Discúlpenme ustedes por el título, pero creo que ilustra bastante bien lo que les vengo a contar hoy. Como todo canario sabe, hay dos tipos de personas en estas islas: a las que les gusta la leche con gofio bien removida y mezclada, y a las que les gusta tener grandes grumos de gofio flotando en el tazón (lo sé, también están a los que no les gusta el gofio, pero en esta ilustración no pintan nada); yo soy del primer tipo de personas y mi hija, del segundo tipo.

En este artículo, lo que propongo es hacer el ejercicio de imaginarnos que la composición química de nuestra Galaxia es ese tazón de leche con gofio. Vamos a obviar que la composición química de la Vía Láctea presenta variaciones a gran escala y vamos a centrarnos en la vecindad solar, es decir, zonas de la Galaxia que están a menos de 10 000 años-luz del Sistema Solar. El gofio que cae sobre la leche representaría nubes de gas con una cantidad de metales (para un astrofísico los metales son todo lo que no sea hidrógeno y helio) muy pequeña, lo que equivale a decir que es un gas muy antiguo que no se ha visto afectado por el enriquecimiento químico característico de la evolución estelar.

Sabemos que la composición química del gas en nuestra vecindad debe ser consistente con miles de millones de años de evolución estelar, en donde las estrellas han estado consumiendo hidrógeno y helio y produciendo elementos más pesados (metales) que pasan a enriquecer el medio interestelar cuando estas estrellas mueren, dejando una lechita con gofio muy homogénea. En principio esto no se debería alterar, a no ser que haya algún proceso que esté añadiendo “gofio” a grandes cucharadas a nuestra leche.

Y aquí viene lo interesante: desde hace tiempo se sabe que hay nubes de gas con muy poco contenido en metales, remanentes del gas que formó nuestra Galaxia, que están cayendo sobre el disco de la Vía Láctea. Si el gas no se mezcla de forma eficiente y en un tiempo suficientemente rápido, este proceso podría afectar a la composición química que medimos en el gas del medio interestelar o en objetos muy jóvenes, como estrellas masivas (que al ser tan jóvenes, aún reflejan la composición química del gas en el que se formaron).

Bueno, pues resulta que un estudio reciente de la composición química de nubes de gas frías realizado con datos del Telescopio Espacial Hubble parece indicar que hay signos de inhomogeneidades químicas en la vecindad solar, lo que implicaría que ese gas muy poco metálico no se ha mezclado bien con el gas que ya estaba presente en el disco y que refleja una cantidad de metales mucho mayor. En nuestro ejemplo, esto vendría a decir que los procesos de mezcla en el disco de nuestra Galaxia (la cuchara) no han sido eficientes y han dejado “grumitos” de gofio (gas con muy pocos metales). Mi hija está muy contenta con estos resultados porque le encanta la leche con grumos de gofio.

Sin embargo, esos resultados todavía no son concluyentes: en el grupo del Instituto de Astrofísica de Canarias hemos realizado un estudio con datos muy profundos en regiones HII (nebulosas de gas en las que se forman estrellas) que hemos complementado con datos de la literatura de estrellas jóvenes, encontrando lo contrario: las abundancias químicas en la vecindad solar son muy homogéneas y no hay ninguna señal de la presencia de gas con muy bajo contenido en metales. Esto indica que los procesos de mezcla del gas en el medio interestelar de nuestra vecindad han sido muy eficientes, es decir, que la cuchara interestelar ha removido bien esa leche con gofio y no ha dejado ni un grumito, para disgusto de mi hija y para regocijo de los astrofísicos que hacen modelos teóricos de evolución química de la Galaxia, cuyo trabajo se volvería mucho más complicado si estas inhomogeneidades fueran reales. Afortunadamente, la lechita con gofio que toma mi hija por las mañanas (y muchas noches) todavía tiene grumos, que si no, igual dejaba de hablarme.

Jorge García Rojas.

Biografía:

Jorge García Rojas es un astrofísico lagunero. Tras estudiar Ciencias Físicas, especialidad de Astrofísica, en la Universidad de La Laguna, estuvo unos años dando clases en centros de secundaria de Tenerife y Lanzarote, hasta que decidió retomar su primer amor y obtuvo el título de Doctor en Astrofísica por la Universidad de La Laguna. Después pasó unos años en México y regresó a Canarias como astrónomo de soporte de los Observatorios del Teide y del Roque de los Muchachos. Actualmente es investigador Severo Ochoa en la línea de “Estrellas y Medio Interestelar” en el Instituto de Astrofísica de Canarias.

*Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez