"Me empujó contra una ventana": una enfermera de Tenerife relata su infierno en pleno auge de agresiones a sanitarios

Una madre insulta, amenaza y escupe a una profesional en consulta

Las enfermeras son las más afectadas por el aumento de las agresiones hacia el personal sanitario

Una mujer aguarda su turno en la sala de espera de un centro de salud de las Islas.  | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

Una mujer aguarda su turno en la sala de espera de un centro de salud de las Islas. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ / Verónica Pavés

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Fue en mediados de enero cuando Carla –nombre ficticio para preservar su identidad– empezó a tener miedo de volver al trabajo. Lo que prometía ser otro día normal en la consulta de pediatría de un centro de salud de Santa Cruz de Tenerife se convirtió en un infierno después de que la madre de uno de sus pequeños pacientes la amenazara, escupiera y propinara un fuerte empujón. El encuentro le causó distintas secuelas físicas y psicológicas y ejemplifica el creciente problema de las agresiones a los sanitarios en Canarias.

«No la conocía, nunca la había visto». Así comienza el relato de esta enfermera al tratar de rememorar los hechos que han ocasionado que pase dos meses encerrada en casa por el miedo a toparse de nuevo con la mujer. Su agresora era una madre que había acudido con su hija de 18 días a Pediatría de su centro de salud con el objetivo de realizarle una primera valoración. Un estudio que ya llegaba tarde, pues, de acuerdo al protocolo, tuvo que haberse hecho a los 2 o 3 días de nacer.

Dicha valoración se debe llevar a cabo por una enfermera y un pediatra, en conjunto. Aquella mujer, sin embargo, no tenía ninguna intención de pasar por la enfermería y había insistido en que solo quería ver a la médico. «La pediatra me comentó que así no podía valorar al bebé bien y me pidió que lo viera», rememora Carla.

Entendiendo la necesidad de echar un vistazo a la alimentación y el peso del recién nacido, Carla accede a la petición de su compañera. Como estaba atendiendo a otro paciente, y en aras de agilizar la consulta, le comenta a la mujer que «pase a una habitación con su bebé y vaya desnudándolo». Una petición que no sentó bien a la madre, que empezó a hacer aspavientos y dar gritos desde el otro lado del pasillo. «¿¡Cómo voy a desnudar a la niña!?», le espetó la mujer, visiblemente molesta, mientras insistía en que solo quería que la viera un pediatra.

La médico, sin embargo, entendía que era importante que una enfermera revisara el estado de salud de la niña para corroborar que todo estaba en orden, por lo que trató de convencer a la madre.

Una vez dentro de la consulta, la tensión empezó a crecer de manera exponencial. «Entró como una fiera, acercó su cara pocos centímetros de la mía y me dijo que a la salida me iba a reventar», rememora. La mascarilla que cubría su cara –que había recuperado apenas unos días antes– le permitió notar mucho menos las gotas de saliva que fueron disparadas hacia su cara cuando la mujer le propinó un escupitajo. «Me dijo de todo menos bonita», recuerda.

En ese momento, la paciente se dio la vuelta y empezó a dirigirse hacia la puerta. Carla se quedó paralizada, en shock y sin entender muy bien qué estaba ocurriendo, dado que no conocía a la mujer de nada. «No paraban de temblarme las piernas», insiste. Pero justo cuando pensaba que lo peor ya había pasado, la mujer dio media vuelta y se acercó rápidamente hacia ella para empujarla con fuerza. «Me di en la espalda con el pico de la ventana y me escurrí hasta el suelo de dolor con un ataque de nervios», revela.

Los sanitarios llamaron de inmediato a la policía, pero para cuando hicieron acto de presencia –«muy rápido», según la afectada–, la agresora ya se había marchado. «Ella, que había consumido, salió a toda prisa con el padre de la niña que, además, había salido de la cárcel».

La enfermera puso una denuncia y un parte de lesiones y acabó en juicio. «No se presentó ni la primera ni la segunda vez», recuerda. Durante los últimos dos meses la enfermera se ha refugiado en su casa por miedo a encontrarse con su agresora en la calle. «Siempre me encuentro mamis que atiendo a consulta, y me provocaba terror pensar que podría estar por fuera de mi casa esperándome», insiste. De hecho, la profesional solo ha vuelto a consulta una vez la jueza ha dictado una orden de alejamiento.

La creciente agresividad de pacientes y familiares ha quedado patente en un aumento sin precedentes de las agresiones verbales (como amenazas, insultos o descalificaciones) y físicas (como empujones y puñetazos) a los sanitarios y, en concreto, a los enfermeros.

Creciente agresividad

En total los sanitarios del Archipiélago denunciaron 431 agresiones verbales, físicas y mixtas durante 2023, un 45% más que en 2022, cuando se registraron 296 denuncias, según ha podido comprobar el sindicato de enfermería Satse. Pero si hay un colectivo que ha sufrido más la cólera e irritabilidad de la población es el de los enfermeros. En un solo año, las agresiones entre estos profesionales han crecido un 78%, pasando de las 86 registradas en 2022 a 153 en 2023. «Y esto solo es la punta del iceberg, porque solo se denuncia un 10% de las agresiones que recibimos», destaca la afectada. En este sentido, la enfermera recomienda a sus compañeras que «realicen siempre un parte de lesiones físico o psicológico» para que quede constancia de las recurrentes vejaciones que sufren y se entienda mejor la dimensión de este problema creciente.

Este aumento de las agresiones se vive tanto en los centros de salud como en los hospitales. Un 34% de estas denuncias se han registrado en Atención Primaria. «La mayoría de las que se producen en centros de salud también lo hacen en urgencias extrahospitalarias», lamenta Leopoldo Cejas, portavoz de Satse. Este crecimiento tiene su origen, según el sindicato, en el aumento de la afluencia de los pacientes, que tratan de seguir el protocolo sanitario a rajatabla, es decir, acudir primero a sus urgencias más cercanas antes que al hospital.

Las urgencias son las que arrastran una mayor saturación y son las que sufren mayores complicaciones para poder dar cobertura a todos los pacientes que llegan. Los profesionales se han quejado en diversas ocasiones de la falta de espacio y de camas en el servicio, así como la escasa capacidad para drenar pacientes al área de hospitalización.

La falta de recursos humanos y materiales y el aumento del tiempo de derivación de los pacientes a los centros hospitalarios, conlleva situaciones de desesperación y enfado de los pacientes y sus familiares que acaban teniendo un impacto directo en los sanitarios.

De ahí que el sindicato defienda que cada centro de salud cuente con seguridad privada y el establecimiento de canales de información rápida. «En el caso de Atención Primaria este fenómeno aún más duro, porque no hay herramientas para evitar un nuevo encuentro con el agresor», replica Cejas, que recuerda que, incluso aunque se cambie al agresor de cupo, «siempre hay posibilidades de encontrarlo en la consulta de al lado».