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Aniversario de un suceso que conmocionó a España | La participación científica

«Sin la labor de la Guardia Civil, hubiera sido como buscar una aguja en un pajar»

El jefe de buques del Instituto Español de Oceanografía (IEO) destaca que el hito de

la localización del cadáver de Olivia se debió a los investigadores de la Policía Judicial

El buque ‘Ángeles Alvariño’ durante su rastreo de los fondos frente a Tenerife. Andrés Gutiérrez

La búsqueda en el fondo del mar de Anna y Olivia, las niñas de Tenerife asesinadas por su padre, Tomás Gimeno, por parte del Instituto Español de Oceanografía (IEO), habría sido como intentar encontrar una aguja en un pajar sin contar con la colaboración de la Guardia Civil. En su momento, el IEO definió el hallazgo del cuerpo de Olivia como «un hito mundial». Un año después de la desaparición y asesinato de las niñas, el jefe de la unidad de buques del IEO, Pablo Carrera, señala a Efe que el gran artífice de ese hito fue la Guardia Civil, cuya labor ha sido «de sacarse el sombrero».

«Sin sus datos tan precisos no hubiésemos hecho nada. Nosotros les ayudamos corroborando cosas», apunta Carrera. Esas «cosas» son los datos que obtuvo la Guardia Civil del geoposicionamiento del teléfono de Tomás Gimeno y del tracking o seguimiento en tiempo real de su embarcación de recreo, el Esquilón.

La tripulación del buque oceanográfico Ángeles Alvariño se ciñó al área definida por la investigación policial respecto a los recorridos que hizo el presunto filicida durante sus dos salidas al mar, y fue allí donde buscó «con especial énfasis».

«Esa fue la gran ayuda. Sin esa información habría sido como buscar una aguja en un pajar», admite el coordinador de flota del IEO. Durante un mes, el barco Ángeles Alvariño cartografió un área de 250 kilómetros cuadrados de fondos marinos entre aproximadamente 100 y 2.000 metros de profundidad.

En este tiempo, halló en la bocana del puerto de Santa Cruz de Tenerife una funda nórdica y una botella de buceo de Tomás Gimeno, lo que reforzó la hipótesis de que allí podría haber arrojado los cuerpos de las niñas.

El hallazgo de los bolsos

Finalmente, encontró dos bolsos de deporte, en uno de las cuales estaba el cuerpo de Olivia; el otro estaba rasgado y vacío. Los bolsos estaban depositados en el lecho marino, a unos 1.800 metros de profundidad.

Agentes de la Guardia Civil que estaban embarcados en el Ángeles Alvariño los identificaron de inmediato por las imágenes de las cámaras de seguridad de la Marina de Tenerife en las que se observa a Tomás Gimeno embarcarlos en la lancha de su propiedad.

Más adelante, el personal del IEO recuperó en un punto de la costa frente al Puertito de Güímar, donde supuestamente se arrojó al mar el padre, dos botellas de submarinismo de pequeño tamaño, conocidas como biberones. Pese a buscarlo, no se halló el cadáver del presunto asesino.

El ‘Liropus 2000’

Para estas labores de rastreo se movilizaron el robot auxiliar Liropus 2000 del IEO y un sonar de barrido lateral que a la postre no resultó tan útil como se preveía. Carrera explica que el sonar «trabaja bien cuando hay diferencias de densidad importantes», por ejemplo, para detectar un barco de hierro en el fondo marino, no así cuando lo que se busca son «cosas pequeñitas que se entierran».

Además de este instrumental, resultó de gran ayuda el sistema de posicionamiento dinámico del que está provisto el Ángeles Alvariño, lo que habilita al robot a «seguir exactamente la ruta que quieras», tal y como apunta el coordinador de flota del Instituto Español de Oceanografía.

Esa combinación permitió realizar un barrido del fondo marino «como quien hace un camino en el campo, da la vuelta y lo desanda sin solaparse, con unos anchos muy pequeños, alrededor de unos cinco metros». Por eso Carrera cree que el hallazgo del cuerpo de Olivia «fue relativamente producto de la suerte», porque el trazado coincidió con el tracking del barco del presunto asesino.

El tiempo y la meteorología

La investigación tuvo que afrontar «dos factores muy difíciles» como el tiempo, que «va en contra» por la descomposición de los cuerpos en el medio marino, y la meteorología, pues conforme se acercaba el verano había mayor probabilidad de que los vientos alisios soplaran con más fuerza.

En total se realizaron 392 horas de filmación casi continua con el robot Liropus 2000, que está dotado con un equipamiento muy sofisticado que requiere de mantenimientos detallados que deben seguirse rigurosamente: cada 120 horas precisa de una puesta a punto completa. Pese al trabajo a bordo de los ingenieros, que hicieron numerosas reparaciones, el robot terminó trabajando con una operatividad del 50 por ciento cuando normalmente es de casi del ciento por ciento, y en los últimos días de búsqueda su estado comenzó a suponer un riesgo para la navegabilidad, lo que podría causar su pérdida. Pablo Carrera añade que el trabajo del personal de a bordo fue «exhaustivo», con el despliegue de equipos formados por cuatro miembros que se turnaban cada doce horas, y así durante un mes.

Poco espacio, calor, dormir mal y trabajar mucho

«No sé cómo pudieron aguantar tanto tiempo en esas condiciones. No es un viaje de placer. Es un barco donde hay limitaciones de espacio, se pasa calor, se duerme mal y se trabaja mucho», detalla el jefe de flota del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Por lo general, el trabajo en las campañas oceanográficas «es muy intenso», pues supone «una oportunidad para la toma de datos, que es muy limitada», por lo que «exprimimos hasta el último minuto en el barco», aclara Pablo Carrera. Pero en el caso de la búsqueda de Anna y Olivia «había un plus: el factor emocional», manifiesta. «No es lo mismo trabajar para encontrar una especie como una sardina o una caballa, que unos cuerpos. Eso es lo más complejo de gestionar», señala Carrera. Sin embargo, agradece que los investigadores de la Guardia Civil «ayudaran mucho», al «tomar cartas en el asunto» cuando hubo que afrontar «la parte más dura»: cuando hallaron los bolsos donde podían estar los cuerpos de las niñas. Pablo Carrera valora también los múltiples reconocimientos recibidos por el Instituto Español de Oceanografía por su labor en este caso, sobre todo el de la madre de las menores. «Es un factor que, al final, compensa con creces todo el esfuerzo que se hace», apunta, si bien insiste en que «la profesionalidad» de la Policía Judicial de la Guardia Civil fue «lo que más contribuyó a que el caso se esclareciese. Nosotros pusimos nuestro saber hacer».

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