Era un matrimonio muy vitalista, de los que se le podía ver tanto en un carnaval en Tenerife, como en una romería de cualquier pueblo grancanario o caminando para ver la imagen de Santa Rita. José Pérez, conocido en Gáldar como Pepe ‘el pintor’ y su esposa, Encarnación Alonso, a la que se le conocía también en el pueblo como ‘Siona’ o ‘Sionilla’, fallecieron casi de la mano: los dos fueron enterrados este sábado juntos en el cementerio de San Isidro, tras fallecer ambos con poco más de nueve horas de diferencia este jueves, y enfermar al mismo tiempo en la recta final de sus vidas. Uno se llevó a la tumba su ropa de los días de fiesta más preciados, mientras que ella lo hizo, como dejó dicho, con uno de sus trajes típicos canarios más elegantes que se ponía en las fiestas. Ni la muerte los ha podido separar.

La pareja, de 88 y 91 años, se conoció en las tradicionales vueltas alrededor de la plaza de Santiago

Pepe ‘el pintor’ cumplía 91 años en diciembre, y Siona acababa de soplar 88 velas. Se conocieron en el casco de Gáldar, donde ellos han vivido toda su vida y donde son muy conocidos.

Como era habitual a mediados del siglo pasado, se echaron el ojo dando vueltas alrededor de la plaza de Santiago con sus amigos. Este lugar ha sido un punto de encuentro que ha unido a muchas parejas durante décadas en la comarca grancanaria. Y con ellos también pasó lo mismo.

El flechazo acabó en boda. Él tenía 28 años, y ella 25, algo mayores para lo que se estilaba en esa época.

Encarnación Alonso fue velada con ropa típica, y José Pérez, con su mejor traje

Pero, como es habitual en un periodo de posguerra como la española, la vida había dejado muchos sinsabores. Tanto, que el hombre que se ganaría de mayor la vida como pintor de brocha gorda vivió una infancia dramática. Con apenas siete años vio como un grupo de radicales franquistas se llevó a su padre encadenado, y nunca más lo llegó a ver con vida. Solo hace unos años pudieron recuperar los restos de su cuerpo. Era uno de los represaliados del franquismo, cuyo cuerpo pudo recuperarse en Arucas, y con ello pudo enterrarse. Esa experiencia vital le marcó su vida.

Sus manos de pintura dieron lustre a las paredes de la iglesia de Agaete, de muchas viviendas de Gáldar y de sus alrededores. Siempre sobre su andamio de madera, que ni siquiera cambió cuando llegaron con el tiempo las plataformas metálicas, más modernas y seguras para el trabajador.

‘Siona’ también era una persona muy trabajadora, luchadora, divertida y juerguista. Así la definen quienes la conocían. «Era, la alegría de la familia», como la definen familiares como Miguelina. No pasaba desapercibida, e hizo que fuera muy conocida en Gáldar, ya que también era muy dada a los paseos y a sentarse en una terraza. El jornal se lo ganaba trabajando en los tomateros con la familia Bonny, pero también limpió muchas casa en Las Palmas de Gran Canaria.

«Trabajaron mucho para hacer una gran casa», destaca su nieta Naira. Y él era de los que solía guardar el dinero en las latas de pintura, como se hacía antaño.

La jubilación no hizo más que acentuar la alegría por disfrutar de la vida. Habían pasado toda la vida juntos, pero eso no quiere decir que hicieran todo juntos. «Pepe, ahí te dejo la cena, le decía muchas veces ella, y se iba con su amiga íntima a pasarlo bien».

Eran asiduos a los carnavales, romerías y actos religiosos en pueblos de Gran Canaria y Tenerife

Al matrimonio se le podía ver en todo tipo de jolgorios. Eran fieles al carnaval de Tenerife, del sur de Gran Canaria y de Gáldar, como a los entierros de la sardina. Tenía una gran cantidad de ropa para renovarse en esta fiesta, que ella misma diseñaba. «Pero ella siempre tenía que llevar puesto un antifaz o la cara descubierta». Era una de sus señas de identidad en los carnavales.

También se la podía ver caminando a Anzo (el barrio que comparten Gáldar y Guía), o irse a ver la imagen de Santa Rita en Vegueta.

«Siona’ era la alegría de la familia. Era una persona muy presumida, que le gustaba arreglarse; solía ir mucho en los bailes al baño solo para retocarse las pinturas», señala la hija Fabiola. A lo que la nieta Naira añade que no podía salir sin sus zapatos de tacones hasta el final». Y con su Renault ‘cuatro latas’ no paraban.

Las chucherías de la cabalgata

Uno de los recuerdos imborrables de Naira es que, incluso cuando los nietos eran mayores, su abuelo les llevaba chucherías y chocolatinas que Pepe lograba reunir en sus bolsas durante la cabalgata de Las Palmas, que no solía perderse casi nunca.

Pero el confinamiento obligatorio por la pandemia dejó sus secuelas, y fue apagando ese espíritu natural del matrimonio, y empezaron a retroceder.

Pepe falleció el jueves a las 11.45 horas, aproximadamente, de la mañana. Y ella apenas esperaría unas horas más para irse con él. La defunción se firmó a las nueve de esa misma noche. La pareja estaba ingresada en el Hospital de San Roque de Guía. Allí habían permanecido las últimas semanas, tras ser dados de alta en el hospital de referencia de la comarca norte.

Curiosamente, ambos fallecían también el mismo día del cumpleaños del nieto más pequeño, Yoandri, de 20 años.

«El amor existe», señalan sus allegados.

Se quedaba en la cama y dejó de comer al día siguiente

Ambos también había recaído juntos. ‘Sionilla’ había comenzado a sufrir las secuelas del Alzheimer, y tuvo que ser ingresada en el Hospital Dr. Negrín de Las Palmas de Gran Canaria. Al día siguiente, su pareja de toda la vida ya dejó de comer y no quería levantarse de la cama. También tuvo que ser hospitalizado por deshidratación y otros males asociados a su estado físico y mental.

Y con apenas nueve horas de diferencia, se fueron el mismo día.

«Ella tenía muchas ganas de vivir. Había estado 13 días con los ojos cerrados, y se despertó, comenzó a reconocer a sus familiares y ya comía y veía la televisión. Incluso cuando estaba enferma le decía a su marido que se acostara con ella, o le hacía regañizas si él ponía su cara de gruñón», pero se apagó la vida de su esposo, y con él también se fue la suya.

Los dos féretros compartieron la sala en la que fueron velados los dos últimos días en el tanatorio de San Isidro de Gáldar. Y este sábado fueron enterrados por la mañana en nichos pegados en el cementerio situado a unos pasos.

«Ni la muerte los ha podido separar», destacan los familiares de estas vitalistas personas

Siona se fue vestida de romera. Y para ello había dejado dicho que tenía que ser uno determinado, el que más le gustaba entre los muchos que tenía. Y Pepe se llevó su «ropa especial» de los bailes de la tercera edad.

Tenían dos hijos, cuatro nietos y dos bisnietos.

El gato espera al pie de la televisión

Mientras tanto, el gato de Pepe sigue acostándose en el mismo lugar en el que se podía rozar con sus piernas, como si el animal sintiera que seguía estando presente en el sillón de la tele de la vivienda familiar. Parece que tampoco quiere olvidarlo.

En forma de epitafio, el bisnieto Osiris, de 12 años, le escribía estas palabras, que resumen la vida de este matrimonio de Gáldar: «Hasta que la muerte los separe, y ni la muerte los pudo separar».