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Rosa María Aguilar Chinea Rectora de la Universidad de La Laguna (ULL)

«Nos hacen falta 20 millones más de presupuesto en la institución»

«No hay dinero para tapar las goteras, pero es necesario construir dos facultades», afirma la rectora de la Universidad de La Laguna (ULL)

Rosa María Aguilar Chinea, rectora de la Universidad de La Laguna. Carsten W. Lauritsen

Hace tres años que Rosa Aguilar llegó al cargo de rectora. Sus planes de modernización de los procesos de funcionamiento tuvieron que acelerarse debido a la pandemia y el confinamiento. El modelo de trabajo con robots informáticos para desarrollar actividades rutinarias es líder a nivel nacional y por el mismo preguntan otros centros académicos, administraciones públicas y empresas privadas.

¿Ejercer como rectora se ha vuelto más complejo de lo que pensaba?

Había sido vicerrectora, con lo cual sabía cómo era la gestión. Pero ser rectora es diferente; cuando eres el líder de una institución es algo complejo. ¿Más de lo que pensaba? No. Liderar siempre va a ser lo mismo. Hemos pasado por problemas que no habían ocurrido antes: la pandemia y tener que gestionar la institución a golpe de teléfono. Pero ser rectora es una tarea divertida.

¿De qué manera afectó la pandemia a su proyecto?

Desde que tuvimos que pasar a ser totalmente online y éramos presenciales en un 95%, hubo que volver planificar todo. En nuestro plan de gobierno había una parte importante de digitalización y sostenibilidad. Pues, lejos de retrasarla, lo que hizo la pandemia fue adelantarla. Hemos avanzado mucho más rápido de lo que podíamos haber hecho con la resistencia de la propia institución a los cambios. En este caso, la resistencia fue nula porque había que hacerlo sí o sí.

¿Ha podido contener gastos en estos tres años?

Las universidades públicas canarias están financiadas por debajo de sus necesidades, con lo que no se trata de contener el gasto, sino de pagar las facturas para abrir y cerrar las puertas. Ante esta situación y el incremento de los precios con la inflación, resulta totalmente inabordable ofrecer los servicios que venimos dando. Por eso las intervenciones de los rectores de las dos universidades públicas canarias en el Parlamento fueron para pedir una financiación estructural que nos permita mantener el funcionamiento. Y, a partir de ahí, una financiación plurianual; un contrato-programa en base a objetivos. Al aumentar los gastos energéticos enormemente, aplicamos medidas de ahorro. Pero no tanto por disminuir la factura, que también, sino por sostenibilidad. Tenemos que ser más eficientes. Una de las líneas es la instalación de placas fotovoltaicas en los tejados de edificios. Pero, tal y como sube la factura de la electricidad, ni siquiera nos ayude eso a solventar la situación tan grave de financiación.

Este es un problema casi histórico. ¿Cree que el Gobierno canario podrá corregirlo en los próximos años?

Sí. Es un problema histórico que, evidentemente, los distintos rectores y rectoras no hemos sabido comunicar a la sociedad ni a nuestros políticos, porque, si no, ya estaría resuelto. Creo que son sensibles. Cuando hablaba con el Gobierno hice una pregunta: «¿Canarias es tan pobre que no se puede permitir universidades públicas?». Podríamos llegar a esa situación y es lo que realmente pasa. Mi respuesta es que la única forma de salir de pobres es, precisamente, gracias a la educación superior pública, donde formemos a nuestros jóvenes en todas las profesiones que necesitemos en esta tierra: sanitarios, abogados, ingenieros, expertos en ciencias ambientales, por decir algunos. Si no, tendremos que esperar que vengan de fuera para mover nuestro territorio. A día de hoy, el presidente del Gobierno (Ángel Víctor Torres) y el vicepresidente (Román Rodríguez) han dicho que las universidades van a tener la financiación que necesitan; que tiene que ser para el presupuesto del 2023. Si no, va a pasar lo que dije en el Parlamento: tenemos que cerrar servicios. Esto es como cualquier otra casa. Si no tienes dinero para pagar determinadas facturas, hay cosas que no vas a poder hacer, como las actividades extraescolares de nuestros hijos. Pues en las universidades es exactamente igual.

¿Puede aportar algún dato?

Ya teníamos una infrafinanciación en el 2021 y no subió el presupuesto. Desde el 2011, los gastos de Seguridad Social de nuestros docentes e investigadores ha subido un 23%. Por cada cinco que se jubilen, yo puedo contratar cuatro. Perdemos profesores e investigadores porque la financiación es la misma. Los gastos de la luz el año pasado fueron de 1.300.000 euros. Para 2022 presupuestamos 1.500.000 más. Pero la realidad es que vamos a pagar 3.300.000 euros por hacer lo mismo. Evidentemente, habrá que tomar medidas. Espero, y estoy casi segura, que tanto el vicepresidente del Gobierno como el presidente son sensibles con las universidades públicas. De hecho, los dos salieron de la Universidad de La Laguna. Y creen que son el motor de cambio de Canarias y van a darnos la financiación que necesitamos.

