Sin perder el norte

Los senderos de la memoria

Enrique Talg fue un emprendedor y personaje emblemático de Puerto de la Cruz que apostó por el senderismo en el Norte y diseñó, entre otros, el Sendero de la Costa

Enrique Talg

Enrique Talg / El Día

Marta Casanova

Esta semana se ha celebrado en Londres la feria World Travel Market, que es sin duda una de las citas del turismo vacacional más importante del mundo, con más de 5.000 destinos presentes. En esta ocasión la sostenibilidad ha sido uno de los términos más utilizados para hablar del futuro del sector. Tanto desde las instituciones como desde el ámbito empresarial se considera fundamental enfatizar en la importancia que supone la preservación del medio como forma de atraer a unos visitantes cada vez más sensibles con este tema. La naturaleza o la gastronomía kilómetro 0 son hoy pieza fundamental a la hora de hablar de las experiencias que ofrece la Isla. Pero lejos de ser una novedad, estas bondades ya se promocionaban hace unos cuantos años.

Conocer nuestro entorno a través de los senderos del norte de Tenerife fue leitmotiv en la vida de un personaje emblemático del Puerto de la Cruz vinculado al turismo y su relación con la naturaleza. Para Enrique Talg, el turista debía regresar a su país con el recuerdo de los caminos empedrados, el olor a monte húmedo y el salitre del mar en la piel. Fue pionero en la promoción del senderismo en el Valle de La Orotava. Su interés por consolidar esta oferta le llevó a diseñar una serie de rutas como el Sendero de la Costa, aún por culminar, que permitiría recorrer desde el municipio de Santa Úrsula hasta San Juan de la Rambla, pasando por tres espacios naturales protegidos: la Costa de Acentejo, la Rambla de Castro y Los Campeches-Tigaiga y Ruiz. Desde entonces se han acometido algunas mejoras, como el camino que une la zona de La Paz con el barranco de la Arena y la playa El Bollullo, en La Orotava, pero queda mucho por avanzar.

Enrique Talg llegó a la Isla de la mano de su padre, Enrique Talg Schulz, quien le inculcó las posibilidades de esta actividad como oferta complementaria para quienes visitaban su hotel. La labor de la familia Talg sirvió también para contagiar a las administraciones para que, a través del Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza, el antiguo Icona, impulsaran el senderismo a través del acondicionamiento y señalización de los múltiples caminos que existen en nuestros montes, con la colaboración en ese momento de Isidoro Sánchez. Los históricos carteles, con un rombo amarillo y la figura de una niña, fueron diseñados por Enrique Talg para indicar al visitante la ruta a seguir. «Esta idea la sacó mi padre de las caminatas que hacíamos en nuestras vacaciones entre Alemania y Suiza», nos comenta Enrique Talg Reineke, que destaca cómo sus padres los llevaban a él y a sus dos hermanas, Ursula e Irene, a patear por el monte como una manera de desconectar y pasar tiempo en familia.

Para Enrique Talg, el turista debía regresar a su país con el recuerdo de los caminos empedrados, el olor a monte húmedo y el salitre del mar en la piel. Fue pionero en la promoción del senderismo en La Orotava

Enrique no pierde la esperanza de ver culminado el Sendero de la Costa, tan reivindicado por su padre, que aún hay que señalizar y hacerlo accesible. El camino ya está en uso, pero su fisonomía es irregular y en algunos tramos casi ha desaparecido. Mas que inversión económica, lo que se requiere es decisión y coordinación intermunicipal. «Por encima de los homenajes y premios recibidos, mi padre hubiera sido realmente feliz si finalmente pudiéramos patear su idea».

