Para Francisco, la canonización de Pablo VI y el arzobispo Romero era una cuestión personal, ya que ambos, así lo ha reconocido, influyeron en él. Fueron figuras importantes, pero a la vez polémicas de la Iglesia. El primero, por su talante aperturista; y el salvadoreño, por su defensa de los desposeídos y los derechos humanos, lo que le costó, además de la incomprensión y los recelos del Vaticano, la vida.