“Los primeros pasos del basket femenino en Tenerife”, por Charo Borges (XII)

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¡Por primera vez!

Como adelanté en la entrada precedente, el Campeonato de España de la temporada 72-73, II Copa femenina del Generalísimo, se celebró en la provincia de Alicante y, más concretamente, en la ciudad de Alcoy, entre los días 11 y 13 de Mayo. Y para allá, fuimos.Un vuelo nos puso en Madrid y, desde la capital, otro nos llevó a Alicante, donde comimos la peor paella que he probado en mi vida. ¡Quién lo iba a suponer, en la región de los mejores arroces!. Después de tan mala experiencia gastronómica, una guagua de aquellos tiempos, poco preparada para largos recorridos, nos trasladó hasta Alcoy por una carretera que se nos hizo interminable, sobre todo, por las numerosas curvas que iban apareciendo a medida que ascendía y se acercaba a esta bonita ciudad interior del País Valenciano. Cuando, por fin, llegamos, nos esperaba un estupendo hotel que hizo que olvidáramos, de inmediato, la larga paliza vivida. Resultó muy acogedor y confortable, con agradables habitaciones y excelentes zonas comunes. Además, estaba enclavado en pleno centro de la ciudad, en uno de los extremos del Puente de María Cristina, y pudimos darnos buenos paseos para conocer los alrededores. La organización del Campeonato puso a nuestra disposición a una joven muy simpática y amable, que, a modo de las azafatas de eventos actuales, nos acompañó e informó de todo lo que tenía que ver con el éste.
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El sistema de competición fue el de rondas eliminatorias y ocho los equipos participantes. Junto al nuestro, acudieron el C.R.E.F.F. de Madrid, el C.R.E.F.F. de Gerona, el Ignis Mataró, el Filomatic Picadero de Barcelona, el Celta de Vigo, el Tabacalera de La Coruña y el Águilas Schweppes de Bilbao. Nos estrenamos con un hueso durísimo de roer y que ya conocíamos de encuentros pasados: el C.R.E.F.F. madrileño, que nos ganó de 17 puntos, 59-42. La prensa especializada destacó la igualdad que hubo en todos los partidos de la primera vuelta y que, sólo cuando finalizaban, pudieron despegarse los vencedores. En la segunda jornada, nos tocó otro de los grandes, el Celta de Vigo, que con una combinación defensiva de 1 y caja, (una jugadora en defensa individual y las otras cuatro, en zona), se aseguró el anular a Charo, que fue la que más puntos convirtió en el del día anterior, y, así, vencernos por 60-38. Llegó el último y ¡por primera vez, con la camiseta del OM, ganamos!. Fue con el Águilas de Bilbao, en una cancha descubierta que había por fuera del Pabellón donde jugamos los demás encuentros y a las 8’30 de la mañana. El resultado fue de 46 a 31 y esos 15 puntos de diferencia nos supieron a gloria divina. Por lo menos, no nos quedamos con el farolillo rojo y ocupamos el séptimo puesto.
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La final se disputó entre los dos conjuntos catalanes y se alzó con ella el Filomatic Picadero, que la ganó al Ignis Mataró por 46-39. Nuestro equipo fue distinguido, una vez más, con el Trofeo a la Corrección y la Deportividad. He leído en más de una de las viejas reseñas de que dispongo, que en las distintas fases finales en las que se nos concedió este premio, sorprendía que, al acabar cada partido que jugábamos, nos uniéramos para formar una piña y corear el nombre del equipo rival. Hoy, con mucha probabilidad y tristemente, este gesto resultaría insólito e, incluso, algunas hinchadas lo reprobarían. La competición deportiva, a determinados niveles, se ha convertido en un negocio y a muchos jugadores, por desgracia, se les inculca excesiva agresividad y aquello de “al enemigo, ni agua…”.
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Para terminar esta crónica del pasado, dejar constancia de que la máxima encestadora de este campeonato fue, de nuevo, nuestra compañera Charo, que vivió una curiosa anécdota, a raíz de esta circunstancia. El trofeo con el que se la distinguió fue un modesto reloj de pulsera y los organizadores se deshacían en disculpas por ello. Decían no haber previsto que la ganadora pudiera ser una canaria y que ese premio, para nosotras, no sería de mucho valor. Para quienes se pregunten el por qué de este disgusto de la Federación alicantina, les diré que Canarias, por aquellos años, era puerto franco por su privilegiada situación intercontinental, mientras que el territorio peninsular no gozaba de esta condición. Esto significaba que las mercancías importadas, en general, y los artículos de lujo, en particular, (y un reloj, en la Península, lo era), estaban libres de impuestos, por lo que los habitantes de estas islas teníamos la posibilidad de comprar productos de calidad por precios muy asequibles.
Las imágenes de hoy muestran a todo el grupo, antes del partido con el Águilas; la presentación del encuentro con el C.R.E.F.F. madrileño; un momento de juego, en el encuentro con el conjunto vasco, y a nuestra capitana con el trofeo conseguido. También, la tarjeta de identificación del campeonato y que, muchas, aún guardamos como recuerdo.

