INCENDIO EN TENERIFE

El Norte mira con preocupación hacia sus laderas tras saltar el fuego la Dorsal

Las llamas bajan por los montes de La Orotava

El Pabellón Quiquirá acoge a los vecinos evacuados de forma preventiva de los barrios altos del municipio

A la izquierda, el humo en la ladera situada enfrente de Aguamansa, unos vecinos trasladando conejos y el espacio de animales del Pabellón Quiquirá; a la derecha, miembros de la Protectora Adepac cuidan de perros en Ravelo. | carsten w. lauritsen | | CARSTEN W. LAURITSEN

A la izquierda, el humo en la ladera situada enfrente de Aguamansa, unos vecinos trasladando conejos y el espacio de animales del Pabellón Quiquirá; a la derecha, miembros de la Protectora Adepac cuidan de perros en Ravelo. | carsten w. lauritsen | | CARSTEN W. LAURITSEN / Domingo Ramos

Una escena se repetía ayer por buena parte del Norte tinerfeño: gente parada con la mano en la frente y mirando el humo y las llamas que brotaban de las laderas. El fuego había saltado la Dorsal, la cordillera que divide los montes sureños y norteños, y empezaba a bajar con fuerza. Vecinos se detenían en la calle de las zonas urbanas, aparcaban en arcenes, se apostaban en las azoteas de las casas… con la vista hacia la cumbre. En las zonas más metidas en el monte, como en Aguamansa, el seguimiento del incendio era colectivo: grupos de residentes con el corazón en un puño y la esperanza de que aquello no fuera a más.

«Recordamos: se va a proceder a la evacuación preventiva de esta zona. Rogamos a los vecinos que en una hora vayan abandonando las viviendas», anunciaba un vehículo a través de megafonía en Pinolere, uno de esos núcleos en los que se procedió a desalojar a vecinos. Era media mañana y estaba en marcha una evacuación preventiva en los barrios altos de La Orotava. Aguamansa y La Florida Alta también se vieron afectados por la medida.

La llegada de las llamas a La Orotava era la constatación definitiva de que no se trataba de un incendio cualquiera. «Las condiciones son buenas», expresaba, entre la llamada a la tranquilidad y el deseo, el concejal de Seguridad del Ayuntamiento orotavense, Narciso Pérez, que esperaba que la tarde permitiese mejores noticias. Y así, entre la preocupación y la esperanza, fue avanzando la jornada.

La zona para desalojados del Pabellón Municipal Quiquirá.

La zona para desalojados del Pabellón Municipal Quiquirá. / Domingo Ramos

«Ha ido caminando muy rápido; en una noche se puso aquí y vamos a ver en qué queda esto», expresaba Juan Manuel Pérez, un residente en una agrupación de viviendas a unos kilómetros de Aguamansa. «El problema es el que es, por mucho que digan lo contrario: hay una cantidad increíble de pinocha y por eso arde lo rápido que arde», apuntaba Manolo, otro de cuantos miraban desde algún punto desde la TF-21 hacia las laderas de centenarios pinos de La Orotava.

«Todavía está lejos, pero son muy grandes las llamas y la cantidad de humo es enorme. Yo vivo en el Puerto de la Cruz y subí para ayudar a mi hermana a sacar cosas de su casa en el coche, pero al llegar me dijo que no hacía falta porque todavía no le habían dicho que desalojara», expresó Carmen González, cuya familia, afirmó, lleva «toda la vida sufriendo incendios en sus huertas por culpa de los incendios».

El Norte mira con preocupación hacia sus laderas tras saltar el fuego la Dorsal

El Norte mira con preocupación hacia sus laderas tras saltar el fuego la Dorsal / Domingo Ramos

Carretera solitaria

La TF-21 se mostraba bastante más solitaria de lo habitual. Sin visitantes que fuesen o regresasen del Teide y con vecinos ya desalojados, la imagen era la de una vía con poco tráfico, con el sol anaranjado y gente rescatando caballos. Más arriba, ya en Aguamansa, un grupo de vecinos y jóvenes, ya al filo de las 15:00 horas, llevaban conejos hasta una casa y se ponían de acuerdo para darles agua y que pudiesen pasar el incendio lo mejor posible. Al menos un helicóptero recogía agua en una balsa cercana y hacía descargas en las inmediaciones mientras el fuego continuaba ladera abajo.

El Pabellón Municipal Quiquirá fue el lugar habilitado para los desalojados, con camastros y algunos servicios. Setenta y dos personas, 26 perros, 5 conejos y 6 gatos era el balance a las 15:15 horas. La concejala de Asuntos Sociales de La Orotava, Belén González, era una de las representantes municipales que intentaban que aquello fuese lo más cómodo posible. Según explicó, contaban con trabajadoras sociales, educadores o psicólogos para atender a los evacuados. «Todos los ediles están desplegados tanto en la parte alta como en el Pabellón», manifestó.

