«Tenerife desaprovecha más de la mitad de sus recursos hídricos». La frase no la dice cualquiera, sino la voz autorizada de Carlos Soler Liceras (Madrid, 1952), Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, experto en Hidrogeología, así como exjefe de Planificación e Hidrología de la Dirección de Aguas del Gobierno de Canarias. Una de las personas que más sabe a nivel mundial de extracción de aguas subterráneas en terreno volcánico. Lo ha demostrado en Canarias, en cuyas Islas trabaja desde hace 40 años, con descubrimientos como el de la Fuente Santa, en Fuencaliente (de donde es Hijo Adoptivo), o como director del Plan Hidrológico de La Gomera. Valora que «los intereses privados están impidiendo la extracción de más de la mitad del agua que hay en la Isla». Esta es su apuesta decidida y no unos procesos de desalación que esconden más inconvenientes que ventajas.

Soler aclara: «La orografía y la permeabilidad de los terrenos es lo que impide que las presas sean efectivas en esta Isla, no el sistema de balsas. Presas y balsas son obras hidráulicas diferentes que se tiende a confundir». Él mismo ha dirigido la construcción de varias balsas en Tenerife. Además, defiende que, al contrario de lo que parece que se quiere hacer ver, «el acuífero de Tenerife apenas ha notado décadas de extracción de agua».

Ejemplo de esa permeabilidad del suelo es la presa de Los Campitos, en la capital tinerfeña, «abandonada a su suerte y vacía prácticamente desde su construcción». Valora Soler que «la empresa pública Balsas de Tenerife (Balten) ha intentado recoger parte del agua de la lluvia a través de tomaderos y aliviaderos en los barrancos y reconducirlos para su almacenamiento». Opina, con uso del refranero tradicional, que se trata de «más ruido que nueces».

Lo explica: «Lo que corre por los barrancos, según los datos oficiales del Consejo Insular del Agua (CIATF), son 15 hectómetros cúbicos de agua al año, frente a los 360 que se infiltran». Por lo tanto, añade, «no vale la pena volverse locos intentando captar el agua de los barrancos, cuando la tenemos mucho más fácil debajo de la tierra».

Soler valora: «En esta Isla se infiltran cada año 360 millones de metros cúbicos y se sacan 160, menos de la mitad. ¿Por qué optar por la desalación si tenemos agua subterránea que es mucho más barata y menos contaminante?». Para el ingeniero la respuesta es que detrás están los intereses privados y el negocio de las desaladoras. Sentencia: «Se desprecia la tecnología canaria de perforación para la captación de aguas subterráneas, única en el mundo, y nos decantamos por la desalación. La desaladora es muchísimo más cara y funciona con electricidad. Para producirla hay que contaminar y, además, por cada litro de agua desalada se vierte al mar un litro de salmuera contaminante».

Anaga, reserva hídrica

Carlos Soler insiste en una idea: «En la reserva hídrica de Anaga hay suficiente agua para abastecer a todo del municipio de Santa Cruz de Tenerife». Detalla: «En toda la zona de Anaga hay diques paralelos a la cumbre que, si se perforan del Sur hasta el Norte en perpendicular, podría obtenerse una cantidad de agua que abastecería a Santa Cruz o poco le faltaría. Y, además, sin afectar a los nacientes». Esa perforación tendría que producirse en la cota 200 para captar el acuífero insular. «Ese agua que no cogemos se está escapando al mar y en el océano es para los peces», añade Soler. El experto subraya: «Antes, el agua en Canarias era de los aguatenientes y ahora, es de los aguamangantes, una serie de empresas que actúan de intermediarias en la gestión».

Algunas objeciones al PHI

Soler elaboró en su día un informe al Plan Hidrológico Insular (PHI) de Tenerife. Amplio (19 páginas) y detallado, con profusión de gráficos. Después de ofrecer una serie de argumentos técnicos llega a una conclusión: «Los parámetros básicos de la planificación, como son la evapotranspiración, la escorrentía y la infiltración se han ido cambiando a gusto del planificador en estos últimos 50 años». A juicio del ingeniero, «se ha pasado de la tesis de que se sacaba del acuífero más agua de la que entraba, momento en el que se justifica la desalación en los años 90 del siglo XX, hasta llegar al actual, en el que consideran que hay más del doble del agua infiltrándose todos los años en el acuífero de la que se saca. Pero, eso sí, sin modificar el hecho de que cada vez se ponen más desaladoras en marcha».

La excepción

Un gráfico del informe reproduce un corte vertical de la Isla por la dirección Santa Úrsula-Güímar. Carlos Soler apunta que «en ese preciso lugar sí es cierto que el acuífero se ha reducido a la mitad de su altura, ya que es la parte más estrecha de la Isla y donde hay más de 30 galerías por cada lado, en una banda de 10 kilómetros de ancho». Pero, insiste, «salvo esa zona en concreto, en el resto de Tenerife es mentira que el nivel freático haya bajado a la mitad de su altura».

Para demostrarlo, Soler se apoya en el Plan Hidrológico Insular, «que adjunta figuras de cómo estaba el acuífero en 1925 y en 1997. Corté esas dos Islas con sus acuíferos por cinco lugares diferentes y superpuse las curvas de esos años. El resultado es que, salvo el primero (Santa Úrsula-Güímar), donde sí llega el descenso a la mitad, en el resto de perfiles no se alcanza ni el 10% de pérdida de la altura inicial tras 70 años de extracción de agua. Lógico, ya que se saca menos de la mitad de lo que entra, según sus datos». Carlos Soler concluye afirmando que «es una falsedad desarrollada para justificar que se saque menos agua subterránea e impulsar en paralelo la desalación de la del mar».

Un informe al PHI "demoledor"

Carlos Soler elaboró en octubre de 2014 un «demoledor informe» al Plan Hidrológico Insular (PHI) de Tenerife. Lo hizo en calidad de jefe de Planificación, Estudios e Hidrología de la Dirección General de Aguas del Gobierno de Canarias. En principio, debió haber sido vinculante o anulado por otro. No fue así y se tramitó el PHI tal y como estaba. Soler apunta: «Así llegó hasta Europa y allí ya sabemos lo que pasó» (sentencia en contra del Tribunal de Justicia de la UE en 2015). El ingeniero explica que «en todo el documento y para todos los argumentos he usado siempre los valores que hay en el propio texto del PHI, con lo que las refutaciones son siempre a partir de sus datos». Para concluir, añade: «Como se puede comprobar, voy exponiendo los errores página a página hasta llegar a la última, donde figuran las conclusiones. Estas se resumen en una frase: proceder a la devolución del documento al Cabildo».