Crónica «casi» rosa

A todas éstas, en mi afán de no perder el hilo conductor de las temporadas, he pasado por alto las situaciones personales que iban cambiando, en muchos de nosotros, y que también formaron parte de nuestra deportiva vida. Así pues, me van a permitir entrar en los aspectos meramente humanos de quienes dedicamos tanto tiempo a prepararnos para ser buenos practicantes de baloncesto y, al mismo tiempo, desarrollar nuestras facetas más desconocidas.

En el año 70, Conchy Ramírez acabó sus estudios en Historia, formando parte de la II Promoción de Licenciados en esta especialidad, de la Universidad de La Laguna y, según acabó, comenzó su trayectoria como profesora, en la Academia Rodríguez Campos, en aquel entonces situada cerca de la Plaza de los Patos y ya desaparecida. Hoy continúa su excelente labor profesional en la actual Escuelas Pías.

El año 71 fue un año especial y lleno de acontecimientos. Ángeles Domínguez, Angelita para nosotros y una de las cuatro gloriosas componentes del campeonísimo Mª Auxiliadora, que se mantuvieron en activo unas cuantas temporadas más, se despidió de las canchas en la Fase Final celebrada en Cáceres. Se casaba con Carlos, aunque no se alejó del todo porque nos acompañó en muchos desplazamientos posteriores, junto con su marido. En la actualidad, goza de su jubilación anticipada como empleada de mucha categoría y muchísimos años, en Telefónica.

También contrajeron matrimonio Ángeles y Jeromo y meses más tarde vino al mundo, Jerónimo II, Jeromín para toda la familia cestista, el primero de sus cuatro hijos. Ellos sí que no abandonaron el baloncesto. Todo lo contrario. Lo vivieron hasta dentro de casa, día y noche. Me los imagino atendiendo a sus críos y, al mismo tiempo, cambiando impresiones sobre «qué táctica sería la mejor para el partido del próximo sábado o si sería más conveniente empezar la defensa con una zona 1-3-1 o un marcaje individual…» Eso sí que era un gran amor al baloncesto.

De las que seguían estudiando, fue Charo la que obtuvo su título en Bellas Artes en este período y, como Conchy y Ángeles, que ya daba clases en el Colegio de la Asunción, desde 1966, también entró en la difícil y bonita tarea de la Enseñanza, en el Instituto Mixto de Bachillerato, de aquel entonces.

Actualmente, después de casi cuarenta años en las aulas de Dibujo, disfruta de un retiro profesional adelantado, voluntario y bien ganado.

Mª Reyes y Pilar Juan, veteranas más jóvenes, continuaban con su exigente y larga carrera y hoy son dos competentes expertas de la Medicina: ginecóloga y neuróloga, respectivamente.

También en estos años creció la familia deportiva del OM en forma de nuevos fichajes con media naranja e hijos, incluidos. Son los casos de Marta, con Tino y sus hijas Martita y Patricia, en la temporada 70-71, y Mary Carmen, con Arturo y sus niños Juanjo y Natalia, en la 72-73. También desde la 70-71, con Andrea, llegó Jose, su esposo.

Ángeles, en sus embarazos, estuvo entrenando y jugando durante los tres o cuatro primeros meses. En un deporte de equipos, esto conllevaba un alto grado de riesgo, pero la afición y vocación que ella sentía eran tan desmedidas que no cejaba en su afán de cumplir con su papel de componente importante del conjunto. Hoy, cuando recordamos estas historias, reconoce que fue una osada y que tuvo una gran suerte al no haber tenido ninguna complicación. Está claro que el ímpetu y la inconsciencia juveniles nos hacen creer que podemos con todo…

En 1973, llegó el segundo de los Foronda García. En esta ocasión, una niña que, como su hermano con el del papá, perpetuó el nombre de su madre y contamos con una Angelita más.

La descendencia la completaron con José Domingo y Lucía, años más tarde.

En 1975, Mary Pily Hernández, nuestra gran capitana de siempre, fue la que dijo adiós al baloncesto para casarse con Jose, hermano de Marta, y dedicarse a su nueva vida, compaginándola con su trabajo de administrativa. Hoy, continúa con esas labores.

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Las fotos superiores de esta entrada corresponden a los Foronda García, donde se muestra a Ángeles en su segundo embarazo; la pareja con su pequeña en casa; algunas jugadoras del equipo brindando por la niña y los dos mayores, ya con uno y dos añitos, vestidos con el equipaje del OM.

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Estas dos imágenes son de Marta y Tino, apareciendo en una de ellas la mamá con la hija mayor y, en la otra, el papá junto a los recién casados, Angelita y Carlos.

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El tercer grupo es el de los Escuder Gutiérrez de Salamanca, con Mary Carmen y Arturo, y Juan José y Natalia, sus hijos mayores, cuando asistían a algunos de nuestros partidos.
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Por último, Mary Pily y Jose, en su época de novios y próximos a casarse.
Como pueden ver, vidas tan normales como las del resto de los humanos, pero con una particularidad: a todos nos unió siempre, y nos sigue uniendo, la gran pasión que sentimos por el baloncesto y por lo que éste significó para cada uno.