Apoyo regional

En el recorrido por la instalación, todavía a las 12:30 horas y con los primeros vecinos llegando, sonó el teléfono de González. Al otro lado de la línea, la consejera de Bienestar Social del Gobierno de Canarias, Candelaria Delgado, para tenderle la mano a la colaboración. En una especie de patio anexo al polideportivo se preparaban a esa hora un espacio para animales, incluso con sus carpas para evitarles el sol.

El Norte mira con preocupación hacia sus laderas tras saltar el fuego la Dorsal

El Norte mira con preocupación hacia sus laderas tras saltar el fuego la Dorsal / Domingo Ramos

Se daban cita allí desde concejales, técnicos municipales, colaboradores y hasta el cura de Aguamansa. Esteban Rodríguez, tejinero, es el párroco de este núcleo orotavense desde hace dos años, y exponía que se había desplazado hasta allí para lo que «haga falta». Y lo cumplía: minutos después de realizar esa afirmación estaba colaborando en la preparación de unas camas.

«Yo soy vecino de El Mayorazgo y estoy aquí para servir al que haga falta». Eran las palabras de Manolo Martín, de 46 años y que colaboraba en el operativo desde que este jueves se abrió el Pabellón. «Intentamos que la gente se sienta bien y, en la medida de lo posible, como si estuviera en su casa», dijo, antes de añadir que otro de los objetivos es que los menores desplazados hasta el recinto no se asusten. Según indicó, él también vivió de cerca un incendio 20 años atrás en la zona de Santa Úrsula.

El Norte mira con preocupación hacia sus laderas tras saltar el fuego la Dorsal

El Norte mira con preocupación hacia sus laderas tras saltar el fuego la Dorsal / Domingo Ramos

Pino, testigo en primera línea

También se encontraba por allí Francisco Morales, vecino de Pinolere. Él, igual que otros residentes de esta zona, tuvo que salir de su casa cuando les comunicaron que se iba a proceder al desalojo preventivo del lugar. Conocido por Pino y con una faceta atlética en la que ha cosechado marcas muy meritorias, calificaba la situación de «fastidiada». Desde su vivienda fue testigo en primera línea de la evolución de «un foco descendente hacia el Valle», así como de las primera labores de extinción con medios aéreos.

En el Pabellón Quiquirá y en los alrededores, la mayoría de comentarios pasaban por el mismo sitio: la preocupación por las propiedades de las familias. «Tuvimos que salir con lo puesto, como se suele decir. Cogimos algo de dinero, una mochila con un poco de ropa y vinimos a aquí, aunque la idea es quedarnos en casa de unos familiares que nos han dicho que vayamos», expuso otra desalojada.

Ya por la noche, el fuego seguía su avance. Una de las imágenes se producía entonces en la zona de Aguamansa, donde vecinos armados con motosierras trataban de hacer cortafuegos para tratar de proteger sus viviendas. La noche, ya sin la participación de medios aéreos, es siempre el peor momento y el de mayor incertidumbre.

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Tito Flavio Vespaciano, Noel, Lord, Campanilla, Valle Inclán... Los perros de los que cuida la Protectora Adepac, situada en los altos de El Sauzal, tuvieron que ser trasladados hasta las inmediaciones del Complejo Deportivo Paulino Rivero Baute, ubicado en el barrio sauzalero de Ravelo. «Como el fuego estaba cerca, de forma preventiva empezamos a desalojar a los perros más delicados, como son los sénior, cachorros y enfermos», explicó Yurena García, trabajadora de la Protectora. «Con la alarma de fuego inminente, bajamos al albergue completo», añadió sobre una operación que supuso el traslado de casi 400 animales. Estos fueron repartidos entre casas de acogida, el citado pabellón y el campo de fútbol. Fue a las 00:30 horas del jueves cuando salió el último del recinto. «Somos una protectora, no perrera, por lo que no sacrificamos», detalló García, que estaba en el campo de fútbol junto a los animales que están más acostumbrados a vivir en libertad y acompañada por otros miembros de Adepac. Desde esta protectora animal aprovecharon para apuntar que estos canes se encuentran en adopción, por lo que quienes quieran quedar al cuidado de alguno de ellos pueden aprovechar también estos días en que estarán en Ravelo. Eso sí, avanzó Yurena García que este colectivo sigue un procedimiento riguroso para dar a los animales en adopción, a fin de evitar que estos queden en manos de personas que no los atiendan bien. | D.R.