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Manuel Elkin Patarroyo Inmunólogo y Premio Príncipe de Asturias

«Canarias es un territorio vulnerable frente a los riesgos de las enfermedades de tipo tropical»

«Disponemos de una vacuna contra seis cepas del covid... ¡Llevan años cascándonos fuerte!», asegura el inmunólogo y Premio Príncipe de Asturias

Manuel Elkin Patarroyo (1946, Ataco - Tolima), médico colombiano, gesticula en una entrevista concedida en la capital tinerfeña. Andrés Gutiérrez

Su lucha por conseguir una vacuna fiable frente a la malaria sigue abierta, con restricciones, pero abierta. Y es que Manuel Elkin Patarroyo (1946, Colombia) es un científico sabio e inagotable. 

¿Tiene alguna novedad sobre los estudios que sigue liderando para encontrar la ansiada vacuna contra la malaria?

Juro y prometo que lo que descubra nunca y jamás lo volveré a donar a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Con la vacuna contra la malaria no hizo nada, no movió ni un solo músculo. No hizo nada. Eso nos obligó a frenar en seco. La engavetaron y ahí murió. Nosotros llevamos metidos en este proyecto más de 40 años. Hicimos una primera vacuna en 1987 y los estudios clínicos duraron hasta 1994. Obtuvimos una fiabilidad del 30 al 40% con la gente que estaba vacunada, pero en lugar de aprovechar ese trabajo [Centro de Investigaciones Biomédicas Manuel Elkin Patarroyo] optaron por fabricar una vacuna financiada por la multinacional GlaxoSmithKline (GSK). Su validez era menor, pero aquella apuesta costó cerca de 2.500 millones de euros. ¿Cómo se le quedó el ojo?

Pero, a pesar de aquel duro revés, no se rindió.

No [silencio]... Cuando nos propusimos buscar la parte que faltaba vimos que los primeros hallazgos se lograron con relativa facilidad, en menos de seis años, pero con la malaria estábamos marcando las reglas del juego para impulsar cualquier vacuna. No es que estuviéramos buscando una fórmula universal, como alguna vez dijeron, pero si conoces cómo son las reglas químicas, físicas y matemáticas, eso se puede aplicar en otras vacunas. Esa fue la razón por la que a finales del mes de mayo entregamos una vacuna hexavalente contra las variantes de preocupación del SARS-Cov. A nosotros nos han vacunado contra una sola cepa [Wuhan] y ahora, como gran logro, apuntan que nos van a proteger para la de Ómicron, es decir, dos. Mi equipo dispone de una de seis y ya ha terminado la de ocho, aunque ese estudio aún no está publicado por la comunidad científica, a pesar de que las pruebas con monos están finalizadas. ¿Qué quiere decir eso? Que las reglas del juego que descubrimos para frenar la malaria son totalmente aplicables a otras vacunas.

Todo esto suena a una trama conspiratoria contra usted, ¿no?

Pues a esto es a lo que he dedicado mi vida entera y la de mi instituto. No hace falta que le diga que nos cascaron de lo lindo: en los últimos 16 años trabajamos sin presupuesto oficial –el gobierno colombiano no nos entrega ni un mísero centavo– y, por si fuera poco, las multinacionales farmacéuticas se han propuesto cerrar el instituto.

¿Pues ese es un enemigo [las multinacionales farmacéuticas] difícil de combatir?

¿Me lo dice o me lo cuenta? Nosotros somos muy éticos, porque no hacemos nada para los humanos sin probarlo antes en modelos experimentales, es decir, en animales. Sobre todo, usando monos del Amazonas. Me sellaron la sede que teníamos en el Amazonas; la trancaron hace ya 11 años.

¿Cómo logró medir la fiabilidad de la vacuna contra el SARS-Cov que dio a conocer a finales del pasado mes de mayo?

Nos dieron permiso para experimentar con 200 monitos [pausa]... Cuando digo que usamos monos le estoy contando que esos animales no se mueren: los vacunamos, analizamos su respuesta inmunitaria y los liberamos en la selva. Eso siempre fue así. Cuando nos pusimos a desarrollar la vacuna contra la malaria hicimos lo mismo. Yo entiendo que haya gente que vaya diciendo por ahí que aquello solo funcionó al 40%, pero no acepto ninguna acusación que tenga que ver con nuestra ética de trabajo.

¿Cuando dice que el «método» de una vacuna sirve para desarrollar otras se refiere a que eso fue muy útil para hallar las primeras fórmulas con las que luchar contra el coronavirus?

¿Usted cree que fue rápido?

¿No lo fue?

Nada, no sirvió para nada... Se lo voy a explicar rápidamente. El método que se ha usado para la producción continúa siendo el de 1924 porque son las mismas moléculas biológicas [RNA, DNA o proteínas recombinantes]. Nosotros, en cambio, intentamos averiguar cómo están hechas y las fabricamos químicamente. Esto es tan sencillo como saber qué es lo que hay en una aspirina: ácido acetilsalicílico. Lo único que tiene que hacer es tratar de saber cómo está hecha para empezar a fabricarla. Ese es el concepto que existe alrededor de las vacunas sintéticas.

¿Entonces, insiste en que no fue tan rápido como parece?

A los 45 días de haberse dado la estructura de la molécula ya estaba la de AstraZeneca y se vacunó a 1.157 personas. Eso implica que no llevó a cabo ninguna experimentación animal. Moderna la hizo pública a los 60 días y, por último, Pfizer prácticamente al mismo tiempo.

