Félix Reyes puso en marcha la Ferretería Orotava a principios del siglo XX y sus hijos Manuel y Miguel continuaron la actividad hasta el siglo XXI, cuando traspasaron el negocio a Esteban García, un empleado que llegó con 14 años y, a los 55, continúa detrás de un mostrador que ha visto pasar dos pandemias, dos guerras mundiales, monarquías, repúblicas, una guerra civil, una dictadura y la llegada de las grandes superficies e internet. 

Cuando la plaza del Ayuntamiento de La Orotava albergó la primera gran alfombra del Corpus Christi, en 1919, la Ferretería Orotava ya despachaba clavos y tornillos desde hacía 15 años. En todas y cada una de las fotos de los emblemáticos tapices elaborados con tierras del Teide aparece una casita con dos alturas, tejado, seis ventanas y dos puertas, en cuyo interior se mantiene vivo un negocio con alma e historia que lucha por sobrevivir a las grandes superficies y al comercio a través de internet.

La historia de la Ferretería Orotava arrancó a principios del siglo XX y en sus 117 años de historia ha visto pasar dos pandemias, la de gripe española de 1918 y la del coronavirus; dos guerras mundiales; monarquías y repúblicas; una guerra civil, y una dictadura, pero lo único que ha logrado poner en entredicho su continuidad ha sido la decadencia del comercio tradicional y cercano por culpa de los grandes centros comerciales y las compras a través de grandes plataformas online.

Félix Reyes fundó la Ferretería Orotava en 1904 y la mantuvo activa hasta que pasó en 1950 a manos de sus hijos Manuel y Miguel, que la regentó hasta los 90 años. Cuando la familia Reyes no encontró un relevo en casa, miró a su empleado más fiel, Esteban García Morales, que había entrado a trabajar con 14 años en 1979, y le dieron facilidades para que recogiera el testigo y mantuviera activo un negocio que entonces cumplía un siglo. Él también ha cumplido con creces.

Esteban García, hijo de campesinos, asumió la empresa desde 2004, cuando ya llevaba 25 años empleado, y ahora, 42 años después de llegar, lo atiende junto a su mujer Milagros y con la ayuda puntual de sus hijas Marta y María. Cuando se le pregunta por qué ha durado tanto la ferretería, responde que la clave “está en el cariño y en su carácter familiar”.

Se trata de un negocio vivo, pero tiene aire de museo. Esteban conserva muchos de los materiales y artilugios que se vendían hace décadas: un mostrador original, las pesas para vender clavos a granel, la primera calculadora, una caja registradora con décadas de uso y billetes de 100 pesetas en su interior, un tocadiscos portátil que funciona a veo, folletos de los años 50, interruptores de porcelana, quinqués, viejos plomos, regletas de baquelita, catálogos de planchas de carbón, un libro de ventas a crédito que este año cumple un siglo, y hasta el contrato original de compra de la casa por 1.420 pesetas.

“Son como piezas de museo, las valoramos mucho, pero necesitamos vender para seguir abiertos. La historia no nos da de comer. Si vendemos, podemos seguir haciendo historia. Si no, habría que cerrar. Cada día me levanto con nerviosismo pero también con la ilusión de abrir un negocio centenario. Nos cuesta mucho. El comercio tradicional está muy castigado porque ahora se puede pedir cualquier cosa a través de internet, desde un taladro hasta una camisa o unas gafas. Luego cuando te llegue será lo que será, así que nuestra diferencia es el trato personalizado con el cliente. Tenemos mostrador y esa palabra viene de mostrar. Aquí puedes ver, tocar y probar lo que compras. Explicamos, asesoramos y, como somos un pueblo, a veces hasta dejamos que se lleven las cosas a condición”, explica Esteban.

En la Villa también se conoce este negocio como la ferretería de Los enanitos, un mote que viene de la reducida altura de sus puertas, que fueron normales pero se quedaron pequeñas al subir la rasante de la calle, y también de la escasa altura de Miguel y Manuel, sus anteriores dueños, a los que este sobrenombre no les hacía demasiada gracia, según recuerda Esteban. Cuando asumió el negocio tuvo que convertir en escaparate “la puerta asesina”, la más bajita de todas, donde la gente “todos los días se daba algún golpe”.

Otra de las señas de identidad de esta ferretería es la venta de artesanía canaria, “que es una manera de ayudar a un sector que en estos tiempos lo está pasando muy mal”, y de productos que difícilmente se consiguen en otros lugares como lebrillos, grandes calderos, piezas de cerámica, réplicas de balcones canarios, tallas de madera y piedra para el agua o morteros artesanales. Uno de sus escaparates se reserva siempre para la artesanía: “Ahí no verás nunca un taladro”. Su negocio es en la actualidad muy variado, aunque los productos con más salida son el menaje de cocina, la iluminación, las pinturas, las herramientas y “en general todo lo que se puede encontrar en una ferretería, salvo material de construcción, por la falta de espacio”.

El belén más apreciado

Desde hace 16 años, el belén que se elabora en este negocio es uno de los más apreciados de la ruta villera. Pese a la pandemia y el control de aforo, 15.228 personas disfrutaron de su extraordinario nacimiento, con figuras vestidas de magos, en el que este año se recreó la iglesia de San Juan.

Esteban García Morales teme que llegue el día de echar el cierre y reconoce que no le gustaría pasar a la historia como la persona que tuvo que poner fin a la Ferretería Orotava. Su esperanza pasa por alguna de sus hijas e, incluso, por su nieto Nicolás, que tiene 6 años, y ya le dice a su abuelo que él se quedará con el negocio.

El día 10 de octubre de 1904

La Ferretería Orotava conserva enmarcado en una pared el contrato de compra de la casa donde se ubica, en la calle La Carrera, que fue un antiguo establecimiento de comestibles propiedad de Antonio Herrero González. La adquirió el 10 de octubre de 1904 el fundador de la ferretería, Félix Reyes Martín, al precio de 1.420 pesetas con 60 céntimos. El día de la entrega de llaves entregó en efectivo 1.220 pesetas con 60 céntimos y se comprometió a abonar las 200 pesetas restantes en el mes de diciembre de 1904. Así comenzó la larga historia de este negocio emblemático.