La marcha de investigadores españoles al extranjero es una leyenda urbana exagerada, lo dijo Emilio Lora-Tamayo, presidente del CSIC, un organismo que ha perdido a 4.000 cientificos desde 2011. No hay cifras de cerebros a la fuga, pero sí casos muy flagrantes como el de Nuria Martí, bióloga, se quedó en la calle tras el ERE del centro de investigación Principe Felipe de Valencia, emigró a Oregón y allí se convirtió en una de las científicas que consiguió por primera vez la clonación de células madre embrionarias.