¿Qué servicios podrían cerrar?

No quiero hacer ese ejercicio, porque sería un fracaso no lograr el dinero suficiente. Tengo que hacer llegar a la sociedad que las universidades públicas somos la única solución para que este territorio avance de una forma sostenible.

Si el presupuesto ronda los 168 millones, ¿cuánto necesita en realidad?

Pedimos 20 millones de euros más para cada una de las universidades públicas. Esta cantidad nos colocaría en la media nacional de financiación por alumno para funcionar. Yo hablo de que estamos en el agua, pasando frío y a punto de ahogarnos. Necesitamos un flotador de 20.000.000 de euros. Y después solicitamos un contrato-programa a varios años para planificar acciones de futuro. Y eso sería subirnos al barco.

¿Y a cuánto ascendería ese plan plurianual?

No. Se está trabajando entre los gerentes y el director general. Y más que cuantificarlo, se trata de saber hacia dónde queremos ir, cuáles son los objetivos a cumplir.

En la presentación del curso pasado habló de que un logro fue optimizar el trabajo en trámites burocráticos, gracias a la digitalización. ¿Hasta qué punto se ha logrado ese objetivo este año?

Tenemos que estar superorgullosos de la Universidad de La Laguna, porque es líder en robotización de procesos. Aquellas tareas rutinarias las hace un robot. Por ejemplo, ahora mismo hay uno que saca los certificados que necesitan nuestros estudiantes de Náutica cuando acaban la carrera. El robot se comunica con Capitanía Marítima, sin intervención humana, y genera esos certificados. Antes era realmente un gran problema y un cuello de botella. Es tal el liderazgo en España que otras universidades nos preguntan por este caso de éxito; también otras instituciones públicas. Y empresas privadas nos llaman para que les contemos cómo lo hemos hecho y ellas seguir el camino.

¿En qué estado se encuentran los edificios de la ULL?

Si hablamos de una escala de 0 a 10, pues menos 10. Evidentemente, el que no haya habido financiación suficiente repercute en que no se mantengan los edificios. Con una gotera y un cubo debajo, se puede dar clase, pero sin profesor, no. El poco dinero que tenemos lo hemos dedicado a recursos humanos y el mantenimiento de las infraestructuras no se ha podido hacer. Cada vez los problemas son mayores, sobre todo de goteras. El lunes pasado llovió y cayó agua directamente en una biblioteca. Pero tenemos dos grandes hándicap: la Facultad de Ciencias de la Salud y la de Educación. En el inmueble de Educación, para el número de estudiantes que tiene no cumple el tamaño. Y después está la accesibilidad. Hay aulas a las que no se llega con ascensor. Y en Medicina tenemos las mismas necesidades. Está sobre la mesa y desde que llegué he pedido la construcción de ambas facultades. Si ya no hay para tapar una gotera, pues menos para construir dos edificios nuevos.

¿La ULL gana o pierde alumnos?

Tras la pandemia ganó alumnos, sobre todo de máster. Cuando hay una crisis, las personas nos queremos formar más. Y la tendencia es a mantenerse, no hay crecimiento ni bajada. Estamos en 18.000 en grados y en máster, 2.000. Hablamos de una comunidad de 20.000 estudiantes. Las cuatro titulaciones más solicitadas fueron Medicina, Psicología, Enfermería y Ciencias de la Actividad Física. Esta última costó mucho que nos la aprobaran. Y responde a una demanda social real. Para las 60 plazas que tenemos han pedido preinscripción 400 personas. Después hay una preocupación, porque en las titulaciones de Ingeniería no hay alumnas y en estas se generan profesionales del mundo de la digitalización, donde va a haber mucho trabajo, altamente cualificado y muy bien remunerado, al que no van a acceder las mujeres porque no nos preparamos para ello. Desde un punto de vista egoísta de la sociedad, los retos que nos planteamos son tan complejos que solo con mucha creatividad vamos a poder resolverlos. Y la creatividad es mejor en entornos heterogéneos, donde hombres y mujeres trabajen en igualdad de condiciones.

¿Hay un problema de envejecimiento entre docentes e investigadores?

