La Feria Internacional de Arte Contemporáneo, ARCO, cumple treinta años. Este evento que cada año es cita obligada para artistas, compradores y amantes del arte se ha convertido en un clásico, que este año intenta capear la crisis que vive el sector. La feria cuenta en esta edición con menos galerías y menos espacio, ya que se reduce sólo a dos pabellones, pero aún así los nuevos artistas siguen conservando su capacidad para sorprender, en su lucha por hacerse un hueco entre los clásicos.

Así pues, en las galerías de esta feria característica por su transgresión se pueden ver desde originales estatuas de folklóricas hasta monos. Sorprendente también resulta un rincón dedicado a una cosa intangible como los gritos, o que algo tan aparentemente inservible como un conjunto de objetos rotos se pueda convertir en arte.