizo a su fantástico logro. Fue un hecho deportivo histórico que consiguiera, por primera vez, el tan buscado ascenso por alguno de los equipos femeninos de esa época. Justo a los diez años de habérsele negado al campeonísimo Mª Auxiliadora de los años 60, con trampas y ardides poco limpios y legales.
Avanzado el mes de Junio, algunas personas relacionadas con este deporte, “encantadas” con trasladarme la primicia, me dijeron que este equipo estaba interesado en que yo jugara con ellos. En ningún caso, di por buenos aquellos chismes y rumores. Ya se sabía lo de mi retirada y pensé que no tenía mucho sentido que nadie fuera a interesarse por mi continuidad.
Pero, con gran sorpresa por mi parte, a los pocos días, me llamó a casa Antonia Gimeno, entrenadora del Krystal y antigua compañera de equipo en el OM de la temporada 72-73, para hablar conmigo. Me pidió hacerlo durante un almuerzo, en la antigua Caseta de Madera. Para información de los más jóvenes, decirles que esta especie de casa de comidas, típica de barrios marineros, era exactamente lo que su nombre indica. Estaba situada en la zona de Los Llanos, hacia el Sur de la capital, próxima a la orilla del mar. Desapareció con el Plan General de Ordenación Urbana de los años 80, que reestructuró todo aquel gran espacio.
Si no me equivoco, estaba emplazada muy cerca de lo que hoy ocupan las instalaciones del Parque Marítimo. Estuvo de moda durante muchos años, a pesar de lo destartalado de su construcción, por el buen pescado que servía. Hoy se la tildaría de chiringuito o de guachinche, como nos gusta decir por estas islas.
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Una vez allí, Antonia me dijo que conocía mi intención de retirarme, pero que había hablado con Jeromo sobre las probabilidades que habría de que yo me lo pensase. Tenía especial interés en contar conmigo para formar parte del conjunto que quería que afrontara la primera temporada en la División de Honor. En absoluto, quería considerarme como un refuerzo, sólo como una jugadora más, cuya larga experiencia en el baloncesto, iba a ser un buen ingrediente para lo que ella pretendía.
También estaba buscando una jugadora muy alta, en torno al 1’90 m., que además tuviera el nivel de juego necesario para la categoría a la que se había accedido. Pero, por estas latitudes y en aquellas fechas, no era fácil conseguirlo. Las posibilidades económicas de los clubs de entonces, no permitían fichar jugadoras peninsulares a las que había que facilitar un domicilio y una manutención que, con jugadoras locales, no era necesario hacer porque vivíamos aquí y seguíamos siendo puras amateurs, aún en la máxima división. Me limité a escucharla y le pedí que me diera unos días para pensármelo.
En ello quedamos y lo que hice, a continuación, fue ver a Jerónimo y a Ángeles y cambiar impresiones con los dos. No en balde, había jugado muchos años con ellos, me conocían muy bien y los consideraba unos excelentes amigos y expertos. Sus opiniones eran de gran valor para mí. La charla me ayudó mucho a aclarar mis dudas, aunque, tengo que reconocer que, desde el momento en que Antonia me lo planteó, la idea me sedujo en gran medida. Sobre todo, porque siempre me atrajo la curiosidad de saber lo que era jugar en la categoría más alta de este deporte y en una competición que cubría, prácticamente, todo el territorio nacional. Sopesé el esfuerzo y la dedicación que iba a exigirme y si el calendario previsto era compatible con mi trabajo en el Hispano Inglés.
La conclusión, después de valorar todos aquellos datos y argumentos, no se hizo esperar. Aparqué, de momento, mi intención de convertirme en opositora y volví a ver a Antonia para decirle que aceptaba integrarme en el proyecto que ella quería diseñar, para la primera temporada de su equipo en la máxima división femenina.
En la próxima entrada, recuperaré esos pasos iniciales de lo que iba a ser el comienzo del final de mis muchos años en el deporte activo. Como complemento gráfico de ésta, sirvan los titulares escaneados de la noticia publicada en los periódicos de entonces, sobre mi fichaje por el Krystal. Las fotografías del equipo las reservo para los relatos siguientes.

Mis nuevas compañeras

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Quiero comenzar esta nueva entrada insistiendo en lo que ya comenté en la de mi fichaje por el Tenerife Krystal: el carácter absolutamente amateur de todas y cada una de las jugadoras que formamos parte de aquel conjunto que, por primera vez en Canarias, participó en una liga de la División de Honorfemenina. Y, aunque a las generaciones de hoy les cueste creerlo, así fue, a pesar de intervenir en la competición de más alto nivel en este país. También quiero dejar constancia de que, a diferencia de lo que viví en mis primeros años en la 2ª División, nunca tuvimos que comprar nada, por nuestra cuenta, de lo que formaba parte del atuendo deportivo. La firma comercial que nos respaldaba, siempre se hizo cargo de todo lo que se necesitara.