Sí. Como no hemos tenido financiación que nos permita adelantarnos a esas jubilaciones, pues perdemos toda esa experiencia de los grandes profesionales. Y eso en investigación es terriblemente penoso, porque en este ámbito se va aprendiendo de tu pasado. Si los jóvenes que entran tienen que empezar con una investigación nueva, pueden inventar la rueda. Las universidades públicas no tenemos profesorado, sino investigadores que dan docencia. Es decir, que, además de explicar un conocimiento, nos preguntamos sobre la propia realidad, que, a veces parece incuestionable. Pues los científicos nos preguntamos sobre ella y buscamos nuevas soluciones. Y esa forma de ser es la que tienen los profesionales que, además de aprender la disciplina, llevan en su mochila esa capacidad de innovar, preguntarse y buscar nuevas respuestas. Y eso es lo que el sector empresarial a día de hoy necesita.

¿Cuáles son las principales demandas de sus investigadores?

La principal es tener más compañeros. Tenemos mucho trabajo docente, con grupos de alumnos muy numerosos. Trabajamos en cambiar nuestra formación, más orientada al estudiante. Este año aprobamos los nuevos estatutos de la Universidad y eso va a llevar una modificación de la forma de evaluar, donde se fomenta la evaluación continua. Eso se podría hacer si tuviéramos un grupo mucho más reducido de alumnos. Y en la parte de investigación, tener más financiación para los proyectos.

¿Cómo valora la Ley de Ciencias?

Estamos de enhorabuena este curso, porque va a permitir contratar de forma indefinida a los investigadores mientras tengan financiación para determinados proyectos y también para los técnicos. Eso nos va a permitir tener estabilizado al personal de la Oficina de Transferencia de Resultados, pues es fundamental trasladar a la sociedad los conocimientos adquiridos. Y en el servicio de apoyo a la investigación también vamos a poder contratar de forma indefinida y estabilizar a los técnicos. También facilitará que grandes infraestructuras científicas puedan ser usadas.

¿Y qué piden los estudiantes?

Más servicios; una docencia más centrada en el alumno, más personalizada. Y, además, nuestros estudiantes son muy solidarios, cosmopolitas; muchos están implicados en las causas sociales que aparecen. Y nos demandan que les ayudemos a ver la realidad no solo desde el conocimiento, sino también desde los valores. Además del currículo académico, en la Universidad implantamos el año pasado el currículum vitae social, donde quienes hacen distintas actividades sociales, culturales o de deporte pueden registrarlas para que, cuando salgan, cualquiera sepa que su mochila no está solo cargada de conocimiento, sino también de valores. Yo repito: no hay un buen profesional si no hay una buena persona detrás.

¿Seguirá la campaña del orgullo de haber sido alumno de la ULL?

Sí. Teníamos personajes muy llamativos. Y este año igual; en la campaña de acceso hay exalumnos que hablan con orgullo de su paso por el centro y están dispuestos a ir a las aulas a contar su experiencia y realmente eso hace que la comunidad se sienta orgullosa.

¿Cada vez es más difícil convencer de la importancia del sacrificio y el esfuerzo?

Creo que no. Nos adaptamos a la situación en la que estamos. Es un mundo que avanza demasiado deprisa y los jóvenes se tienen que adaptar a ese cambio. Para aplicar esa cultura de esfuerzo no hay cansancio si están motivados. Y lo bueno de nuestra juventud es que se motiva con temas de solidaridad, medio ambiente, con esos cambios culturales que estamos pidiendo. Soy optimista. Sí hemos acostumbrado a nuestros jóvenes a la inmediatez en la solución de los problemas. Más que esa cultura del sacrificio y del esfuerzo, yo hablaría de saber gestionar la frustración; que si la solución no llega de forma inmediata, no pasa nada, trabajemos, que va a terminar por llegar.

¿Cada vez resulta más difícil el acceso a la Universidad a las familias con escasos recursos?

Mientras las universidades públicas sigan abiertas, hemos quitado los problemas a estudiantes y familias. Sería un fracaso social si alguien no estudia por falta de dinero. Hay becas del Estado, del Gobierno de Canarias, de los cabildos. E, incluso, la propia Universidad de La Laguna tiene becas para alumnos con dificultades en ese ámbito. Por lo que debemos seguir trabajando es por que las universidades públicas sigan abiertas. ¿Somos lo suficientemente pobres como para no mantenerlas?

¿Las universidades privadas son una piedra en el camino de las públicas?

No damos el mismo producto. Las públicas ofrecemos formación, investigamos y aportamos transferencia a la sociedad. La formación que ofrecemos es totalmente diferente por el enfoque que realizamos. Desde ese punto de vista, no tenemos competencia.

¿Se presentará a la reelección el próximo año?

Tengo que decidirlo una vez que abramos el curso. No he puesto la cabeza en eso porque teníamos que terminar el curso anterior y empezar con el nuevo. Tengo sensaciones encontradas. Por un lado, me fascina el trabajo que hago, es satisfactorio ver cómo avanza la Universidad de La Laguna, lo innovadora que es, lo creativa. Pero es un trabajo que cansa, que hay que poner mucho esfuerzo. No sé cuál de las dos sensaciones va a ganar.

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