Educación | Jornadas PROA+

Cuentos, sellos y un patio para combatir el abandono escolar

Un colegio y dos institutos del Archipiélago comparten sus experiencias en las II Jornadas PROA+, que reúnen a más de 300 docentes del Archipiélago en el Auditorio Alfredo Kraus

El equipo del IES Benito Pérez Armas comparte sus experencias PROA+ en el Auditorio Alfredo Kraus, durante las jornadas a las que han acudido más de 300 docentes del pa´s.

El equipo del IES Benito Pérez Armas comparte sus experencias PROA+ en el Auditorio Alfredo Kraus, durante las jornadas a las que han acudido más de 300 docentes del pa´s. / ED

Cuentos para estimular el lenguaje en niñas y niños de 3 años y facilitar su adaptación a Primaria. Alumnado de Secundaria que recibe sellos como premio por mejorar su rendimiento académico a través de unos juegos que involucran a todo un municipio. Clases fuera de las aulas tradicionales, en espacios abiertos, con tablets y una enseñanza diferente a la de la mesa, el libro, la pizarra y el lápiz. Así son los tres proyectos desarrollados en Canarias a través del Programa para la Orientación, Avance y Enriquecimiento Educativo (PROA+) del Estado, que se presentaron ayer en las jornadas celebradas en el Auditorio Alfredo Kraus, de Las Palmas de Gran Canaria, y a las que han acudido más de 300 docentes y equipos directivos de toda España desde el miércoles hasta hoy.

El PROA+, un plan del Ministerio de Educación para ofrecer apoyo y orientación al alumnado en situación de vulnerabilidad y reducir el abandono escolar, ha financiado con 360 millones de euros a más de 3.600 centros educativos de todo el país entre 2021 y 2024, entro los cuales hay 169 centros públicos de Primaria, Secundaria y Ciclos Formativos de Grado Básico de las Islas.

En este marco, se ha seleccionado al CEIP César Manrique Cabrera (Lanzarote), el IES Benito Pérez Armas (Tenerife) y el IES Alonso Quesada (Gran Canaria) para compartir sus experiencias en tres talleres junto a otros centros de diferentes partes del Estado.

El IES Benito Pérez Armas, que este año cumple su 30 aniversario, ha sido elegido para presentar sus «buenas prácticas» sobre la Gestión del cambio. El instituto, ubicado en el barrio chicharrero de Los Gladiolos, es conocido por sus proyectos sociales -con iniciativas como su Programa de Atención a Deportistas o las modalidades de atención a la diversidad-. Si bien, el centro adolecía de una falta de organización para encajar todas las piezas y tras sumarse al PROA+ en el curso 2021/22, que coincidió con la renovación del equipo directivo, se empezó a gestar una mayor coordinación, sobre todo, con la creación de un equipo con experiencia, visión y capacidad de liderazgo para enfocar todo el trabajo hacia la mejora del rendimiento, la reducción del absentismo y el bienestar del alumnado.

Liderazgo y participación

«A partir de un liderazgo distribuido se establece una forma de trabajo donde todo el mundo tenga su espacio, se proponen proyectos y se genera un sentimiento de pertenencia al centro. Se fomenta a través de la participación de los docentes, de las familias y del alumnado. Si las decisiones se toman entre todos, siempre es mucho mejor porque conoces al alumnado desde todas las vertientes», explica Esther Alonso Lorenzo, directora del IES Benito Pérez Armas. Las fórmulas que ha hallado el centro tras ese proceso de diálogo y coordinación se basa en dos pilares: la figura de los referentes y la elaboración de planes de trabajo y estudio. Con la finalidad de mejorar la atención del alumnado que presenta indicadores de vulnerabilidad, se ideó nombrar un «referente» en cada nivel de enseñanza que recibiese las alertas o advertencias de los docentes e hiciera de canalizador con el equipo coordinador. Junto a las familias, se decide qué tipo de recurso se puede ofrecer para atender mejor sus necesidades.

La otra pata está enfocada a la mejora del rendimiento académico y la reducción del absentismo escolar, un objetivo en el que se inmiscuye todo el centro. Para ello, el centro trabaja en un plan de hábitos de trabajo y estudio dividido en comisiones: un equipo se encarga de facilitar técnicas para el alumnado y otro grupo elabora una encuesta individualizada para conocer las condiciones de cada estudiante, incluidas las condiciones socioeconómicas, que a su vez se pone en común con las familias y se le hace un seguimiento.

Motivación

De forma paralela, se trabaja la motivación mediante un sistema de sellos como recompensa o premios. El alumnado los recibe a medida que hace uso de los recursos a los que se les deriva. Pero no solo se entregan en las aulas, también se expande al entorno familiar o a las bibliotecas municipales. «Esto ha hecho que el rendimiento aumente. El programa involucra a las familias, al entorno y da oportunidades a todo el alumnado, sea de la condición que sea», asegura Alonso.

En la localidad de Tahiche, del municipio lanzaroteño de Teguise, el CEIP César Manrique Cabrera detectó alteraciones y dificultades en la capacidad oral entre los niños y niñas que ingresaban al centro con 3 años. Antonio Luis Monzón Suárez, coordinador del PROA+ en el centro, explica que los encuentran «en una etapa anterior» al que deberían estar. Por ello, el colegio decidió sumarse hace cuatro cursos a la actividad destinada a la estimulación del lenguaje.

Según Monzón, también profesor de Música en Primaria, las dificultades del lenguaje en esta etapa provocan mayores dificultades en lectura y escritura cuando empiezan su etapa en 1º Primaria, donde además las ratios aumentan hasta los 25 o 30 alumnos por aula, al igual que en etapas posteriores, lo que dificulta aún más la atención individualizada. «A un niño que no desarrolla el lenguaje, le va a costar muchísimo en 1º leer y escribir, que es lo principal en la educación. El nivel de aprendizaje se va ralentizando, con lo cual, las competencias con las que tienen que cumplir los niños en 6º serán mínimas. Por eso estamos poniendo el foco en Infantil, que es el cimiento de la educación», detalla Monzón.

A través de los cuentos

El centro cuenta con la ayuda de una técnica de educación infantil y usa dos vías: los cuentos y un trabajo de sensibilización con las familias. A través de los cuentos es el nombre con el que han bautizado al plan que incluye actividades con pictogramas, que también están adaptados a menores con necesidades educativas especiales, con los que se trabajan todos los aspectos del lenguaje. «Por ejemplo, tenemos un cuento que se llama El dragón chef, que lo relacionamos con todos los proyectos que tenemos en el centro, como el huerto escolar, donde los niños plantan y hacen sus propias recetas, para estimular el lenguaje oral», detalla Monzón.

De forma paralela, a las familias se les ofrecen pautas de trabajo en el hogar con actividades concretas y vías de colaboración con el centro. «Les podemos enseñar cómo contar cuentos en casa, en el aula o que participen en los talleres de cocina», añade Monzón. Sobre los resultados, el coordinador del programa señala que se aprecian sobre todo en la valoración de las familias. «Les cambia la mirada sobre sus hijos e hijas, sobre el tiempo que les dedican. Y también afecta a la visión del centro, se dan cuenta de que son partícipes de la educación de sus hijos en las aulas», concluye.

Espacio inclusivo

«Hemos generado un espacio que el alumnado reconoce como otra zona de aprendizaje además del aula tradicional y se siente cómodo», manifiesta Mayte Medina Batista, vicedirectora del IES Alonso Quesada (Las Palmas de Gran Canaria). El instituto, que desarrolla el PROA+ desde el curso 2021/2022 en la actividad Espacios inclusivos, transformó un patio que era utilizado como forma de esparcimiento y recreo en un área de aprendizaje. «Lo hemos dividido en dos: una parte con césped artificial y en la otra zona hemos añadido color, mesas o sombrillas», indica Medina.

En el área se imparten clases de cualquier materia, generalmente para favorecer el aprendizaje cooperativo. Pero también se destinan a las denominadas Jornadas innovadoras, que desarrolla el instituto desde 2019. Uno de los ejemplos que expone Medina es la celebración de unas actividades vinculadas con el cine, donde el espacio inclusivo se transformó en nueve salas, cada una correspondiente a un género distinto en los que el alumnado asumía diferentes roles organizadores, entre otras actividades.

«Todo lo que sea sacar al alumnado de Secundaria (de 12 a 18 años) del aula tradicional, donde los tenemos seis horas sentados una sesión tras otra, evidentemente, es recibido de forma muy positiva y tienen muchas ganas de usar esos espacios», revela Medina. Sin embargo, dar clases en un espacio al aire libre supone metodologías innovadoras, diferentes a las tradicionales. «No podemos hacer lo mismo que hacíamos en el aula tradicional que con el alumnado tumbado con sus tablets (...). Hay que aprender, acostumbrarse y tener actividades muy organizadas para que el docente se sienta cómodo. La idea es que todos los docentes se contagien».

Suscríbete para seguir leyendo