Jesús Manuel Álvarez González dejó la informática para asumir el control del agua de las galerías Vergara I y II, las más productivas de Canarias. Aprendió el oficio de su suegro Domingo, que a su vez lo había aprendido de un tío suyo. Desde enero enseña los secretos de su labor a su hijo Jorge Álvarez Reyes.

Jesús Manuel Álvarez González regentó durante 20 años una pequeña tienda de informática en La Guancha hasta que la crisis de 2008 le empujó a cambiar de actividad y a aprender el oficio de canalero de su suegro Domingo, que durante más de una década se encargó de las galerías de Vergara I y II. Cuando el padre de su mujer se jubiló, él recogió el testigo y desde el 1 de enero de 2021 enseña los secretos del oficio a su hijo Jorge Álvarez Reyes, que también estudió un ciclo superior de informática y ha terminado como canalero. Esta sorprendente reconversión profesional ha valido la pena y Jesús Manuel no cambia su actual trabajo “por nada”.

Trabajar a 1.460 metros de altitud, en medio del monte, tiene sus ventajas e inconvenientes. El contacto con la naturaleza es un privilegio, como disfrutar de la compañía de decenas de pinzones azules de Tenerife (Fringilla teydea). El frío, la lluvia y los incendios forestales son la cruz. Ambos han aprovechado sus conocimientos en informática para, sin perder los sistemas tradicionales de medida, como el caudalógrafo o la regla, digitalizar el control del agua a través de sus teléfonos móviles.

De 6:00 a 23:00 horas

Al principio le costó muchas horas ponerse al día: “Salía de mi casa a las seis de la mañana y volvía a las once de la noche, pero ahora hemos mejorado mucho el control y los accionistas también pueden hacer un seguimiento a distancia”. Su hijo Jorge reconoce que vive el trabajo “con tranquilidad”, ya que conoce el oficio desde que lo ejercía su abuelo. Se confiesa un enamorado de las galerías, que define como “una maravilla”, y considera que lo peor de su trabajo es “el trote que supone moverse entre La Guancha, Guía de Isora y Los Realejos para controlar las canalizaciones”.

Jesús Manuel Álvarez lleva 11 años como canalero y responsable de estas dos galerías. Su caudal desciende poco a poco y, pese a las lluvias y nevadas, no parece que se haya recuperado. “Desde que yo estoy a cargo, no he visto subir el caudal, siempre baja. No sabemos que es lo que hay más allá de la galería”, señala. Cuando empezó a trabajar en la zona, salían más de 2.300 pipas por hora, una cifra que ahora se ha reducido a unas 2.200, de las que casi 2.000 provienen de Vergara I.

“Hace tres años se hizo una limpieza de unos 9 metros en el ramal de Vergara I. Se pensaba que el agua salía de una grieta en el terreno, pero en realidad sale del interior de un tubo volcánico perfecto. Por ahí sale un gran chorro”, detalla. El agua aflora, pero nadie sabe a ciencia cierta de donde procede exactamente, por lo que las intervenciones se hacen de forma muy controlada, debido al riesgo que supondría desviar el flujo de agua y perder caudal.

Ni Vergara I ni Vergara II se han ampliado en los últimos años, únicamente se han realizado los llamados sondeos. Se trata de perforaciones con varillas de unas dos pulgadas, como las que se usan para los pozos pequeños, que son las que permiten realizar estudios de presencia de agua. Es un trabajo previo a la perforación. Como anécdota, recuerda que durante una limpieza y sondeo de Vergara I “se introdujo una barrena unos 70 u 80 metros, pero la presión que ejercía el agua era más fuerte que la que podía sostener la máquina”.

En la actualidad hay una perforación de unos 112 metros en Vergara II, lo que obligó a desviar el agua que iba a la Estación Desalinizadora de Aguas Salobres (EDAS) de Cruz de Tarifes, en La Guancha, para evitar que la suciedad por la presencia de restos de barro, arena y piedras dañara la maquinaria que reduce el exceso de flúor. “El problema de Vergara II es que hay un material parecido al barro, como almagre, así que al trabajar ahí el agua sale con restos y no puede mandarse directamente a la planta. En recorridos más largos, a través de canales como el que lleva al Valle de La Orotava, los sedimentos se quedan poco a poco en el fondo”, explica Jesús Manuel.

La gestión diaria de las galerías más caudalosas de Canarias supone una gran responsabilidad y una disponibilidad “24 horas los 365 días del año”. El millón de litros que sale cada hora de las entrañas de Tenerife a través de Vergara I y II sirve para abastecer a entre 200.000 y 300.000 contadores de la isla, entre los que se incluyen los 2.500 de los vecinos, empresas e instituciones de La Guancha. “Es una responsabilidad enorme poder dejar a un municipio sin agua”, reconoce Jesús Manuel.

“Siempre tenemos que estar disponibles ante cualquier llamada que se produzca por una incidencia, no podemos desconectar demasiado ni estar demasiado lejos de aquí”, explica. La última vez que tuvieron que salir corriendo disfrutaban de un almuerzo en Tacoronte, con poca cobertura, y acabaron casi a la una de la mañana en el bajante de Guía de Isora para reparar una grave rotura.

La responsabilidad de estos dos canaleros, padre e hijo, va más allá de Vergara I y II, a las que acceden unas tres veces al año, como mínimo. Uno de sus cometidos principales es el control y vigilancia de los tres canales que llevan el agua de estas galerías hasta Guía de Isora, el Valle de La Orotava y la EDAS de Cruz de Tarifes, en La Guancha. Son 47 kilómetros de canal hasta Guía de Isora, 11 kilómetros del bajante de La Guancha y 17 kilómetros de tubería que llega a Los Realejos. Ahí empata con el Canal del Norte y el agua continúa su viaje hacia Acentejo y el área metropolitana. Prácticamente llega a toda la isla, aunque continúa a través de tuberías y canales que no dependen de Jesús Manuel y Jorge.

“Tenemos que controlar 75 kilómetros de conducciones que, al menos una vez al mes, tenemos que analizar a pie. Lo hacemos en unos tres días por tramos. Tenemos que controlar, por ejemplo, que no entren raíces de pinos o escobones. La raíz más larga que hemos sacado medía 32 metros. También hay que controlar las roturas, por eso siempre avisamos a la gente de que no camine sobre los canales, ya que las losas pueden ceder por el centro y es un riesgo”, indica.

De un tubo volcánico

A su juicio, una de las cosas más impresionantes de su trabajo es poder ver cómo aflora el agua de la roca en Vergara I: “El agua del ramal sale de un tubo volcánico natural, con una gran fuerza, y también del techo. En la galería principal hay un pasillo con planchas transparentes en las que el agua golpea y forma un gran estruendo. El agua sale de entre 8 y 10 catas, a diferentes presiones”.

El sistema de seguridad ha mejorado mucho y se cumplen unos protocolos muy estrictos, según explica Jesús Manuel: “Nadie puede entrar solo a la galería y para cualquier visita hay que poner en marcha tres horas antes un gran motor de ventilación que ayuda a extraer los gases y permite la entrada de aire limpio. Además, se avisa de la hora de salida y si no se cumple, hay que llamar al 112. Llevamos un detector de gases, bombonas de oxígeno, un rescate de emergencia con oxígeno artificial con autonomía de 60 minutos y hay otro motor que mete aire limpio por una tubería a la que puedes engancharte para respirar. En la puerta hay un pequeño plástico que nos dice en que dirección va el aire. Si viene de dentro afuera, nadie puede acceder. Si está echando el aire viciado, con monóxido de carbono, quizás te tumbe sólo por asomarte al hueco de la entrada”.