¿Qué ha aprendido de esta crisis sanitaria?

La pandemia sirvió para destapar el manejo que tienen las multinacionales farmacéuticas. Las ganancias líquidas de Pfizer el año pasado fueron de 36.000 millones de euros, Moderna metió en su caja registradora 34.000 millones de euros y AstraZeneca más de 32.000 millones de euros. Como yo he vivido en ese mundo durante más de 40 años los conozco a todos y, por lo tanto, no le miento cuando digo que las cinco farmacéuticas que lideraron el proceso de vacunación contra el virus [AstraZeneca, Pfizer, Moderna, Johnson & Johnson y Sinovac] ingresaron en 2021 el equivalente a la deuda actual española. Interesante, ¿no?

¿Estamos «viviendo» la era de las vacunas?

Esa era de la que usted habla debió haber comenzado desde hace mucho tiempo, pero la metodología que utilizan las farmacéuticas es la misma desde 1924. Lo que sí ha cambiado, gracias a las mejoras tecnológicas, es la producción. El cambio conceptual a la hora de fabricar una vacuna es el que proponemos nosotros: recurra a la química y reconozca dónde está cada átomo porque nadie sabe cómo demonios se hacen las otras. A nosotros nos metieron la de Pfizer, AstraZeneca, Johnson & Johnson, Sinovac o Moderna, pero realmente no conocemos dónde está cada átomo. Si se supiera, tendríamos la posibilidad de modificar las moléculas, pero nadie nos lo va a contar. Como mucho nos dirán que es ácido acetilsalicílico, ¿verdad?

¿Y qué hacemos con África?

El único problema, que no es pequeño, es el desinterés del mundo por África... ¿Cómo es posible que por pertenecer a una cultura distinta, por el color de la piel o por tener una religión diferente la mayoría de nosotros tengamos una actitud absolutamente displicente con estas personas? Todo lo que desarrollamos va para el continente africano; nunca le hemos dado la espalda a la malaria, el SARS-Cov, la tuberculosis que tantas mermas ha causado en ese mundo olvidado... Le voy a contar algo muy personal. Mi padre, que era un simple campesino, me decía: si nadie sabe a dónde vamos, quién decide quién se salva. ¿Quién? Con África lo que toca es algo más que una limosna, que es como se cura realmente la sensación de culpa que tenemos por haberle dado la espalda durante siglos... Es ahora o nunca.

Aprovechando que lo tengo a tiro de piedra le planteo una curiosidad; ¿usted cree que los chinos manipularon el virus que desencadenó la crisis sanitaria?

No [silencio]. Eso solo son conspiraciones, pero es verdad que los humanos estamos penetrando en territorios que nunca habíamos visitado. Queremos acceder a espacios ocultos que hasta hace nada ocupaban animales que están en una simbiosis constante. Allí no pasó nada extraño. En Wuhan no manipularon el virus... En China se lo comen todo, incluso grandes murciélagos.

¿Hay mucho espionaje en el mundo de la ciencia?

El que hay está provocado por el dinero... La ciencia es una valiosa herramienta de poder que ilustres científicos, que todos tenemos en nuestras cabezas, usaron para fabricar átomos. El problema es que los que vinieron después se aprovecharon de esos descubrimientos para fabricar el armamento nuclear con el que Putin está amenazando a toda la humanidad. Seguro que lo puede hacer, no le quepa la menor duda. La ciencia es un alimento de poder económico, social y político.

¿Estamos más expuestos a encadenar pandemias?

Sí, de una manera que aún es inimaginable. Hemos ocupado zonas del Amazonas que no nos pertenecen, las arrasamos con una ansiedad extrema [causando una deforestación preocupante] y los animales han tenido que huir a territorios desconocidos, algunos de estos bastante próximos a nuestras ciudades. Si empezamos a interactuar con ellos es posible que nos encontremos con una situación parecida a la que se dio en Wuhan (China). Sí, cada vez somos más vulnerables a lo desconocido...

¿Esa vulnerabilidad de la que usted habla en el caso de Canarias es más preocupante por el hecho de estar en medio de tres continentes?

Canarias es un territorio vulnerable frente a los riesgos de las enfermedades de tipo tropical. Todos los factores que envuelven al Archipiélago –su proximidad a África, movimientos migratorios, corrientes marinas, etc...– justifican la gran labor de mi amigo Basilio Valladares al frente de la Fundación Canaria para el Control de las Enfermedades Tropicales. Este centro de diagnóstico rápido tiene su razón de ser en una comunidad que está tan expuesta a factores que se escapan del control humano.

«Aún está todo por hacer»

Uno puede caer en la tentación de creer que entrevistar a un hombre de ciencia de talla mundial, doctor honoris causa por más de una treintena de universidades, que lleva coqueteando con el Nobel muchos años [por los docentes que influyeron en su formación y por estar en la quiniela de favoritos] y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica (1994), entre otras muchas distinciones, viene envuelto en un notable halo de dificultad. Nada más lejos de la realidad. El inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo (1946, Ataco - Tolima) no solo es sabiduría, sino pura sencillez. «Aún soy un científico que tiene que hacer muchas cosas», cuenta el protagonista de la conferencia que esta tarde, a las 19:00 horas, tendrá lugar en el Colegio de Farmacéuticos de la capital tinerfeña. El acceso es libre hasta completar el aforo.

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