El senderismo continúa siendo un importante polo de atracción para nuestros visitantes y cada vez son más numerosas las empresas especializadas que ofrecen rutas y pateos por nuestros montes. En la época en la que Enrique Talg Wyss abrió el hotel Tigaiga, en los terrenos adquiridos en las inmediaciones del Taoro, la situación era distinta. Era el propio Enrique el que organizaba las excursiones con sus clientes y algunos empleados del hotel. Su hijo recuerda cómo se sumaba, allá por los años 70, a estas jornadas en la naturaleza por los montes de La Orotava. Hoy en día este interés continúa, pero el incendio devastador del pasado verano nos obligará a esperar un tiempo hasta poder ver de nuevo el monte como antes.

Apuesta por la sostenibilidad

Su preocupación por la sostenibilidad le llevó a convertirse en un adelantado a su época. En 1982, el Tigaiga fue el primer hotel de Canarias en instalar una planta de energía solar térmica en 1982. Esta apuesta lo ha convertido en uno de los establecimientos de Canarias más premiados en cuanto a sostenibilidad y uno de los primeros de España en obtener el registro EMAS en 2002. Este sistema comunitario de gestión y auditorías ambientales es un mecanismo voluntario para empresas y organizaciones que quieren comprometerse a evaluar, gestionar y mejorar su comportamiento medioambiental. Para cumplirlo se exigen unos requisitos muy estrictos en los que participan tanto los empleados como agentes externos vinculada también a la norma ISO 14001.

Enrique Talg llegó a Tenerife siendo muy pequeño. Su padre, dedicado a la hostelería y con espíritu emprendedor, decidió en 1922 venir a Tenerife y dirigir el hotel Quisisana en Santa Cruz, labor que compaginaba con los servicios para el hotel Peinador de Pontevedra y con la administración del Gran Hotel Taoro que llegó a dirigir hasta 1952, fecha de la adquisición por parte del Cabildo de Tenerife. En ese periodo, Talg Shulz compró los terrenos anexos al Taoro donde se sitúa hoy el hotel Tigaiga para plantar árboles frutales y criar animales como oferta más de ocio y entretenimiento, unido a las rutas programadas por toda la Isla.

Los senderos de la memoria

Busto de Enrique Talg / El Día

Este espíritu emprendedor fue el que heredó su hijo Enrique Talg Wyss, que comenzó a trabajar con 16 años en la casa Reimers, en la calle San Juan, dedicada al comercio para luego iniciar su carrera hostelera como aprendiz en el hotel Taoro. Más adelante se formó en grandes empresas como el hotel Palace de Madrid hasta regresar a su tierra. Tras arrendar el hotel Martiánez, trabajó también como ayudante de dirección del hotel Taoro con su padre como director.

Años más tarde construyó el hotel Tigaiga, inaugurado en 1959. Como dato curioso, el nombre del establecimiento debía empezar por la letra T para aprovechar la cubertería con iniciales H. T. del hotel Taoro que su padre recibió como pago al rescindirle el contrato el Cabildo de Tenerife. En poco tiempo este hotel se convirtió en referente en cuanto a la excelencia en el trato al turista. Esta premisa continúa hasta la actualidad con un trato diferenciado y familiar que ofrece también a quienes visitan con asiduidad el restaurante Tinguaro.

Con ochenta habitaciones, el Tigaiga se aleja de la oferta todo incluido de las grandes explotaciones hoteleras. Como nos cuenta su actual propietario, «tratamos de seguir la estela de nuestro padre». «Mi hermana y yo, encargados de su gestión, queremos que el visitante se sienta cómodo y disfrute sobre todo de las experiencias que ofrece la Isla, ya sea gastronómica, cultural o de ocio. Queremos que nuestros huéspedes conozcan la Isla y se enamoren de ella con sus senderos, su costa, su paisaje, su comida. Eso es lo que hacía de mi padre un hotelero especial y cercano, que nunca se sintió extranjero y al que le gustaba visitar guachinches para recomendarlos luego a los clientes».

Si la figura de Enrique Talg resulta interesante por los valores que inculcó, no menos importante es la de su esposa Gisela Reineke, pediatra de profesión que nunca ejerció en Tenerife al no poder convalidar su título. Su pasión por la botánica le llevó a rediseñar los jardines del hotel que se mantienen hasta hoy. Realizó una guía botánica en diferentes idiomas para entregar a sus clientes con las variedades de plantas subtropicales de los jardines del hotel. Trabajó hasta sus últimos días junto a su marido con el mismo amor por la tierra de adopción.