Y, ahora, a lo que iba: mi incorporación al flamante y recién ascendido Krystal. Desde el primer día, me sentí muy a gusto y muy bien acogida por todas las jóvenes y nuevas compañeras que, desde la temporada 73-74 y hasta la última, la 75-76, habían sido, además, respetadas y respetuosas rivales. Fue muy fácil integrarme y, en ningún momento, sentí que aquella circunstancia de rivalidad deportiva interfiriera en la magnífica relación que, desde entonces y hasta hoy mismo, he mantenido con todas y cada una de ellas. Cada vez que volvemos a encontrarnos, ya sea en la calle, ya en algún acto deportivo o, simplemente, de compras, me alegro muchísimo de volver a verlas y de saber cómo les va en sus vidas. En todas las ocasiones, siempre he sentido que este sentimiento es recíproco.
A la mayor de ellas, yo le llevo seis años de edad y es costumbre, en el ámbito deportivo, distinguir con el apelativo cariñoso de “abuelo” o “abuela” al jugador más viejo o menos joven, para ser justos, de todos los que integran la plantilla. En mi caso, nunca se me dijo y lo que yo me consideré siempre, además de compañera, fue una especie de hermana mayor. De hecho, en situaciones puntuales, creo haber ejercido como tal, para algunas.
Aunque entre las imágenes que reproduzco, está el recorte periodístico que informó, en su tiempo, de todos los que compusimos aquel primer club, quiero hacer la relación de todas las protagonistas y de acuerdo con la foto en la que aparecemos. En la fila superior y de izquierda a derecha están Mercy Marrero (junior), Mª Luisa Cólogan, Conchy Marrero, Mariajo Paniagua, Marichu Hernández y Catere Falcón; en la fila inferior y en el mismo sentido, Marga Máiquez, Bea Ravina, Merce González, Elena Ramos (junior) y, a mi izquierda, Mele Montes de Oca.
En mis nuevas compañeras reviví mis primeros años con el Mª Auxiliadora, porque, al igual que nosotras, eran estudiantes en su gran mayoría y, como hecho curioso, muchas de ellas, de la carrera de Farmacia. Catere, Marga, Mele y la junior, Pame Pintor, son, desde hace unos cuantos años, estupendas profesionales de esta especialidad. Bea estudiaba Medicina y hoy la ejerce como médico de empresa, en el ayuntamiento de esta capital. Mª Luisa y Conchy le daban a los idiomas y, en la actualidad, son eficaces Relaciones Públicas de la compañía y organismo, respectivamente, para los que trabajan. Marichu hacía Enfermería y, desde hace tiempo, desarrolla su vocación en una entidad sanitaria privada. Merce, en Mayo del 78, dejó el baloncesto para casarse y hace años que se trasladó a Zaragoza, donde vive con su familia. Cada vez que puede, se viene a su tierra de siempre.
directiva
Coincidí con ella después de unas Navidades y me encantó verla tan vital como siempre y deseando estar más tiempo por aquí. Mª José, (Mariajo o Pepa, para nosotras), también anduvo fuera de nuestras islas por unos años y, desde hace unos cuantos, volvió y hoy la cuento entre mis colegas, porque es profesora de Religión en un Instituto de Enseñanza Secundaria de esta isla. Mención especial merece otra de las juniors, Mercedes Marrero, (Mercy para nosotras), y hermana de Conchy.
Su vocación era el mar y, por ello, se matriculó en la Escuela de Náutica. Eso la convirtió en la primera mujer, en España, que lo hacía y, eso, también la llevó a ser la brillante primera capitana de navío de la Marina Mercante de este país. Hoy, después de unos cuantos años al mando de barcos que navegaban por esos mares de Dios, es, parangonando al gran poeta gaditano Rafael Alberti, “marina (que no marinera), en tierra” y toda su experiencia y sabiduría las aplica a su responsabilidad dentro de la Capitanía Marítima, dependiente de la Dirección General de la Marina Mercante.
Una vez releído este post, reparo en que lo he convertido en una segunda edición de la entrada que, bajo el título de “Crónica casi rosa”, dediqué a mis antiguas y primeras compañeras en esto del amor al baloncesto. Lo que más siento de esta vez, es que sólo dispongo de una única fotografía que ilustre las vidas, fuera del deporte, de estas nuevas: la de un momento del enlace de Mercedes y Jaime y al que invitaron a todo el equipo. Se celebró en los jardines del Hotel Parque San Antonio, del Puerto de la Cruz, y lo pasamos de maravilla.
charo y maiquez
En la imagen, estamos Marga Máiquez y yo, en la iglesia del Sagrado Corazón. Allí se celebró la ceremonia, y, como es lógico, aparecemos con vestidos adecuados al feliz acontecimiento y con un aspecto muy alejado del que lucíamos durante la faena deportiva.
Intenté disponer de alguna imagen más, localizando a alguna de estas antiguas compañeras, pero, en Agosto, ya se sabe: vano intento. No encontré a ninguna. Otra vez será…
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CONTINUARÁ DESPUÉS DE LA SEMANA SANTA