Todos los testigos que han prestado declaración hasta ahora en el juicio con Tribunal del Jurado que se desarrolla en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife por el asesinato de una mujer de 51 años en un piso de La Cuesta, en La Laguna, coinciden en que la víctima, tras salir del domicilio con casi todo el cuerpo quemado, mantuvo un discurso coherente y no daba muestras muy evidentes de estar bajo la influencia de alcohol y drogas.

Así lo expresan tanto los policías nacionales y policías locales que la asistieron en primer lugar, como los residentes en el edificio de los hechos en la Urbanización Princesa Yballa y que pudieron escucharla después de que presuntamente el hombre con el que convivía presuntamente la metiera en la bañera, la rociara con gasolina y le prendiera fuego en la madrugada del 23 de septiembre del 2020.

La coherencia de su manifestación tras el episodio de violencia resulta clave, en la medida en que la mujer aseguró ante los testigos que el varón, Abraham Z.A., la había quemado y la intentó matar. Y, de forma paralela, el hoy acusado le ordenaba que se callara y que todo se debía a un accidente, así como que fue la afectada quien se quemó y que él trató de ayudarla.

Los hechos ocurrieron en un domicilio que era propiedad del padre del presunto autor del asesinato de Ramona. Además de recibir una pensión, el individuo ejercía la mendicidad y buena parte del dinero que ingresaba lo dedicaba al consumo de estupefacientes. Pero la vivienda no era una más en el bloque.

Ante la falta de recursos, la vivienda disponía de electricidad gracias a un motor que había puesto Abraham en el piso. El generador producía ruidos, humo y olores que molestaban a casi todos los residentes en el edificio, lo que causó que varios de ellos le recriminaran tal circunstancia.

Además, varios testigos explicaron que el hogar se hallaba sucio, entre otras cosas, por la presencia de excrementos de perro y las hogueras que, a veces, hacían con palos.

Por el citado piso transitaban de día y de noche numerosas personas, muchas de ellas adictas a estupefacientes. Y en el mismo eran frecuentes los ruidos, los golpes, las discusiones, las amenazas y los insultos.

Uno de los residentes, J.L., fue uno de los pocos que aseguró que se llevaba bien con el hoy acusado, con quien nunca tuvo problemas. La noche del 22 de septiembre, este testigo admitió que Abraham gritó insultos y amenazas. Entre otras, aseguró que iba a quemar a Ramona y a todo el bloque con gasolina.

Tras llegar tarde de su trabajo, aseguró que, de madrugada, se iba a duchar y, entonces, escuchó una fuerte explosión y observó una llamarada por la ventana del baño. Escuchó gritos en los que una persona pedía ayuda y bajó hasta la segunda planta, donde se hallaba el piso donde ocurrió el suceso. Tras empujar la puerta, observó que la mujer salió de la vivienda quemada, a la vez que le decía al hombre implicado: "Me quemaste, me echaste gasolina". Mientras, Abraham le decía que se callara y que, en realidad, había intentado ayudarla al tratar de apagar el fuego con agua.