Amanece en la capital nepalí ocho días después del terremoto. A simple vista parece retormarse poco a poco el pulso en las calles, en los comercios, pero resulta imposible abstraerse de la realidad que está a la vuelta de la esquina, con edificios parcialmente destruidos por la cadena de seísmos, -unas 600.000 viviendas afectadas y contabilizadas hasta ahora en todo el país, según la ONU-. Algunos de estos bloques están a punto de ceder en su estructura, mientras en otros, ya reducidos a escombros, prosiguen las labores de los equipos de emergencias en busca de las miles de víctimas que continúan desaparecidas. El último balance oficial sobrepasa ya las siete mil muertes confirmadas.