Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que lo más parecido a la sanidad pública era una vecina. Mujeres como Anastasia, Maruca, Juana, Antonia o Catalina que, durante buena parte de su vida, se dedicaron a cuidar de la salud de sus vecinos con los modestos conocimientos y materiales que pudieron adquirir. Durante décadas fueron las encargadas de asistir los partos o de inyectar los tratamientos en una época en la que acudir al médico era todo un lujo. El Ayuntamiento de Santa Úrsula las ha recordado estos días, junto a otras Santaursuleras destacadas, a través de paneles en las calles.

El alcalde de la localidad, Juan Acosta, médico de profesión, reconoce que estas mujeres realizaron “una labor fundamental y extraordinaria con unos medios muy rudimentarios”. Recuerda que su trabajo compensaba la falta de médicos en una época en la que “generalmente había uno para tres o cuatro pueblos”. Esta es la historia de tres parteras y dos practicantas de Santa Úrsula.

Anastasia

Anastasia Hernández Delgado nació en Santa Úrsula el 25 de diciembre de 1905 y falleció el 1 de diciembre de 1990, con 85 años de edad. Perteneció a una familia humilde de agricultores que residían en El Farrobillo. Fue madre de seis hijos (Efigenia, Manuel, Avelino, Nazario, Carmen y Antonia) y una mujer muy trabajadora, que siempre acudía al campo a recolectar alimentos, trabajaba en casa y, además, ejercía como cocinera y partera. Su familia cuenta que “ayudó a muchas mujeres de este municipio y de municipios vecinos a dar a luz a sus hijos en sus casas”.

María Candelaria

María Candelaria Abreu Gutiérrez, conocida como Maruca, nació el 15 de noviembre de 1926 y falleció el 18 de abril de 2014. Sus familiares recuerdan que “empezó a poner inyecciones en 1958, al poco tiempo de regresar de Cuba, a donde emigró entre 1952 y 1957. Comenzó de practicanta de forma inesperada, ya que el médico Don Valerio le recetó a su padre unas inyecciones y la persona que se las tenía que poner no estaba, así que le enseñó como hacerlo. Estuvo muchos años con esta práctica, tanto de día como de noche. Los familiares la venían a buscar y la acompañaban de regreso, siempre caminando. Nunca cobraba”. La gente le daba papas o verduras como agradecimiento. En 1975 cambió de domicilio y se mudó de El Farrobillo al centro de Santa Úrsula, pero la gente seguía yendo a su casa a buscarla. Durante 25 años tuvo una jeringuilla de cristal y tres agujas de distinta longitud. La pequeñita era para los niños y las niñas. Los médicos de la zona (Don Valerio, Don Alfonso, Don Ventura o Don Gil), le dibujaban la cantidad que tenía que extraer del frasco, para que no se equivocara. Siempre hervía agua para desinfectar las jeringuillas y las agujas. “Nunca tuvo ninguna infección en las miles de inyecciones que puso”, recuerda su familia.

Juana

Juana González Delgado, conocida como Juana La gaga, murió a los 65 años el 3 de octubre de 1961. Tuvo nueve hijos (Adriana, Carmela, Venancio, Marcos, Alejandro, Gloria, Felipa, Marina y Dominga) y pasó la mayor parte de su vida en la Cuesta de la Villa. Una de sus hijas relata que “venían los maridos a casa a buscarla; se trasladaban caminando desde cualquier barrio y, en ocasiones, llegaban en burro. Cuando el parto se complicaba, ella misma mandaba a buscar a Don Emilio Ruiz, un médico de La Orotava”. Juana nunca pedía nada a cambio, pero la gente le entregaba como agradecimiento algo de su cosecha.

Antonia

Antonia León Gómez, conocida como Antonica, nació el 5 de febrero de 1938 en La Corujera. Fue la tercera de nueve hermanos y hermanas de una familia humilde. Desde muy joven se vio con la necesidad de aprender a poner inyecciones. Don Valerio, el médico de La Victoria, la enseñó a inyectar pinchando a un muñeco, porque tenía una hermana menor bastante enfermiza. No le quedó más remedio que aprender, con apenas 16 años, para no tener que desplazarse a diario. Utilizaba un inyectador de cristal que tenía que hervir antes de usar. Compró el inyectador, las agujas y todo lo necesario para poder pinchar a quien se lo pidiese. Nunca decía que no y tampoco cobraba.

Catalina

Catalina García nació en Santa Úrsula en 1890. Según relata su nieta, “mientras atendía su casa, los terrenos y criaba a sus cinco hijas, también ejercía de partera”. Comenzó a asistir a las parturientas de la Tosca de Ana María y se convirtió en una de las primeras parteras locales del siglo XX. Este mes se cumplen 53 años de su fallecimiento.