Los senderos de la memoria | | E.D.

Enrique Talg / El Día

Enrique Talg tampoco era ajeno a las necesidades del municipio y a los riesgos que ya en su época padecía el sector con un incremento desmesurado bajo su punto de vista. Esta visión la expresó públicamente en 1966 con una iniciativa que llevó al ayuntamiento para la construcción de un auditorio para congresos nacionales e internacionales. Fue uno de los primeros que habló de la moratoria enfatizando en la necesidad de limitar la construcción de nuevos hoteles. Un artículo del historiador Nicolás Lemus sobre la familia Talg recoge textualmente otro escrito presentado al presidente del Centro de Iniciativas y Turismo en la que realiza la siguiente petición que perfectamente valdría para hoy:

«Que se nombre una comisión compuesta, entre otros, por miembros de las fuerzas vivas de esta ciudad, con experiencia turística, economistas, expertos científicos en turismo, nacionales y algún extranjero, arquitectos paisajistas y otros profesionales que se estimen oportunos para que informen sobre la posibilidad de paralizar con carácter inmediato nuevas construcciones hoteleras y extrahoteleras por dos o tres años para dar tiempo a una nivelación de nuestra infraestructura turística. Que las empresas constructoras, con su personal, se empleen en tal infraestructura para convertir al Puerto de la Cruz en un verdadero Centro Turístico Internacional, no sólo de nombre, sino también de calidad. Que se acelere la construcción de viviendas sociales y la formación profesional. Que en esta ciudad se restaure su tipismo, su tranquilidad, se hagan parques con flores alegres, paseos turísticos sin automóviles y se organicen actos culturales y recreativos con regularidad. Que la no consideración de lo anteriormente expuesto y, por tanto, dado por inoperante y recusado en orden a pasar a ser ejecutado, causará, al modesto criterio del que suscribe, los perjuicios consiguientes a corto plazo, ahora que se insinúa una oferta de camas superior a la demanda. Que el estudio que se sugiere sea enviado, en el más breve plazo posible, a las autoridades competentes de superior representación. Que en caso de crearse la Comisión a que me refiero y para hacer frente a los primeros gastos, aporto, como primera partida, la cantidad de 25.000 pesetas. Que lo anterior se haga constar en acta. Espero tener con esta moción más suerte y apoyo que con la que hice al Excmo. Ayuntamiento de esta ciudad el 20 de agosto de 1966 en términos análogos. Muchas gracias. Firmado: Enrique Talg».

Mientras tomamos una limonada hecha con el esmero de siempre, Enrique me habla de la suerte que ha tenido al contar un padre generoso con una mente abierta para adaptarse a los cambios y que no dudó, cuando lo consideró oportuno, en ceder el testigo a sus hijos que aceptaron el reto con la responsabilidad que supone estar a la altura de un padre como el suyo.

«Encomiable labor»

Enrique Talg falleció el 27 de septiembre de 2006 con 82 años de edad cuando se preparaba para recoger un premio con motivo del Día Mundial del Turismo. Un busto en Parque de Taoro recuerda su figura con la siguiente inscripción: «El Excmo. Cabildo de Tenerife, a Enrique Talg Wyss 1924-2006. Por su encomiable labor a favor del turismo y el medioambiente, y por su amor y compromiso con Tenerife. Puerto de la Cruz, 18-2-2008. Autor: Felipe Hodgson Ravina».

Recojo mi cuaderno de notas y salgo del hotel imaginando a este señor bonachón, de aspecto alemán y corazón isleño, merodeando por los jardines del parque y supervisando las obras de reconstrucción del hotel Taoro, convertido hoy en esqueleto de lo que fue para resurgir por fin y rescatar del olvido fantasmas de otra época de los que tocará también hablar, sin perder el norte.

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