A plena luz del día, unos turistas italianos entran en el supermercado a hacer la compra desnudos. Los vecinos dicen que es lo habitual, ver a gente corriendo y ebria. Están hartos del turismo de borrachera. Aseguran que hacen sus necesidades en la calle, que vomitan y hacen ruido. Conviven cada día con escenas difíciles de soportar. Turistas que improvisan piscinas en la calle o jóvenes que se cuelgan de balcones y ventanas. Se quejan de que los pisos turísticos abundan en el barrio, casas en las que se juntan 10 o 15 personas a la vez.