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Reportaje

Un matrimonio octogenario de Córdoba, con un pie en la calle por exceso de buena fe

Manuel y María se enfrentan a un desahucio tras pagar un piso con todos sus ahorros y quedarse el dinero los promotores

Manuel y Marta en la que aún es su vivienda. MANUEL MURILLO

Hay historias que, por más verídicas que sean, cuesta creer que puedan ser verdad. Es el caso de un matrimonio octogenario de Córdoba que en el año 2009 pecaron de exceso de buena fe y ahora se enfrentan a la amenaza de un desahucioManuel y María, que actualmente tienen 86 y 82 años, respectivamente, decidieron invertir los ahorros de toda una vida, 147.000 euros, en la adquisición de una vivienda con la idea de que fuera la herencia para sus hijos cuando ellos murieran. Él, guardia civil jubilado y hombre de palabra, firmó las escrituras y pagó la cantidad estipulada "a toca teja", con dos cheques nominales que entregó ante notario en el momento de la compra venta. Ese día, se les comunicó que el piso tenía una carga hipotecaria de más de 100.000 euros, que los promotores del inmueble se comprometieron a abonar con parte del dinero que iban a recibir. Todo quedó reflejado en las escrituras. 

Durante nueve años, confiaron en que la deuda habría sido saldada inmediatamente y nunca pidieron una nota simple para confirmar que había sido así. Sin noticias de ningún banco, que en esos años reclamó el dinero pendiente de pago a los promotores, vieron pasar el tiempo ajenos a lo que se les venía encima. El 14 de febrero del 2017, el hijo de Manuel recibía una llamada de la Sareb informándole de que la vivienda de sus padres estaba en proceso de ejecución hipotecaria por aquella deuda de la que hablaron ante el notario. Y el mundo se les vino encima.

Manuel y María, en la plaza frente a su casa. MANUEL MURILLO

Conscientes de la estafa, interpusieron una querella criminal que dio lugar a un juicio en el que los administradores de la promotora fueron condenados por apropiación indebida. Al parecer, no había habido estafa porque informaron de que había una carga, pero se demostró el delito de apropiación, ya que se habían llevado el dinero para un fin y nunca cumplieron. Manuel, incapaz de creer lo que estaba pasando, empezó a sufrir episodios de ansiedad y pérdida de sueño. Había sido víctima de una granujada que iba a quedar impune. Y es que, tras la sentencia, los culpables recurrieron y el juez absolvió a uno mientras que al otro, con una pena de cárcel de menos de dos años, le suspendió la ejecución de la condena por no constar delitos previos, a pesar de no haber satisfecho la responsabilidad civil.

Cinco años después de la pesadilla judicial, Manuel ha perdido irremediablemente la lucidez, "mi padre anda ensimismado en su mundo", asegura el hijo, mientras María se afana en su cuidado sin saber qué será de ellos cuando llegue el momento del lanzamiento. La Sareb, que en su día se hizo con la hipoteca de Caja Extremadura, nunca ha querido sentarse con ellos para negociar un alquiler social o una vía alternativa al lanzamiento. Tampoco están obligados a ello. Su demanda contra los que pusieron ese piso como garantía de hipoteca es legal. Armados de razón, está por ver si la justicia será justa con Manuel y María. La buena fe no es garantía de honor para quien no lo tiene.

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